Por qué la palabra “maquiavélico” no significa lo que muchos creen

El adjetivo surgió para describir el uso pragmático del poder, inspirado en las ideas del autor florentino contiene más matices y paradojas de los que reconoce el uso habitual

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“La naturaleza de los pueblos es inconstante, y es fácil convencerlos de una cosa, pero difícil mantenerlos convencidos”. Esta afirmación de Nicolás Maquiavelo en su ensayo El Príncipe ayuda a comprender por qué su apellido dio origen al término “maquiavélico”, empleado para describir actos astutos o calculadores en la búsqueda del poder, a menudo sin reparar en el componente ético de los medios utilizados. Este ensayo se puede descargar gratuitamente desde Bajalibros, en formato digital.

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El príncipe

Por Nicolás Maquiavelo

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Nacido en Florencia en 1469, Maquiavelo desarrolló una visión inédita sobre la política y su ejercicio durante el Renacimiento italiano, período atravesado por intrigas y conflictos constantes entre familias, estados y potencias extranjeras. Su obra más influyente, “El Príncipe”, escrita en 1513, expone recursos prácticos para gobernar y mantener el control. Reuters indica que, desde la publicación de este tratado, la figura de Maquiavelo se asoció con la política realista y calculadora.

El adjetivo “maquiavélico” se formó a partir del apellido del escritor. Al principio lo usaron sus críticos para identificar a quienes actúan sin escrúpulos con tal de preservar el poder. En el texto original, el autor describió situaciones propias de su época y recomendó estrategias que quitaban el velo moral al ejercicio del poder. Maquiavelo exploró el contraste entre política ideal y política real, una tensión que incomodó a sectores conservadores y religiosos de su tiempo.

En El Príncipe, Maquiavelo reflexionó sobre la eficacia política y la necesidad de mantener el poder, incluso si eso implica correrse de la ética convencional. Recomienda a los gobernantes “no apartarse del bien, pudiendo hacerlo sin peligro, pero sabiendo entrar en el mal cuando sea necesario”. Esta frase resume el pragmatismo del autor, aunque resalta la complejidad detrás de la lectura integral de la obra.

¿El fin justifica los medios?

Han existido interpretaciones y polémicas respecto al contenido de El Príncipe. Historiadores y críticos atribuyeron a Maquiavelo el axioma “el fin justifica los medios” aunque nunca aparece literalmente en sus textos. El historiador Isaiah Berlin advierte que una lectura atenta revela matices y prevenciones. La visión maquiavélica evolucionó en gran medida por las ideas que suscitó, más que por enunciados explícitos de su autor.

Retrato de Nicolás Maquieavelo, una
Retrato de Nicolás Maquieavelo, una manera de pensar la política ¿real?

Parte de esta confusión surgió del enfrentamiento entre la perspectiva pragmática de Maquiavelo y la moral religiosa dominante en los siglos posteriores a la publicación de su obra. Diversos teólogos y moralistas condenaron El Príncipe por su supuesta amoralidad, consolidando así el uso negativo de “maquiavélico”. En 1559, la Iglesia Católica incluyó los textos de Maquiavelo en el Índice de Libros Prohibidos, sanción que reforzó su asociación con el engaño y la falta de escrúpulos. Con el tiempo, el apellido Maquiavelo se convirtió en una expresión universal de manipulación política.

Ya en los siglos XVIII y XIX, el vocablo “maquiavélico” se instaló en el discurso político y literario de Europa y América. Se utilizó para calificar maniobras astutas o políticas basadas en la simulación. En el lenguaje coloquial, se emplea para denunciar conductas orientadas al beneficio propio, valiéndose de la inteligencia, la paciencia y la mentira como recursos legítimos.

Revisando El Príncipe, se observa cómo el autor estudió diferentes formas de gobierno, las vías para acceder al poder y los modos de conservarlo. Para Maquiavelo, la prioridad no era tanto el apego a valores absolutos, sino la eficacia y la supervivencia del Estado. El texto reconoce la utilidad de inspirar temor cuando hacerlo asegura el orden, y de elegir entre el bien y el mal según lo exija la coyuntura. El verdadero Maquiavelo es mucho más complejo que el estereotipo construido a partir de su nombre.

Hoy el adjetivo “maquiavélico” trasciende la política e incluso la literatura. Analistas contemporáneos lo utilizan para describir estrategias empresariales, maniobras diplomáticas o relatos de ficción en los que la inteligencia fría y los fines prácticos se anteponen a la honestidad. Pero, en opinión de especialistas, la obra de Maquiavelo constituye un estudio de la naturaleza humana y de las condiciones que permiten el ejercicio del poder.

A lo largo de los siglos, la recepción de Maquiavelo ha mutado. Los investigadores Quentin Skinner y Maurizio Viroli reivindican que Maquiavelo también promovió valores de competencia, prudencia y diplomacia, y no solo el cálculo frío. Su pensamiento se inscribe en la historia del humanismo político, con independencia de la simplificación posterior ligada a su apellido.

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