Fue campeón olímpico con Argentina y hoy administra tres gimnasios: “Desde que me retiré, sólo jugué tres veces al fútbol”

Coty Fernández surgió de Newell’s, pasó por River y tuvo un largo paso por la élite de Rusia. En la Albiceleste, fue una de las promesas en las que confió Marcelo Bielsa, que lo llevó a la gloria en Atenas 2004: “Es el número 1, fue el mejor técnico que tuve en mi carrera”

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Se retiró a los 35 años en el fútbol de Uruguay
Se retiró a los 35 años en el fútbol de Uruguay

Leandro Sebastián Fernández es uno de los 35 futbolistas argentinos que guardan una medalla de oro olímpica. Bajo la conducción de Marcelo Bielsa, y con figuras de la talla de Carlos Tevez, Javier Saviola, Javier Mascherano, Luciano Figueroa, Roberto Ayala, Gabriel Heinze y Cristian Kily González, la Sub 23 albiceleste logró por primera vez ser campeona olímpica de fútbol, y el ex marcador central es uno de los 18 futbolistas que se colgaron la dorada hace 20 años. “Yo caigo de todo eso recién ahora. Cuando estás en la vorágine, no lo pensás ni dimensionás lo que estás viviendo”, cuenta el ex defensor, de 41 abriles.

De aquella experiencia olímpica en Atenas 2004, el ex defensor recuerda que a pedido de los mayores del seleccionado como Ayala, Heinze y el Kily González, el plantel argentino cambió la estadía en un hotel 5 estrellas por la Villa Olímpica. “Lo impresionante es que estábamos cenando y lo teníamos al ex basquetbolista chino de la NBA Yao Ming comiendo a dos metros. Luego, ibas al gimnasio y pasaba un levantador de pesas y no tenía la menor idea de quiénes éramos nosotros”, evoca.

El Coty Fernández nació futbolísticamente en Newells, el club de sus amores. Se coronó campeón en el 2004 de la mano del Tolo Gallego. Ese mismo año, fue dirigido por Bielsa en el Preolímpico de Chile, coronándose campeón. También, en la Copa América que se disputó en Perú, donde no sumó minutos, y en los Juegos Olímpicos de Atenas reemplazando al lesionado Nicolás Burdisso. “Bielsa tiene una presencia que intimida. Por algo le dicen Loco. Habla raro, pero se le entiendo todo”, remarca el rosarino.

En el 2005, pasó a River Plate en un momento difícil de la institución de Nuñez, ya que hubo una reestructuración en el plantel de jugadores y llegaba como una de las nuevas caras. Estuvo dos temporadas y se marchó al Dinamo de Moscú (Rusia), donde permaneció ocho años. Luego, volvió a la Lepra rosarina y se retiró en Danubio (Uruguay) con 35 años. “Cuando dejé el fútbol, no me cuidé y engordé un montón”, se sincera en diálogo con Infobae.

- ¿Qué es de tu vida, Leandro?

- Estoy metido en los gimnasios, porque tengo tres locales de Sport Club en Rosario, siempre fui fanático de los gimnasios. Cuando entrenaba, me gustaban las máquinas nuevas y viejas. Cuando venía a Rosario, me anotaba en algún gimnasio e iba como si fuese un socio más. También, manejo un proyecto deportivo Fútbol Fusión en el complejo Damfield.

- ¿Paralelamente a tu entrenamiento como futbolista le sumabas también los ejercicios en un gimnasio por tu cuenta?

- Sí, sí. Entrenaba por la mañana en Newells, y luego me iba a entrenar al gimnasio con mi propia rutina. Los días libres también pasaba por el gimnasio. En Rusia te dan tres días libres luego de cada partido, así que aprovechaba para ir al gimnasio. En Argentina, olvidate, porque si no entrenaste más de dos horas con el equipo de fútbol, no sirve. Eso dicen…

Coty, en los festejos por la conquista de la presea dorada en Grecia
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- ¿Seguís cuidándote físicamente?

- Cuando jugaba me cuidaba mucho. Pero cuando largué, me dejé estar. Yo me retiré como futbolista porque no quería ir a entrenar. Cuando dejé el fútbol, hice todo lo contrario, no me cuidé y engordé un montón. Recién en mayo del año pasado me puse como meta cuidarme porque estaba 100 por ciento metido en el trabajo. Me empecé a cuidar de nuevo, y gracias de Dios me voy encarrilando.

- ¿Colgaste los botines y te dedicaste a la buena vida, a lo que no pudiste hacer como deportista?

- Sí, pero me pasé de rosca. A mí me gustaba entrenar al máximo, ya que lo hacía desde los cinco años. El día que me retiré con 35, de golpe dejé todo y fue un shock grande. Cuando fui futbolista, pesaba 80 kilos, y de golpe a los tres meses estaba pesando 95. En ese momento, empecé a cuidarme un poco más. Quería empezar a correr e ir al gimnasio, pero no podía y después llegué a mi pico máximo de pesar 115 kilos, una locura, y me asusté. Gracias a Dios me di cuenta.

