El sol ya se asomaba por el horizonte qatarí y el Barwa, que fue por este mes una porción de territorio argentino en Doha, seguía siendo el corazón del país lejos de casa. El sector que fue una especie de conquista albiceleste de un territorio extranjero durante las semanas del Mundial. Las preguntas por los grupos de Whatsapp que se armaron en Qatar se replicaban: “¿Dónde se festeja el título?”. Y no había muchas dudas.
Más de 500 personas coparon la calle del Cluster Q de este complejo de edificios durante varias horas. Banderas, alcohol, cumbia y todos los temas de cancha que retumbaron en las tribunas. Definitivamente este sector de Qatar mantuvo una especie de legislación argentina en un país donde la restricción de alcohol hace casi inalcanzable una lata de cerveza y las manifestaciones en la vía pública no están permitidas. Esas normas rigieron fuera del Barwa, porque adentro se vivió como si fuese Buenos Aires, Tierra del Fuego o Corrientes.
“Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, ya somos campeón mundial”, fue la adaptación espontánea de los argentinos que quisieron seguir de fiesta interminable después de ganar la tercera Copa del Mundo de la historia del país. Era imposible evadir la alegría tras adueñarse de la que, seguramente, haya sido la final mas electrizante de las 22 disputadas hasta ahora.
Whisky, vodka, cerveza, fernet... El alcohol se multiplicó en el callejón de este especie de barrio similares a los monoblocks argentinos que fue elegido por muchos compatriotas por su precio: costaba unos 80 dólares la noche y fue el más barato que se podía elegir. Inclusive algunos, ya con la billetera ahogada tras pasar tantos días en este país, hicieron algunas trampas para subsistir y compartieron ese habitáculo preparado para dos personas entre varios más sin que las autoridades lo supiesen.

El Barwa se convirtió en una especie de mito. Esas piezas con wifi, aire y dos camas fueron el hogar argentino en Qatar. Y no había duda que si alguien quería seguir celebrando debía cubrir el viaje de más de una hora desde el corazón de Doha para encontrarse con más argentinos deseosos de extender la alegría.
Exaltados, transformaron los gigantescos cestos de basura en escenarios improvisados y hasta dispararon en varias ocasiones unos matafuegos en plena calle. Las fuerzas del orden, que pararon un patrullero a unos metros para evitar el paso de los autos, evadieron lo que sucedía. Entendieron, quizás, que esta gente que viajó más de 24 horas desde sus tierras solamente querían explotar su algarabía. Mientras tanto, el pedido para conseguir alguna lata de cerveza o una botella de fernet por grupos de Whatsapp se replicaba. Y los extranjeros se acercaban a filmar el último show que iban a ver de estos locos argentinos que cantan durante horas por el fútbol.
Pasadas las 6 de la mañana del país anfitrión de la Copa del Mundo, la celebración estaba lejos de acabar. Por más que muchos abandonaron Qatar apenas se terminó la épica victoria ante Francia, otros tantos que se quedaron eligieron el Barwa para vivir sus últimas horas mundialistas. El transporte público encontró a distintos argentinos que no tuvieron problemas en hacer ese eterno viaje después de un día agotador –que arrancó casi un día antes con la incesante búsqueda de tickets– con tal de cantar aunque sea por un rato el “muchachos” que se convirtió en un himno o el “que de la mano de Leo Messi”. Somos campeones del mundo y así se celebró.

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