“La bruja de Hitler”, una ficción que muestra la persistencia del terror y la ideología del nazismo

Ernesto Ardito y Virna Molina, que dialogó con Infobae Cultura, recrean el horror que se vivió en los años 60 con la llegada de los alemanes nazis que se refugiaron en Argentina

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Trailer de "La bruja de Hitler", de Virna Molina y Ernesto Ardito

Los crímenes cometidos por el nazismo han sido retratados en numerosas ficciones y documentales de todo el mundo. Sin embargo, siempre hay una mirada nueva que todavía no se ha abordado. Este es el caso de La bruja de Hitler, una fábula fantástica sobre el nazismo en la Patagonia en los años 60, que se centra en una familia de prófugos nazis que llega a la casa de los Krauss en busca de refugio para poder transitar una vida normal con total impunidad.

Sin embargo, desde su llegada se desatarán una serie de sucesos entre los hijos adolescentes de estas dos familias, que son testigos y víctimas de abusos y crímenes impunes. Gretel, la hija del jerarca nazi, se entrega a la perversión secreta de su padre; Hans busca convertirse en un buen hombre a través del sufrimiento; Emma, la más pequeña, experimenta en su propio cuerpo la asfixia del silencio y Frida se atreve a rechazar el mandato paterno y se entrega a un amor prohibido. Ellos tienen la posibilidad de rechazar o abrazar el mandato paterno y todo lo que ello conlleva. La película está inspirada en personajes y hechos reales, en donde los horrores del nazismo aún persisten en el presente.

Este thriller se mete en las intimidad de estas familias y sus pactos de silencio, mezclando lo documental con la ficción. Busca en las entrañas de la crueldad humana, la intolerancia y el rechazo por lo diferente sobre el paisaje de una ciudad de ensueño que, a pesar de su belleza, crea una atmósfera tan asfixiante para los protagonistas, que se traslada a los espectadores.

Victoria Lombardero Có interpreta a Gretel
Victoria Lombardero Có interpreta a Gretel

Infobae Cultura conversó con Virna Molina, una de las directoras de la película que estrena este jueves en las salas de cine de nuestro país.

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—¿Cómo surgió esta historia y por qué decidieron contarla a través de una ficción?

—El proyecto arrancó a finales de 2017 y principios de 2018, queríamos trabajar la cuestión de ver al otro como algo extraño, en el cual no me puedo reflejar y a partir de ahí empezamos a hurgar más para llevarlo a la máxima potencia que es el nazismo, o sea, la destrucción y la aniquilación del diferente. Nosotros ya habíamos trabajado en varios documentales sobre el tema del nazismo y los vínculos con la Argentina, así que usamos ese anclaje histórico y le agregamos lo fantástico. Así arranca La bruja de Hitler. Elegimos filmarla en Bariloche, ya que mi familia vive allí desde hace más de 20 años y hay una cuestión del entorno, de la historia, de lo mágico de la naturaleza y del espacio que permanentemente volvía a nosotros cada vez que íbamos. A su vez, queríamos hacer una película no de héroes ni heroínas, como es Sinfonía y muchas de nuestras películas documentales, sino que una película que hable de lo oscuro, del terror, de lo que nos espanta.

Lucia Knecht es Frida, que es adoptada por la familia del médico, luego que su madre se suicidara
Lucia Knecht es Frida, que es adoptada por la familia del médico, luego que su madre se suicidara

—¿Qué tuvieron en cuenta a la hora de crear los personajes?

