* Enviado especial a Doha, Qatar
Ya habían pasado las enormes sonrisas de los futbolistas de Arabia Saudita hacía varios minutos. Música, saludos a los periodistas amigos y un clima eufórico que coincidía con lo que se vivía en la estación de metro que sacaba a los hinchas de ambos países del estadio. La marea verde dominó el subte en la Estación Lusail con una dedicatoria constante a Lionel Messi. Y no era para menos: el equipo de Hervé Renard acababa de conseguir uno de los triunfos más importantes de su historia. Mientras tanto, la selección argentina todavía intentaba digerir puertas adentro uno de los cachetazos recientes más dolorosos. La caída limpia al vacío de un equipo que sólo conocía del ruido del éxito desde el 2 de julio del 2019.
La sala de prensa esperaba impaciente. El tono apesadumbrado de los periodistas argentinos contrastaba con algunas muecas de sonrisa de enviados españoles o brasileños, con la sensación de felicidad lógica de todo futbolero tras ver tropezar de este modo a un rival directo en el sueño del campeonato. Y los jugadores no salían...
Julián Álvarez, Enzo Fernández y Thiago Almada encabezaron la fila india que continuaría con Franco Armani. El siguiente grupo, algunos metros más atrás, estuvo encabezado por un Rodrigo De Paul mascando chicle como si eso le permitiese sacar la furia contenida por el mal partido que transitó. El del Atlético de Madrid tenía los ojos vidriosos más de bronca que de congoja. Como aquel que contiene tanto el enojo a punto tal que el color rojo inunda toda la vista. Apenas una mueca de lógica respuesta dio cuando algunos cronistas intentaron sacarle una declaración. Era obvio el camino: se marcharían sin hacer declaraciones. Así lo repitieron aquellos que venían a sus espaldas, Leandro Paredes, Exequiel palacios, Germán Pezzella, Ángel Correa, Paulo Dybala, Alexis Mac Allister, Gerónimo Rulli, Juan Foyth, Nicolás Tagliafico, Cuti Romero, Lisandro Martínez, Lautaro Martínez, Guido Rodríguez, Nicolás Otamendi, Nahuel Molina y Gonzalo Montiel.
Los más grandes fueron los encargados de dar la cara ante el público. Alejandro Papu Gómez y Ángel Di María pasaron ante los micrófonos de aquellos medios que estaban en un sector especial del corralito. Hablaron y siguieron el frío camino del extenso laberinto que arma la FIFA para que se posicione la prensa. El del Sevilla lanzó una especie de maldición al aire cuando giró y vio la cantidad de periodistas que pretendían sacarle una declaración. Se negó con respeto, mientras apuraba el paso.
Mientras tanto, era el Dibu Martínez el que atendía a los medios en inglés, ya que la organización acomodó primero a los periodistas integrantes de las cadenas propietarias de los derechos en todo el mundo, luego a los cronistas árabes, seguidos por los de habla ingles y luego los hispanoparlantes. El arquero de Aston Villa, de largo recorrido en territorio británico, permaneció varios minutos. Y fue el único que decidió parar ante los medios argentinos que lo esperaban en el final del caminito.
“Es un partido. Veníamos de 36 partidos invictos. Hoy te toca en un Mundial una derrota y obviamente te va a doler. Pero sabemos que tenemos grupo para sacarlo adelante. Hay que ganar los dos partidos que quedan, obviamente va a doler, es algo normal, pero sabemos que tenemos dos finales por delante ahora. Nos pegaron dos cachetazos, los dos goles, y no no lo supimos sacar adelante”, analizó el arquero que hoy perdió su primer partid desde que arribó a la selección argentina, al igual que varios de sus compañeros. Y agregó ante los micrófonos de Infobae: “Es fútbol, alguna vez tenés que perder. Mejor ahora que más adelante, eso es lo que decíamos con los chicos. Obviamente hoy nos va a doler, pero mañana nos levantamos y vamos a jugar la final el sábado”.
“Todavía estamos tragando esta derrota. Lo único que nos queda es ganar el sábado. Messi siempre nos da aliento, obviamente no se les dieron las cosas, no solamente a él, sino a todos nosotros. Pero es un líder que tenemos y nos va a sacar adelante”, especificó sobre el mensaje que alimentó el capitán puertas adentro durante la estadía de más de una hora que tuvieron en el vestuario.
Sin embargo, evitó buscar culpas en factores externos: “El VAR es igual para todos. Nos dio el penal y nos sacó tres goles. Es para todos”.
El último en salir, acompañado por el encargo de prensa de la AFA Nicolás Novello y mientras lo esperaba el preparador físico Luis Martín al final del sendero, fue el capitán. Messi respondió las consultas de la TV argentina, pero también se hizo un hueco para enfrentar varias preguntas de los medios ingleses. Luego continuó su camino en silencio, deteniendo solamente su paso para sacarse una foto con un acreditado que quiso tener su souvenir de esta jornada.
Mientras tanto, la bronca en los hinchas argentinos perduraba. En los grupos de Whatsapp que armaron fanáticos albicelestes hospedados en Doha resonaban dos temas: incitar un banderazo en apoyo de la Scaloneta y algunos lamentos por cómo los hinchas de Arabia Saudita lograron dominar en el cancionero de Lusail.
Los seguidores de los Hijos del Desierto se hicieron notar en las tribunas con un aliento por momentos ensordecedor que tapó casi siempre los gritos de los hinchas argentinos que hicieron su esfuerzo, pero no pudieron imponerse a los grupos de Arabia Saudita que silenciaban con aplausos cada vez que la banda nacional coordinaba un tema en el gigantesco estadio con capacidad para 80 mil personas. Si bien a simple vista parecía existir un equilibrio de colores, tuvieron una ventaja: los grupos estaban ubicados casi todos en los mismos sectores lo que facilitaba la coordinación y le daba mayor resonancia.
También se notó esa locura cuando avanzaban los minutos con el 2-1 en el marcador. Filmaban a los argentinos que tenían cerca y enloquecían con cada despeje de su equipo. A punto tal llegó la euforia que en las butacas de prensa una persona sacó una bandera de Arabia Saudita impidiendo ver cada ataque de Argentina sobre el eterno tiempo adicionado en un sector en el que había algunos apellidos ilustres como Diego Latorre, Oscar Ruggeri y Esteban Edul, entre otros. Lograron hacerlo sentar varias veces, pero siempre volvía a pararse obturando la vista. Hasta que una decena de argentinos lo empezó a silbar para que se bajara una vez más y hasta el propio Ruggeri, que se sumó al pedido de sus compañeros de zona, perdió por unos segundos la estoicidad que había mantenido a lo largo de más de 90 minutos a pesar de que tenía el ensordecedor griterío de Arabia en su espalda.
Es hora de dar vuelta la página. El capitán dijo que hay que confiar. Y cómo no creer en la palabra del capitán.
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