- ¿Cómo fue tu proceso post retiro?

- Cada uno hace catarsis de manera distinta. No me agarró depresión como sí le agarró fuerte a otros ex compañeros. Pero por ahí lo mío fue comer y no darle bola a lo físico y meterme 100 por ciento en el laburo. Me tomé seis meses sin hacer nada y luego me empecé a mover. Soy bastante obsesivo con eso, como todo. La pasión que le ponía al fútbol no la tuve más, la perdí de un día para el otro, pero no me pegó mal. Hace poco lo empecé a tomar de otra manera, porque tengo hijos y volví de Rusia, ya que quería estar con mi familia. Me calmé un poco con el tema del laburo, y ahora trato de organizarme para llevar a una de mis hijas a hockey, a mi hijo a fútbol, y a la otra a gimnasia.

- ¿Mantenés el vicio de jugar a la pelota?

- No, solamente gimnasio. Desde que me retiré en el 2017, tres veces apenas fui a jugar a la pelota; hoy no me llama la atención para nada. Fui a la cancha dos veces a ver a Newell’s, pero por televisión sigo todo. Es más, no voy a ver ni a mi sobrino jugar fútbol porque el ambiente no me gusta, ver a los padres gritándoles. El error es mío igualmente, porque en el 99 por ciento de los clubes es así.

- ¿Te diste todos los gustos que querías darte como futbolista?

- Sí. La verdad que no me arrepiento de nada. Debuté en Newell’s, el club del que soy hincha, como también mi familia. Estuve en la selección argentina mayor, con la Sub 20 disputé un Mundial, fui sparring, jugué un Preolímpico y disputé una Copa América. Si bien no me tocó jugar, fui parte del plantel. Estuve casi toda la época de Marcelo Bielsa como entrenador en la Selección. Luego, me mantuve durante nueve años en Rusia en el Dinamo de Moscú, con la posibilidad de quedarme diez más, pero me volví para estar cerca de mi familia. Y estuve dos temporadas en River Plate. Nunca tuve problemas y me quisieron todos los técnicos que me dirigieron. Por ser como soy, me quisieron siempre mis ex compañeros, entrenadores y dirigentes.

- ¿Cómo es el mundo River?

- Yo ya conocía el Mundo River por haber estado en el Sub 20. Y siempre decía que, en la Argentina, River es como el Real Madrid. Vos veías cómo llegaban los jugadores de River a la Selección y eran diferentes al resto, cómo se vestían, cómo andaban, te dabas cuenta de que eran otra cosa. Cuando llegué a River, me di cuenta de que es un mundo aparte, es una ciudad aparte y el estadio es enorme. Llegué en el 2005, cuando había mucho lío dirigencial en ese momento, y a partir de ese año hubo una renovación del plantel con Lucho González y Javier Mascherano. Llegamos nosotros como contrataciones low cost y yo tenía un poco de chapa por haber estado en la Selección y conocía a Leonardo Astrada y a Hernán Díaz. Es un club impresionante y todo el mundo está muy pendiente de todo, los dirigentes muy atentos a todo. Arrancó el torneo, jugué las 19 fechas, más dos de la Sudamericana y salí un partido solo.

Con la casaca de Newell's, el club que lo vio nacer
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- ¿Con qué entrenador aprendiste más?

- Con Bielsa, sin dudas, es el número 1. Tanto para retarte como para enseñarte el tipo te deja siempre algo. Habla con todos por igual. Fue el mejor técnico que tuve en mi carrera. Y a otro que valoro mucho es al Tolo Gallego, a quien lo tuve en la temporada 2003/4 en Newells y me enseñó a ser jugador de Primera.

- ¿Qué fue lo que te enseñó?

- Yo llegué a Newell’s y capaz metía un taco adentro del área, salía jugando y la bajaba de pecho. Un día, en la práctica de fútbol en una cancha embarrada, en lugar de darle la pelota al arquero, se la doy de taco al volante central y salimos jugando lo más bien. Al otro día, en la práctica el Tolo me sacó porque me dijo “si te llega a pasar esto en un partido oficial y la perdés, no jugás nunca más”. Me lo aclaró y para enseñarme a que no lo volviera hacer, me sacó de la práctica durante el fútbol formal. Además, en la pelota parada me dijo “no juegues a saltar más que el otro”, y tenía razón. Se decía que el Tolo te gritaba mucho, pero esos detalles fueron lo que me ayudaron. Además, la espalda que tiene, con nosotros se portó 10 puntos y en el 2014 salimos campeones, fue una ayuda grande que haya estado él.

- ¿De Bielsa qué es lo primero que rescatás?