Las brujas de Hitler eran mujeres que manejaban los campos, no eran las que manejaban la autoridad máxima, pero sí tenían contacto directo con los detenidos de los campos de exterminio nazi y eran particularmente conocidas como brujas por el sadismo que aplicaban en el trato con las víctimas. Una de ellas era Ilse Koch, que nos llamó poderosamente la atención porque tenía un parecido aterradoramente similar a una de las protagonistas de Sinfonía para Ana, a Rocío Palacín. Cuando se la mostramos a ella no lo podíamos creer, era algo extraño que estaba conectado, ya que nuestra idea original era que ella iba a interpretar el papel de Frida, la protagonista. Después nos atravesó la pandemia, hubo varios problemas y tuvimos que cambiar la actriz sobre el final de la preproducción. Pero ese fue como un disparador en relación con el tema de la bruja y después estaba la cuestión de los vínculos intrafamiliares que nos interesaba muchísimo trabajar, como también el silencio y la continuidad de una lógica de comportamiento de estos personajes nazis que vienen a refugiarse a la Patagonia Argentina. Además, queríamos indagar a estas familias que le dan asilo, sin preguntar demasiado y con un acuerdo tácito las incorporan a la cotidianidad de sus vidas. Esas dos cosas fueron construyendo el entramado de personajes que constituyen la narrativa de La bruja de Hitler. Si bien el nazismo ya había caído y había terminado la guerra, hay toda una lógica y una estructura de pensamiento que se desarrolló durante años que está impregnada en la sociedad.

—¿Cómo encontraron a los actores indicados?

—Para hallar a los actores, además del casting tradicional, usamos una lógica bastante de investigación, medio documental. Nos gusta mucho rastrear en las redes, buscar rostros indicados. Hubo mucha intuición a la hora de elegir a los personajes principales, como por ejemplo el personaje de Gretel, que lo interpreta Victoria Lombardero, vimos una foto de ella en una nota en un diario, sobre una obra que ella estaba haciendo y supimos que era ella. Lo mismo pasó con Frida, con Lucia Knecht, el personaje lo iba a interpretar Rocío Palacín y no pudo ser por cuestiones de trabajo y de la pandemia. Comenzamos la búsqueda con un video en Super 8 que había visto en redes y lo tenía como referencia estética del personaje y cuando empiezo a indagar me di cuenta de que no era un archivo histórico, que ese video estaba filmado en la actualidad, en la Argentina y que tenía el contacto de la persona que lo había realizado, ya que era una persona cercana que nos había entrevistado un tiempo atrás por una de nuestras películas. Así fue que conocimos a Lucía.

Virna Molina y Ernesto Ardito han realizado juntos numerosos documentales. "La bruja de Hitler" es su segunda ficción
Virna Molina y Ernesto Ardito han realizado juntos numerosos documentales. "La bruja de Hitler" es su segunda ficción

—¿Qué dificultades tuvieron en el rodaje después de la pandemia?

—El rodaje fue toda una aventura porque fuimos la primera película que arrancó a filmar después de la pandemia, en una especie de prueba piloto. Encima no era acá en Buenos Aires sino en la Patagonia. Teníamos un 70 % del elenco y del equipo técnico que era de Buenos Aires y otro 30% que era de allá. Fue toda una travesía porque había que generar toda la logística para hacer un rodaje a 25 kilómetros de la ciudad de San Carlos de Bariloche, en el medio de la montaña. A la vez veníamos de un año de aislamiento, de golpe fue convivir intensamente con un equipo mediano/grande de rodaje en un día a día durante más de un mes. Creo que es de esas cosas que no te olvidás nunca, muy fuerte, con momentos hermosos y otros difíciles. Además, hubo una serie de controles, de burbujas, de chequeos a medida que íbamos llegando. Estábamos en un lugar con mucho parque y terreno a dos cuadras del lago donde no había nadie, estábamos alejados para preservarnos y no enfermarnos. Cada persona que iba llegando al rodaje, sobre todo actores y actrices, pasaban por toda una etapa de testeos hasta que podían ingresar a la burbuja.

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—¿Cómo fue embarcarse en un proyecto tan ambicioso de una manera muy independiente?

—En el caso de Ernesto y mío trabajamos siempre con una lógica que llamamos de “realización integral”. Los dos vamos controlando todos los procesos desde el inicio y la gestación del guión hasta el proceso final de lanzamiento de la película. Tenemos un control muy minucioso, quizás con más presupuesto lo que uno puede hacer es desglosar esas tareas en más personas. Todo ese trabajo lo hicimos más artesanalmente, pero para sostener ese nivel de rigurosidad teníamos que dedicarle la cantidad de tiempo que le dedicamos. Fue un trabajo muy largo con una entrega total a la película. Obviamente, no tiene un equivalente en dinero porque es una ambición artística y de plasmar algo en una obra que para nosotros va a quedar para siempre, más allá de lo concreto. Es muy lindo poder controlar todo ese proceso y ver cómo va evolucionando. Lo único que me encantaría delegar es toda la parte de números que me quema la cabeza, pero después todo el proceso de la producción artística es algo que realmente nos fascina y lo hacemos con muchas ganas y pasión.

