
El 16 de diciembre de 2025 se celebra el 250 aniversario del nacimiento de la escritora británica Jane Austen, una mujer que, paradójicamente, no fue tan ampliamente conocida en su época y publicó sus novelas de forma anónima.
De hecho, la primera de ellas, Sentido y sensibilidad (1811), se presentó escrita “por una dama”. La siguiente, Orgullo y prejuicio, salió firmada “por la autora de Sentido y sensibilidad”. Sin embargo, Austen alcanzó cierta popularidad entre las élites culturales en su tiempo y se corrió pronto la voz de quién estaba detrás de sus libros. Como ejemplo de ello, podemos citar la dedicatoria de “la autora” de la novela Emma (1815) al príncipe regente y futuro Jorge IV, quien le había expresado su admiración.
Sin embargo, su obra languideció en el olvido desde su fallecimiento en 1817 hasta la publicación de un volumen conmemorativo de la novelista por parte de su sobrino James Austen-Leigh, en 1869. Entre entonces y los años 40 del siglo XX progresó el reconocimiento de su obra por parte de la crítica y de un público lector culto. No obstante, no fue hasta la segunda mitad de ese siglo cuando sus novelas llegaron al gran público, mayoritariamente a través de películas y series. Hoy en día Jane Austen es más que una escritora: es una marca.
¿De dónde viene Jane Austen?
Para conocer el mundo de esta escritora, hemos de tener en cuenta, en primer lugar, sus orígenes familiares y sociales.

Austen pertenecía a la gentry británica, un grupo social rural que normalmente recibía rentas de sus propiedades y no tenía necesidad de ganarse el sustento a diario. Sin embargo, este no era el caso de la familia de la escritora. Su padre era un clérigo anglicano que no poseía propiedades y que completaba sus escasos emolumentos educando alumnos internos en la casa rectoral que le cedía la parroquia.
Cuando falleció su progenitor, sus hermanos tenían carreras profesionales y vidas independientes, pero ella, su madre y su hermana Cassandra carecían de hogar y rentas suficientes. Como consecuencia, tuvieron que abandonar la casa parroquial y deambular por varias residencias temporales.
Finalmente, su hermano Edward, que había sido adoptado por un pariente rico que poseía grandes mansiones en el sur de Inglaterra, le ofreció al grupo familiar una pequeña casita rural perteneciente a Chawton House (Alton, Hampshire). Esta casa hoy está abierta al público como museo, el Jane Austen’s House Museum.
Además, conviene recordar que en aquel momento histórico las mujeres de su grupo social debían atenerse a un código de conducta personal y público bastante restrictivo. Aunque muchas escritoras trabajaban y publicaban, escribir profesionalmente no estaba incluido en ese código –especialmente si se trataba de textos de ficción– y era mal visto. Por lo tanto, nadie en su entorno debía conocer que ella era novelista, aunque según fueron saliendo sus novelas, se convirtió, como dijimos, en un secreto a voces.

Todos estos datos arrojan luz sobre las dificultades que la escritora tuvo para escribir y publicar. Un dato simbólico es que, en el epitafio de su tumba en la nave de la catedral de Winchester redactado por su hermano Henry, nada indicaba que se trataba de la lápida de una escritora. Ya en 1870, su sobrino instaló otra placa en la que se indicaba la identidad literaria de quien allí estaba enterrada, y en 1900 se incorporaron por suscripción popular unas vidrieras conmemorativas. Ahora, en 2025, se acaba de erigir una estatua en honor de la autora en los jardines de la catedral.
Ayer y hoy
La escritora vivió entre los años 1775 y 1817. En términos históricos y literarios significa que estamos ante el período conocido, en el Reino Unido, como la Regencia –entre 1795 y 1837, aunque la regencia oficial que le da nombre solo abarcase de 1811 a 1820–. También fue el tiempo del desarrollo del imperio colonial, la Revolución industrial, la Revolución francesa y, en términos literarios, del romanticismo inglés.
El público de la época valoraba su crítica a una sociedad que no permitía cambios, aunque seguía considerándola una escritora conservadora y tradicional. Al mismo tiempo que los lectores criticaban anacronismos ridículos, valoraban la existencia de una sociedad que no optaría por los cambios radicales igualitarios propuestos por la Revolución francesa. Por ello, en el siglo XX se la leyó como una autora clásica. También se elogió su fina ironía y su crítica social, así como su capacidad para presentar las emociones humanas con el decoro necesario, enfatizando a menudo los modales de una sociedad ya caduca.
Pero… ¿cómo interpretamos sus textos hoy en día?
Pues ya en el último cuarto del siglo pasado emergió una visión más moderna de la escritora. Mientras sus coetáneos valoraban la libertad de las mujeres, siempre y cuando defendiesen el statu quo de las diferentes clases sociales, se empezó a plantear que sus novelas también podían ser feministas, ya que defendían un cambio sustancial en la situación económica y social de las damas.

Austen criticaba con aguda ironía la estricta sociedad patriarcal y clasista de su tiempo y abogaba por la libertad de elección de las mujeres en materia amorosa, pero incidía en que ellas estaban muy limitadas si carecían de una renta que les permitiese vivir.
Razón y corazón
Estamos pues, como hoy en día, ante la decisión de la prevalencia de la razón o del corazón en muchas de sus heroínas. Ella defiende que el pragmatismo y la libertad para enamorarse deben ir de la mano, no el romanticismo a ultranza poco realista.
En suma, su obra cuenta con tal complejidad y está sujeta a tantas interpretaciones que, al tiempo que se aprecia su escepticismo con los valores tradicionales de su tiempo, es interpretada como la escritora romántica por excelencia.
Desde finales del siglo XX, la producción de películas y series ha contribuido a la difusión de sus novelas y ha favorecido una consideración más romantizada de sus textos. Se idealizan las imágenes de la vida en la Inglaterra del siglo XVIII, con sus característicos bailes, campiñas, fiestas y ropajes, sin considerar globalmente las dificultades de muchos de los personajes y la crítica social que plantea la propia Austen.

Quizá ahora preferimos entregarnos al romance de sus novelas, pero no deberíamos olvidar la crítica cultural y social que planteaban.
* Catedrática de Filología Inglesa, Universidade da Coruña.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
Fotos: Reuters/ Suzanne Plunkett y archivo.
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