
Las pinturas con niños y niñas en situación de disfrute generan una sensación que es comparable a lo que en español no tiene traducción, pero que en danés o noruego se conoce como hygge, algo como placentero o confortable, en las pueriles expresiones locales. Esas imágenes delicadas, pero coloridas, sin saturación pero con tonos vivaces es la referencia estética más ajustada a esa sensación.
Hay una obra de John Singer Sargent que encaja exactamente allí. Tal vez sea la cercanía del verano, de las vacaciones estivales en este hemisferio, pero posarse sobre Clavel, lirio, lirio, rosa [Carnation, Lily, Lily, Rose] reconforta en cualquier situación.
Entre las salas de la Tate Britain en Londres, sobresale esta pintura que fue pintada entre 1885 y 1886, pieza ha sumado elogios y atención. La obra capta una escena al aire libre que refleja la precisión técnica y el dominio del color del artista estadounidense.
La composición presenta a dos niñas rodeadas de lirios, rosas y claveles, en un jardín iluminado por la luz tenue del atardecer y encuendiéndo faroles de papel. Según describe la galería Tate, Sargent descubrió la escena que lo inspiró durante un viaje por el río Tamesis en bote.

Tras ello, quiso reproducir la escena y recurrió a modelos reales para dar autenticidad a la escena, y pintaba con luz natural tras varios intentos hasta lograr la atmósfera deseada. La pintura destaca la destreza de Sargent para representar efectos lumínicos y matices cromáticos, así como la atmósfera casi fotográfica que lo caracteriza. La elección de flores como motivo central responde a una tendencia de la época victoriana hacia el simbolismo floral en el arte.
El título procede de la canción popular inglesa The Wreath, por lo que la elección del nombre y el motivo floral conectan la atmósfera visual de la obra con la tradición literaria británica asociada al romanticismo.
En la pintura se aprecian dos niñas vestidas de blanco encendiendo linternas de papel al anochecer, rodeadas de rosas rosadas, claveles amarillos y altos lirios blancos, probablemente de la variedad Lilium auratum.

Sargent evitó el uso de un horizonte o una línea horizontal definida, lo que contribuye a un efecto visual en que el espectador permanece al nivel de las niñas, pero sin formar parte directa de la escena.
Debido al avance del otoño, las flores naturales debieron reemplazarse por artificiales para mantener la coherencia visual de la imagen. El proceso continuó durante el verano siguiente en una nueva residencia del pintor Francis Davis Millet, donde Sargent concluyó el cuadro en octubre de 1886. Durante la creación, Sargent modificó el formato del lienzo, al que le cortó aproximadamente 61 centímetros del lado izquierdo, lo que le otorgó una apariencia casi cuadrada.
Hoy, el cuadro permanece como una de las piezas más visitadas y estudiadas en la Tate Britain de Londres, y continúa cautivando público que se acerca por su luminosidad, realismo y por la sensación de alegría que transmite.
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