La película se pudo ver en el Festival Internacional de Cine de Calcuta, Festival de Málaga y en la Argentina en el Festival de Cine Político
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—¿Qué pasó cuando presentaron la película en festivales?

—La película se estrenó mundialmente en el Festival Internacional de Cine de Calcuta, en la India, que es uno de los festivales más importantes del país. Fue muy loco porque la película ganó el mejor premio a la dirección y en la inauguración del festival estaban todas las estrellas de Bollywood en un estadio enorme cerrado con miles de personas. Fue muy impactante para mí porque no conocía cómo era el entramado interno del Bollywood. Era como estar con los Beatles cuando aparecía su star system. La película tuvo un impacto muy fuerte, les gustó mucho, venían y me preguntaban sobre todo las mujeres jóvenes. Quedaron muy fascinados. Después, Ernesto viajó al Festival de Málaga para presentarla y allá tuvo una recepción muy interesante, hubo una conexión muy fuerte con el público, ya que ahí hay un tema sobre el ascenso de la derecha en Europa y de estos gobiernos muy violentos y totalitarios que están empezando a surgir. Es ese fantasma que la gente no quiere ver, pero sabe que existe, se palpita. Estamos en la antesala de otra instancia histórica como fueron los años 30 en Europa.

—¿Cómo pensaron el estreno?

—Lo bueno es que vamos a estrenar en salas comerciales y la gente podrá tenerla en la cartelera porque esta es una película que apuesta a un despliegue de imagen y de sonido muy cinematográfico y es un espectáculo en sí mismo para ver en sala. Con Sinfonía para Ana, permanecimos durante tres meses en sala, si bien era otra coyuntura del cine y después, otros tres meses más en el Gaumont y en los Espacios INCAA. Fueron seis meses de cartelera para una película súper independiente, pero que la sostuvo el boca en boca, o sea, el impulso del público desde la recomendación y el continuar la cuota de pantalla y mantenerse en cartel. Así que esperemos que ese fenómeno se repita y estaremos muy contentos porque eso también habla de la respuesta del público y eso siempre es lo que uno espera como cineasta, que la gente abrace la película.

—Como miembros de Realizadores Integrales de Cine Documental (RDI), ustedes hicieron un llamado al estado de alerta en que se encuentra la industria audiovisual, ¿cuáles son los principales reclamos?

—No es una realidad sólo de la Argentina, sino del mundo. Después de la pandemia, la afluencia de público a los cines se redujo, a pesar de que en el último año se está recuperando. Con el aislamiento y el consumo a través de plataformas, hubo una retracción de las salas, que estuvieron cerradas casi dos años. Eso implicó que al Instituto de Cine le ingresara menos dinero porque una parte de lo que ingresa es por el 10 % de la recaudación de taquilla. La realidad es que hubo una transferencia de visualización de las películas a través de plataformas y la Ley de Cine dice que toda exhibición de películas, sea la plataforma que sea, debe tributar al Fondo en Fomento para mantener viva la industria cinematográfica nacional. Esto no es un capricho, es algo que se hace en el mundo entero, quienes no tienen fomento, no tienen instituciones dedicadas al cine, no tienen cinematografía. Tienen apenas unas pocas empresas productoras que pueden hacer algunas películas por año con capitales extranjeros. El tejido productivo y creativo que hay en la Argentina, por el cual muchas plataformas han venido a producir acá, hay que cuidarlo y sostenerlo en el tiempo. También es importante defender la soberanía de los relatos. Tenemos la capacidad de contar lo que nos pasa. Los países que tienen relato propio son los que se distinguen del resto. No podemos dejar que se tire abajo cien años de historia en Argentina que costó muchísimo trabajo, que forma generaciones y que nos permite que haya gente que tenga trabajo calificado y de calidad por el cual las plataformas hoy vienen al país e invierten.

*La bruja de Hitler, una película de Virna Molina y Ernesto Ardito, se estrena en las salas argentinas el jueves 8 de junio.

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