El grupo no es puro grupo. La unión se suele ponderar en el triunfo y ridiculizar en la derrota, aunque siempre se rinde mejor cuando hay armonía. Hay ejemplos de equipos que han salido campeón del mundo con internas, por supuesto. Pasa por acercarse al ideal en ese intento de ganar. Sabella solía hablar del plus que uno da cuando tiene un compromiso emocional con el líder. No significa ir a menos si no hay un buen clima, sino que en cualquier ámbito hay un segundo esfuerzo cuando se percibe el sentido de pertenencia, la admiración y hasta el cariño por el compañero. La Selección primero armó un grupo y después potenció un equipo. La nueva camada cobijó a Messi para después caminar de su mano. Ahí está otro de los enormes méritos de Scaloni, quien ya en su época de jugador era muy valorado por su espíritu positivo puertas adentro. Fue importante ver a los jugadores todos juntos de acá para allá, de vacaciones o para festejar algún cumpleaños en Ibiza. Aunque vale aún más la foto de todos unidos en la derrota. Siempre que se pierde suele surgir un sálvese quien pueda, se desnudan algunas miserias. Pasó en la primera ronda fea de Rusia 2018. No se repitió después del debut con Arabia Saudita en Qatar. Es destacable que no se haya dado ningún ruido interno. Hubo jugadores que perdieron la titularidad, algún histórico que bajó de nivel, estrellas que miraron desde el banco, pero todos hicieron un respetuoso silencio.
Carlos Bianchi solía decir que “la armonía son puntos en la tabla”. Cuando aparecía alguna interferencia en la línea, él actuaba como un gran gerente. La Selección camina por esa línea. Siempre hay jugadores que tienen más afinidad entre ellos, es lógico en una convivencia de 26 personas. Más es un ambiente en el que se debe domar el ego negativo. Acá no se vieron así adentro, ni se los cuestionó afuera. La mirada del hincha generó mucha empatía con el equipo, una enorme conexión. La Copa América fue determinante porque había una generación, los menores de 30, que no había visto nunca ganar a Argentina. Las cuentas de Instagram de los jugadores, entonces, no tuvieron que poner ningún filtro. Se volvió a descubrir sin problema una mesa chica que ahora integran Messi, De Paul, Papu Gómez, Paredes, Di María… Estaba Lo Celso hasta la lesión. Y Agüero, el compañero de pieza histórico de Messi. No fue casual ver al Kun el otro día dentro de la cancha festejando con sus (ex) compañeros, el stream impresionante con ellos antes del partido con Países Bajos, ni que permanezca en un grupo de WhatsApp con el resto. Fue totalmente merecido que haya podido celebrar desde adentro la Copa América 2021. Agüero se sacó la espina después de haber pertenecido a otro gran grupo que no ganó. A los Mascherano, Higuaín, Lavezzi, se los descalificó con la frase el Club de Amigos. Ahora La Bandita, como bautizó el carismático Papu Gómez, dio la vuelta olímpica y no tiene contra. Ellos, sin proponérselo, vengaron al viejo grupo. No fue porque sí: todos se sacaron fotos con Messi, Di María, el Kun y Otamendi, los cuatro históricos, después de consagrarse en el Maracaná.
Hoy, también es cierto, se generó otra empatía con la gente. El hincha de la Selección es muy especial y le soltó la mano a aquel equipo en el camino de las tres finales perdidas. Puede ser que algún gesto desde adentro no haya gustado, pero muchísimas veces vi a Messi salir de un hotel a saludar a los chicos, en Córdoba o en Rusia, y en esos tiempos igual se lo atacó. Quedó lejos, como si fuera de otra vida. En el Mundial de Brasil, hace apenas ocho nomás, apenas dos Copas, la gente acompañó a pleno en Brasil. Hubo banderazos históricos en Copacabana y una identificación tremenda con Mascherano. O con Chiquito Romero después de los penales con Holanda. El propio Messi, con memoria y sensibilidad, valoró a aquellos subcampeones del mundo adentro y afuera de la cancha con la mejor coincidencia. “Ahora veo cosas muy parecidas al 2014, a nivel de grupo sobre todo. Este plantel es similar a aquél, donde nos llevábamos bárbaro. No veíamos la hora de que llegaran los partidos de la Selección para estar juntos. Nos quedaba corto el tiempo”, le confesó Leo al Pollo Vignolo, antes del Mundial, en la entrevista que le hizo en su casa en París para Star Plus. Messi llegó más tarde y se esforzó para integrarse a este grupo. Ahí le dio mucho mérito a Scaloni en el armado. Hasta los entrenadores más estrategas saben que buen manejo de grupo mata táctica. No hay pizarrón que pueda imponerse a un jugador que no mire a los ojos al DT.
No hace falta que un equipo sea la Familia Ingalls, en todo caso. Puede haber alguien muy ansioso por jugar más y sería lógico, humano, aunque no implique un cortocircuito. Paulo Dybala, por ir al ejemplo puntual, se acostumbró al trato vip en Italia, fue capitán de la Juventus en tiempos de Cristiano Ronaldo. Igual en Qatar se ve que apoya a su compañeros, canta en la cancha, toma mates con De Paul y el resto con buena cara, aun cuando no haya jugado ni un minuto en cinco partidos. Rodrigo es alguien que conecta, que une puertas adentro y que fue clave para integrar a Messi. Scaloni, el entrenador que se hizo definitivo con gran parte de esta generación, también gestiona desde su lugar. Él siempre fue jugadorista, desde que surgió en los inolvidables Juveniles de Pekerman. Apuesta a la buena vibra y hasta los liberó un día después de los partidos para que se relajen en familia. Esa medida también sirvió para dosificar los tiempos de un día a día que cada vez tiene más ansiedad antes de partidos trascendentales. Ya lo escribió alguna vez el gran Alejandro Dolina: “Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con amigos, que la victoria con extraños o indeseables”. La Selección demuestra, como él dice, que se juega mejor con amigos.
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