- Todo. Marcelo te viene con doscientos millones de trabajos para hacer y cuando te das cuenta, son trabajos naturales, que vos podés haces naturalmente en la cancha. También, el manejo de grupo que tiene es muy bueno. No se va a poner hablar a tu lado o a jugar a las cartas, porque es un poco más distante, pero cuando necesitás golpearle la puerta, te abre y te escucha. Siendo sparring, sí tenía una duda, el tipo se tomaba un tiempo para explicarte y sacarte la duda. Cuando pasé a ser un jugador dirigido por él, tanto en el Preolímpico como en la Copa América y en los Juegos Olímpicos, Marcelo venía con las cosas muy claras y hacía que primero que tomes confianza en vos y luego en lo que te decía. En ningún momento te generaba alguna duda. La tiene y la tuvo clara siempre, porque te anticipaba lo que iba a pasar en la cancha, previo al partido. Tiene una convicción y hasta sabe lo que vos le podés llegar a preguntar.

- ¿Por qué se enojaba Marcelo con los jugadores?

- La práctica era muy exigente, en el buen sentido de la palabra, porque no te daba tiempo a relajarte. Con Bielsa entrenábamos durante 40 minutos, pero sin parar. Nosotros teníamos que tirar doscientos centros y se enojaba cuando los tirabas dudando. Recuerdo que te decía “soltá el pie, pichón”. Cuando dudabas en tirar o no el centro, se acercaba y te cagaba a pedos. Ahora, si vos errás el pase, no te dice nada. Pero si lo hacés regulando o con miedo, se enoja y te lo dice. Eso te da más libertad para pensar “tiro el centro”.

- ¿Cómo fue participar de unos Juegos Olímpicos?

- Yo venía del Mundial Sub 20 en diciembre de 2003. A los dos meses, me llamó Bielsa para que junto con el Malevo Ferreira fuéramos al Preolímpico 04. Participamos todo enero, clasificamos y luego a mitad de año viajamos a los Juegos de Atenas. Pero estaba antes la Copa América. Entonces, participo en esta Copa y perdimos la final contra Brasil en el último minuto. Inmediatamente, regresamos a la Argentina y a los pocos días viajamos a Grecia. Luego, arrancó el torneo y se lesionó Nicolás Burdisso. Así que pude disputar el último partido contra Paraguay en la final.

-¿Qué fue lo que más te llamó la atención?

- Estuvimos en la Villa Olímpica y lo impresionante fue que estábamos cenando y lo teníamos al exbasquetbolista chino de la NBA Yao Ming comiendo a dos metros. Luego, pasaba un levantador de pesas y no tenía la menor idea de quiénes éramos nosotros. Fue como volver al amateurismo, una experiencia espectacular. Estuvimos con Roberto Ayala, el Kily González, el Gringo Heinze, que eran los mayores. Además, Luciano Figueroa, Carlos Tevez, Mauro Rosales, un plantel de la puta madre. Gracias a Dios, volvimos con la medalla de oro, la primera en la historia del fútbol olímpico. Tuvimos la “desgracia” de tener a Bielsa con nosotros y acá en Argentina lo mataban.

- Fuiste parte de la selección argentina y sos de la vieja camada. ¿Te sorprende lo que logró hasta ahora el plantel actual comandado por Lionel Scaloni?

- Si. Si le hubiese pasado a Guardiola, también sorprendía. Ahora la selección salió campeona y es lo mejor que hay. Pero la selección argentina desde el 2014 viene jugando todas las finales. Ahora ganás, y quedás en la gloria. Pero hubo otros que disputaron finales. Lo que me gusta de Scaloni es que usa el sentido común: Messi debe jugar siempre porque es Messi. El resto, el que está bien juega y el que no, no lo hace. El mejor equipo del mundo siempre hace las cosas fáciles, que es lo más difícil en el fútbol. Se enoja Otamendi porque no juega. Y sí, es entendible. Si no se enojara, debería quedarse en su casa. Si el Licha Martínez o el Cuti Romero hubieran estado mal, ingresaba Otamendi. Eso me gusta, que Scaloni no duda y la tiene muy clara. En la final de la Copa América no me gustó cómo jugó Argentina, para nada, pero la ganó y listo, no voy a estar analizando una final. Las finales se ganan.

- ¿Con Bielsa como entrenador pasaba lo mismo o lo cuestionaban un poco más?

- Si la hubiera ganado Bielsa, todos los programas de TV estarían analizando un poco más el juego, más allá de haber ganado el título. Porque somos así de masoquistas los argentinos.

- ¿Qué te pareció la conferencia de prensa de Bielsa durante la Copa América cuando criticó a la organización del torneo y enfrentó a la prensa uruguaya?

- Me encantó, porque el tipo es loco, pero no boludo. Y no lo dijo antes porque sino Uruguay se hubiera ido mucho antes del torneo. Lo que valoro mucho es que bancó a sus jugadores y nadie salió a decir que no tenía la razón. Muchos dicen que estuvo mal al hablar luego de la derrota contra Colombia, pero nadie hizo referencia a lo que dijo, que fue todo cierto y sincero.

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