Opinión: debates en el mundo por “la política de cancelación” y la guerra en las redes

Mientras convivimos con una crisis sanitaria sin precedentes en más de 100 años, la revolución digital continúa a pasos agigantados y deja a la sociedad a las puertas de un mundo distinto del conocido.

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"En las redes sociales se viven tiempos de total intolerancia e incomprensión. Escuchamos a quienes coinciden con nuestro propio pensamiento y el otro es un enemigo del calibre del COVID-19", sostiene el autor de la nota. Foto: AFP.
"En las redes sociales se viven tiempos de total intolerancia e incomprensión. Escuchamos a quienes coinciden con nuestro propio pensamiento y el otro es un enemigo del calibre del COVID-19", sostiene el autor de la nota. Foto: AFP.

Si nos esforzamos por salir unos minutos del estrés de la pandemia, de su volumen comunicacional y del arsenal de sentimientos que provoca en cada uno de nosotros, podremos concluir que este tiempo excepcional seguramente dará forma y músculos a buena parte del siglo que transitamos. Se generan en él dos tendencias enfrentadas: por un lado, el avance sin límites de la ciencia y la tecnología a niveles que apenas llegamos a vislumbrar y, por el otro, un regreso a ideas conservadoras, al recorte de libertades y a otros fetiches que parecían superados hace décadas.

Analicemos las ideas vinculadas al desarrollo exponencial del momento: la acelerada irrupción de aspectos tecnológicos y científicos se asemeja, y quizás supera, a los adelantos que, paradójicamente, vinieron de la mano de las dos grandes guerras del siglo XX. Además de muerte y destrucción, las guerras dejaron como herencia adelantos para la vida cotidiana de la sociedad de la época, que se contabilizan de a miles y llegan aún hasta nuestros días. Así que, mientras convivimos con una crisis sanitaria sin precedentes en más de 100 años, la revolución de la inteligencia artificial continúa a pasos agigantados, como nunca, movilizada por la propia pandemia. Estamos a las puertas de un mundo distinto del que conocemos, si no es que ya ingresamos en él.

En simultáneo y de manera inequívoca, las sociedades retroceden a diario, ceden sus libertades y muchas caen en las redes del autoritarismo de turno, aislándose y viendo afectada la privacidad de sus datos personales; al mismo tiempo, la cooperación global va decreciendo cada vez más, lo que da a las organizaciones multilaterales muestras de su reiterada ineficiencia. El mundo de hoy se caracteriza por la ausencia de estructuras verticales, por la presencia de situaciones desbordadas y por la individualización de condiciones arcaicas, intolerables y con nidos de desigualdad que el ciudadano rechaza de manera visceral. Ese ciudadano global se ha convertido en su propio comunicador, no responde a liderazgos que no lo representan y genera el caos sin proponérselo y de manera natural. Los dirigentes no tienen con quién dialogar en los momentos de tensión, insertos en un tejido social que se distancia de la política y se representa a sí mismo. Entonces, nos enfrentamos a opciones contrapuestas y complejas, que moldearán seguramente los próximos años. Ello se manifiesta como nunca en las redes, lugar donde se viven tiempos de total intolerancia e incomprensión. Escuchamos tan solo a quien coincide con nuestro pensamiento y “el otro” es un enemigo del calibre del propio COVID-19. Es la reunión de la manada de iguales y el descarte y la persecución del diferente. Al respecto, es muy esclarecedor el documental El dilema de las redes sociales (Netflix, 2020), donde los propios creadores y expertos alertan sobre un presente dramático y un posible futuro de catástrofe humanitaria.

Desde Bill Gates hasta Taylor Swift, distintas personalidades fueron sometidos a la cultura de la cancelación. Foto: Archivo DEF.
Desde Bill Gates hasta Taylor Swift, distintas personalidades fueron sometidos a la cultura de la cancelación. Foto: Archivo DEF.

No debemos dudar que, en estos tiempos de grandes cambios, el individuo autoconvocado, agobiado y agotado por las injusticias, la marginación y la segregación de siglos, sienta que ha llegado su hora, la hora de no estar ausente del reparto.

