
River y Boca. Boca y River. No es una remake de la final de la Copa Libertadores 2018 en Madrid. Hoy los dos colosos del fútbol argentino están cara a cara, mano a mano, en otra definición. Esta vez será por la Superliga, el torneo doméstico que tanto desean los seguidores de Gallardo y que el Xeneize, el campeón de tres de los últimos cuatro torneos largos, quiere desbancar. Quedan dos fechas, seis puntos en juego y tres de distancia entre los protagonistas. ¿Quién se coronará?
La historia marca varios antecedentes de este duelo entre los dos gigantes, que no los tuvo en la etapa amateur de nuestro fútbol y que se remontan por primera vez a la década del 40. Tiempos de La Máquina en River y de esa brillante línea media de Boca con Sosa, Lazzatti y Pescia. En 1943, se fueron intercambiando la punta en la segunda rueda y, a dos escalones del cierre, Boca se encontraba un punto por encima de River y mantuvo esa diferencia ganando sus dos juegos: 4-3 a Gimnasia LP, como local, y 2-0 a Ferro, en condición de visitante. De nada sirvieron los triunfos que logró su rival en las mismas fechas. Al año siguiente se repitió la escena. Los de la ribera le sacaban cuatro puntos (épocas de dos por partido ganado) a tres fechas del cierre, pero en las siguientes dos sólo sumó empates y el Millonario triunfó en los suyos, por lo que la diferencia, previa a la última jornada era de dos unidades. A Boca le tocó cerrar de local en la cancha de River (con todo el morbo que eso significaba) ante Racing y la Banda fue a Rosario ante Newell’s. Le alcanzaba un punto a los dirigidos por Alfredo Garasini, sin embargo, golearon a la Academia y se llevaron el bicampeonato. River hizo su parte (ganar) pero no le fue suficiente.
Nada pasó en los años 50, donde Boca sólo obtuvo un título (1954) y River comenzaría con su calvario de los 18 años de sequía. Para el torneo de 1962 llegará una épica por el lado de Boca. Con un sprint final de siete victorias consecutivas (por caso, hoy los de Gallardo llevan seis al hilo) se alzó con la gloria en la última fecha en un palmo a palmo con el Millonario, al que en la anteúltima, lo venció en la Bombonera con gol del brasileño Valentim y un penal atajado por Antonio Roma a otro brasileño, Delem. Ahí le sacó la luz de dos puntos para dar la vuelta en casa tres días después, ante Estudiantes con una goleada 4-0.

Tres años adelante, en 1965, casi fue un calco de la gesta de 1962, con el Xeneize aproximándose a la punta en el último tramo del campeonato y un nuevo Superclásico para que defina quién mandaría. Fue victoria otra vez, también en La Boca (ahora 2-1), se separó dos puntos de los de Núñez y, a pesar de no sumar los cuatro restantes (faltaban dos fechas post cruce entre ellos), River no pudo con sendas victorias (Huracán y Argentinos) emparejarlo y finalizó escolta con un dramático punto de diferencia. Para el final de la década se produjo otro hito. El Nacional 69 mostró en su fixture que la última jornada sería el clásico de Argentina. Boca le llevaba dos puntos y viajó al Monumental a conseguir el punto de campeón (un triunfo de River le resultaba pasar a un desempate). Lo logró con un 2-0 parcial en la primera etapa (fue 2-1) le dio aire para que el empate final 2-2 sirviera para dar la vuelta en el mismísimo escenario de Núñez.
La década del 90 y la primera de este nuevo siglo mostraron escenarios un poco más parejos y River pudo también tener su “sabor a venganza” con el equipo de élite que comandaba Ramón Díaz, campeón de la Libertadores en 1996, bicampeón en la temporada que se iniciaba a mitad de ese año alzando los dos torneos cortos en juego y, la frutilla del postre, alcanzar el “tri” en el Apertura 97 dejando a Boca segundo. A Boca no le fue “útil” como en años anteriores ganarle el clásico (el del último partido de Diego Maradona con la azul y oro) porque luego, con nueve fechas por delante y siendo líder, no administró esa ventaja, la perdió, y corrió de atrás a River. Sin embargo, llegaron a la última fecha con tres puntos por encima los del Pelado riojano. Hicieron su parte y apabullaron a Unión de Santa Fe, pero River sumó el punto que necesitaba ante Argentinos y ahora la rueda había girado: campeón una unidad por encima de su eterno rival.
El Clausura de 2004 fue otro golpe del Millonario, con Leo Astrada, un riñón del club, al mando. El quiebre se dio en la Bombonera con gol de Cavenaghi y el asalto a la punta (una unidad por arriba) gracias a ese 1-0. Restaban cinco fechas pero se definió en la última con otra parda por parte de River (ante Rafaela) y Boca, con chances, cayó en el Nuevo Gasómetro ante San Lorenzo.
Previamente, en el Apertura 2000, con Boca trayendo la Intercontinental de Tokio, vencedor del Real Madrid, el Xeneize de Bianchi pudo, no sin susto, sostener su andar y en la penúltima fecha mantuvo una diferencia de dos puntos pese a ser derrotado por Chacarita y agradeciendo el 1-1 que marcó Derlis Soto para Huracán en el Monumental. En la jornada final, el 1-0 en la Boca ante Estudiantes le dio el título, aunque no terminó siendo determinante porque el Millo perdió con Lanús en el sur.
Llegamos a hoy. A mañana, más precisamente, cuando Boca “sin margen de error” como viene declarando su entrenador Miguel Ángel Russo, debe triunfar ante Colón en Santa Fe para no darle el respiro que necesita River cuando reciba, el sábado, a Defensa y Justicia. Esos tres puntos que los separan pueden deparar en campeonato para uno o para otro, o, en una final desempate, que no será la de Madrid de hace 15 meses, pero que traerá a la memoria la del Nacional 1976, esa que fue única por más de 40 años para definir un título entre ambos. Esa del gol “fantasma” (que ya no es tal) de Suñé en cancha de Racing. ¿Se repetirá? ¿Le tocará a River esta vez?
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