Fue un final de fiesta perfecto que coronó una semana inolvidable. Ayer a la noche, cuando aún no había pasado 24 horas de la inmensa ceremonia del retiro de su camiseta 20, Manu volvió a sorprender a sus más íntimos. Esta vez con una cena de despedida en una vieja usina de San Antonio ahora reconvertida en trattoria. Allí, sobre una terraza al aire libre con vistas al River Walk (el Paseo del Río), reunió a familiares y amigos, entre ellos los siete de la Generación Dorada que vinieron para el homenaje, en un encuentro donde las fuertes sensaciones vividas la noche anterior dieron paso a un ambiente distendido y alegre. Y como gran anfitrión, recorrió mesa por mesa para dialogar con cada uno de los 40 invitados. Manu quería terminar de agasajarlos luego de unos días en los que, además, con el nivel de minuciosidad que acostumbra, organizó actividades que hizo las delicias de todos. Como las carreras de kartings, donde Ginóbili fue uno de los más entusiastas.
Lo que no sabía Manu era que sus amigos también lo sorprenderían. Esta vez en el marco de esa cena de despedida y con una iniciativa acertada, divertida y a la que un Manu relajado se prestó con la misma entrega que cuando entraba a una cancha de básquet. Tras los postres, ya cerca de la medianoche, le dieron distintas prendas de vestir y varios accesorios para que se los pusiera. Una camiseta blanca de algodón, un pijama de dos piezas de color celeste claro, pantuflas, un par de anteojos antiguos, una gorra y una bufanda, ambas de color beige. Obediente se colocó toda la ropa para terminar de conformar un Manu con una imagen muy oportuna para la ocasión. El resultado, una vez con el atuendo completo sobre su metro 98, fue un jubilado Ginóbili hecho y derecho. El disfraz le quedó pintado. Los amigos habían conseguido su cometido entregándole un momento más de disfrute que hacía referencia su reciente retiro y "jubilación" pero también que también lo desafiaba a pensar en su futuro.
No fue la primera vez que Manu utilizó un disfraz. En otra oportunidad, y por iniciativa propia, sucedió cuando al cumplir un año de casado en 2005, en otra reunión íntima y con los suyos, organizó una fiesta de disfraces en la que, aprovechando su nariz tan característica, se disfrazó de Pinocho, mostrando un aspecto que todos ponen de relieve que es su sentido del humor y de bromista por naturaleza.
Tras quedar como "jubilado" no tardaron en llegar las fotos de rigor para que luego el propio Manu, cerca de la medianoche, cerrara el encuentro. Esta vez, con pocas palabras, agradeció a todos por haberlo acompañado y les dijo que valoraba que cada uno de ellos hubiera hecho un parate en sus actividades para estar en un momento tan especial para él y que fue muy importante tenerlos cerca. Sólo por dar un ejemplo, Scola llegó a San Antonio desde China tras un largo periplo para permanecer unas pocas horas. Lo escucharon su esposa Many y sus hijos, sus padres "Yuyo" y Raquel, sus hermanos Leandro y Sebastián, su tío Raúl y su esposa Betty, sus amigos de Bahía Blanca, su representante Carlos Prunes y sus colaboradores, Nocioni, Pepe Sánchez, el mencionado Scola, Gaby Fernández, Alejandro Montecchia,Pablo Prigioni, Fabricio Oberto y otros de su círculo más cercano.
Lo de las "pocas palabras" cuando se dirigió a todos fue festejado especialmente por su hijo Dante, uno de los mellizos de ocho años, que al término del homenaje del jueves, le dijo a Manu: "Papá, ¿por qué hablaste tanto? -por los 19 minutos de su discurso- Cuando yo esté en la NBA lo único que voy a decir es 'me gustó estar en la NBA y muchas gracias'". Anécdota muy recordada anoche y que pinta de cuerpo entero a este otro Ginóbili, uno de sus herederos, que ya siente pasión por el básquet y que lleva en sus genes la impronta de su papá.
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