Por el mismo camino, circula entre los jóvenes en las redes lo que se ha definido como “política de cancelación” (conocida como cancel culture en EE. UU.), y ello se aplica a personalidades o famosos indiscutidos que dan un paso en falso en sus ideas o declaraciones, como también a quienes tienen conductas cuestionables o simplemente se apartan de lo políticamente correcto. Esa “cancelación” consiste en un ataque feroz que no distingue al individuo de su obra y que consiste en hacerlo “desaparecer”, retirarle el apoyo en las redes, en lo moral, social y digital, incluso en toda actividad que desarrolle. Actúan aquí fundamentalmente minorías de siglos de postergación, como los movimientos “Me Too” o “Black Twitter” y otros descartados históricos. La lista de quienes sufrieron ataques globales a través del poder infinito de las redes sociales –Twitter, Instagram, Facebook, Youtube, TikTok o Twitch– incluye a idolatrados talentos y a personalidades del jet set o de la cultura sin discusión de los logros o capacidades. Algunos, con justificado rechazo social por su conducta, y otros, tan solo por discutir u opinar contra la consigna del momento o la corriente de moda. Pasaron por ahí desde Bill Gates hasta Woody Allen, Cristiano Ronaldo, Kevin Spacey, Michael Jackson, Taylor Swift, la escritora J. K. Rowling, el youtuber Logan Paul o el productor Harvey Weinstein, además de una infinidad de personajes conocidos dentro de cada país. Se trata de un sistema rápido de “justicia mediática” en el que, con un método no tradicional, el ignoto individuo desde su casa se suma a millones y genera un poder destructivo extraordinario. Esta situación, no menor, ha creado un debate intensísimo, en el que se mezclan casos atendibles y justos con otros superficiales y aleatorios: confundir al individuo con su obra y generar zozobra en instituciones y claustros. Lo ocurrido llevó a que 150 destacados e indiscutidos intelectuales y académicos de la talla de Margaret Atwood, Martin Amis, Salman Rushdie y Noam Chomsky, entre muchos otros, publicaran una carta abierta en la famosa revista Harper’s, con el título “Sobre la justicia y el debate abierto”. En ella, si bien dan por sentado que adhieren a las protestas sociales y participan de ellas, como también de la batalla por la igualdad y la inclusión, alertan a la sociedad mundial a que mantenga el debate abierto y a que exista la tolerancia necesaria para aceptar las diferencias. Es que, finalmente, volvemos a lo mismo: son tiempos de extrema complejidad, que además conviven con una etapa de alumbramiento de nuevos –y en muchos casos justos– paradigmas que llegaron para quedarse de forma definitiva en el diseño social de las décadas por venir.

Gorriz dice: "Hay un clima de fin de época y existe una confrontación permanente, entre quienes ostentaron durante siglos un poder omnímodo y las corrientes de excluidos. En el hoy, prima en el extremo de ambos sectores la incomprensión absoluta". Foto: Archivo DEF.
Gorriz dice: "Hay un clima de fin de época y existe una confrontación permanente, entre quienes ostentaron durante siglos un poder omnímodo y las corrientes de excluidos. En el hoy, prima en el extremo de ambos sectores la incomprensión absoluta". Foto: Archivo DEF.

Todos los acontecimientos relatados previamente ocurren hoy y durante este proceso pandémico que afecta a toda la humanidad. Lo que pasa es que el COVID-19 ha puesto en evidencia algo sabido, aunque quizás de forma fragmentada: la extrema vulnerabilidad de miles de millones de personas en el mundo amenaza la estabilidad global con un nuevo aditamento que crece día a día, alimentado por el encierro y el temor a la muerte. Hay un clima de fin de época y existe una confrontación permanente entre quienes ostentaron durante siglos un poder omnímodo, definido por muchos con la simplificación “blanco y masculino”, y las corrientes de sectores vulnerables y excluidos durante siglos por cuestiones de género, de raza o religión, gays, pueblos originarios o grupos migrantes sin derechos. En el hoy, prima en los extremos de ambos sectores la incomprensión absoluta, el rechazo feroz y un discurso de odio. Es a partir de ahí que cada día hay más conciencia del poder individual y de la multiplicación espontánea de ese poder sin líderes, partidos políticos ni conducción alguna.

En esta realidad, que muta a cada hora, es difícil predecir qué ocurrirá cuando, vacuna mediante, la pandemia sea un tema que haya dado vuelta su página. Lo que sí está garantizado es que, con la recuperación de nuestras libertades, también habrá una tumultuosa época de exigencias y cambios sociales impostergables, donde veremos si la dirigencia mundial puede conducir ese fenómeno masivo, o si serán la convulsión y la violencia las que dominarán ese futuro por venir.

Ojalá la cordura y el sentido común, de unos y otros, nos lleven en paz a ese objetivo deseable.

*Esta nota fue escrita por el director de DEF

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