
La noticia fue una sorpresa, por lo inesperada: había alguien que reclamaba el departamento de Beatriz Sarlo, que murió en diciembre, y ese alguien era el encargado del edificio. No era un desconocido: el entorno de la intelectual argentina, una de las voces destacadas del pensamiento crítico en este país, sabía que en los últimos tiempos Alberto Meza la habia asistido y por eso tenía las llaves. Sin embargo, Meza tenía algo más: un par de esquelas en las que Sarlo lo dejaba a cargo de su gata y de esa casa. Escritas a mano. Meza se presentó con ellas a la Justicia alegando que era un testamento. La causa está abierta. Pero más allá de eso: ¿qué pasará con la obra, los libros de la autora? Ese es un riesgo que va mucho más allá de lo inmobiliario y sobre el que alertan los amigos de Sarlo.
No se puede hacer cualquier cosa con la propiedad intelectual. Las obras, los libros, tienen derechos que duran hasta 70 años después de la muerte del autor. Se heredan, como cualquier otro bien. A veces, los autores dejan establecido quién se ocupará de su obra, autorizará reediciones y traducciones, cederá -o no- ciertos textos para antologías. Cuando no, suele seguir el camino habitual de la herencia. ¿Y si no hay herederos? Van al Estado. Que fácilmente podrá disponer de un inmueble pero ¿se ocupará del devenir de unos escritos? Ahora, si la obra tiene derechos pero quien los tiene no se ocupa, simplemente queda parada hasta que esos derechos venzan. No podrían reeditarse los libros, nada. Sí, da un poco de escalofríos. Pero las posibilidades son muchas.
El punto es que Beatriz Sarlo se había casado en 1966 con Alberto Sato y nunca se divorciaron, aunque llevaban décadas separados y ella estaba en pareja con el cineasta Rafael Filippelli. Sato sería el heredero legal. Pero el juez Carlos Hugo Goggi, del Juzgado Civil N°91, atendiendo al reclamo del encargado y viendo la separación, entendió que Sato debía ser “excluido del derecho hereditario”.
Quien explica esto a Infobae es Adrián Gorelik, arquitecto, historiador, investigador del CONICET y uno de los amigos más cercanos de Sarlo. Este lunes, los amigos y colegas firmaron una declaración apoyando a Sato. Hablaban, justamente, de defender el legado.

“Lo que está en juego en el juicio sucesorio es algo mucho más importante que el departamento”, dice Gorelik. “Cuando nosotros respaldamos la presentación del ex marido de Beatriz, Alberto Sato, lo hicimos pensando, por un lado, en que la propiedad se podía utilizar, vendiéndola, para armar un fideicomiso que sostuviera el archivo y la biblioteca. Pero el otro tema muy importante, que forma parte del juicio y que no tiene absolutamente nada que ver con el encargado, son los derechos de autor de Beatriz. No tanto por el dinero que producen -que no es tanto- sino por quién maneja el legado. Beatriz siempre quiso que su albacea para todas estas cosas fuera Sylvia Saitta, pero no lo puso por escrito. Entonces eso forma parte del juicio”.
Saitta, como Sarlo, es profesora y crítica literaria. Es, sin dudas, la sucesora de Beatriz Sarlo y, de hecho, es hoy la titular de la cátedra que encabezaba Sarlo: “Literatura Argentina II” en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
-Pero se sabía que Sarlo quería a Saitta como albacea.
-Sí, pero lo cierto es que el hecho de que alguna gente haya escuchado que Beatriz quería que fue fuera Saitta no puede formar parte de un juicio sucesorio. Aunque es la persona que organizó sus libros antológicos. Es la persona que se quedó con la cátedra que fue la cátedra de ella, o sea que es claramente la continuadora en todo lo que tenga que ver con su producción literaria, intelectual, etcétera. Pero de todas maneras, Beatriz no dejó nada firmado. Si Sato quedaba como heredero , la iba a tener a Sylvia Saudita como albacea.

-¿Cuál fue el argumento para excluir a Sato, si no están divorciados?
-Tomando eh palabras de terceros, el juez dio por sentado que era de público conocimiento que no estaban juntos.
-Pero eso es verdad.
-Es verdad. Pero habría que abrir una investigación. ¿Qué quiere decir que no estaban juntos? No lo sabe.
-Por algo no se divorciaron, tal vez por voluntad sucesoria.
-Exactamente. Por alguna razón, Beatriz no se divorció nunca. Nadie pensó ocultar nunca que tanto ella como él tuvieron otras parejas. Pero tuvieron un vínculo permanente a lo largo de todos estos años. Como sea, nuestra aspiración, teniendo en cuenta que Beatriz no tenía herederos directos y no había dejado un testamento firmado. Esta era la persona que podía cubrir esa necesidad, pero con un objetivo superespecífico, que era no quedarse ni con un centavo sino armar una fundación o un fideicomiso para solventar los gastos del archivo y las bibliotecas. Y el tema de los derechos de autor: la importancia que tiene es quién va a administrar la obra, quién va a decidir qué se publica y que no. Es muy importante quién tiene la potestad sobre la obra, cómo se administra el legado intelectual.
-Entiendo que apelaron.
-Sato está apelando en la Cámara. Si la cámara no interviene y lo repone en el juicio sucesorio, eso va a pasar al Estado, al estado de la Ciudad de Buenos Aires, que es una máquina burocrática. En ese caso no soy muy optimista porque uno sabe cómo funcionan las entidades burocráticas. Me parece que quedaría mucho mejor si se nombrara una comisión experta con gente allegada a Beatriz que pudiera tener a la cabeza a Sylvia Saytta. Eso sería lo que corresponde.
-¿Entonces?
-Llegado el caso de que Sato quede afuera del juicio sucesorio, empezaremos a hacer gestiones con el estado de la Ciudad para que se nombre una comisión, una fundación o lo que fuere, que garantice que en principio nuestra candidata, porque era la de Beatriz, se ocupe de ese legado. El legado de Beatriz es mucho más importante que la titularidad del departamento.
¿Qué pasaría si, efectivamente, el manejo de la obra de Beatriz Sarlo termina siendo responsabilidad del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires? En el círculo que rodeaba a la crítica se teme que quede a la deriva, que no haya nadie para autorizar o no, que la obra se inmovilice por eso. En el Gobierno de la Ciudad, informalmente dicen que no hay casos así en los últimos años pero que con gusto recibirían la obra, armarían una comisión, designarían responsables.
Por ahora, todo está en la Justicia.
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