
Existe un fenómeno que podría llamarse de “cercanía permanente”. Suele pasar con las mascotas, que siempre están allí, por algún lugar; con el recuerdo de aquellos que amamos tanto y un día partieron, que son convocados por nuestra memoria o aparecen de pronto en la conciencia; la aparición en la retina de una escena preferida de esos, nuestros films. Algo así pasa con Héctor Alterio, cuya figura está tan incorporada a nuestro imaginario que, de repente, aparece caracterizado como un militar en la Patagonia de la huelga y las ocupaciones de los obreros agrícolas que él mandó a matar, mientras los hacendados ingleses le cantan: “For he’s a jolly good fellow”; o como un hombre mayor que grita a un acantilado: “¡La puta que vale la pena estar vivo!”; o un empresario enriquecido bajo la dictadura que se violenta de manera tétrica con su esposa, que pregunta por los desaparecidos. Y más.
Por eso resulta cercana la figura de Héctor Alterio para el público argentino. La cuestión es que no se puede sostener el adjetivo “permanente” y así lo hace saber él cuando sube al escenario para estrenar su último espectáculo, literalmente, llamado A Buenos Aires, en el teatro Astros, y señala que se trata, querramos o no, de su despedida actoral de esta ciudad que lo vio nacer hace 93 años. Alterio nos dice, desde las tablas y acompañado por la música de un piano, “adiós”. Y nos da la mano, nos ofrece su abrazo, y sólo le queda al público retribuir el gesto y decir: “Adiós, don Héctor. Muchas gracias”.

Así las cosas, este viernes, a sala llena, Héctor Alterio estrenó su obra-despedida de su público argentino en la primera función de 12 que tendrán lugar en el teatro Astros. Acompañado por Juan Esteban Cuacci (excelente en todo momento con su piano y dándole pie al maestro Alterio para hilvanar juntos el espectáculo), el actor de La historia oficial ubica históricamente el comienzo del show en la Buenos Aires de 1974 y, con mayor precisión, Ezeiza, desde donde debía partir hacia Madrid por un compromiso teatral. Claro, de la capital española ya no podría volver debido a que la Triple A de José Luis López Rega lo habían inscripto en sus listas de la muerte, y le prometían el asesinato de animarse a regresar.
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Esa primera despedida de Buenos Aires es acompañada por el recitado a la Goyeneche que Alterio hace de tangos de Cátulo Castillo como “A Homero”; “El último organito” de Homero Manzi o “Al mundo le falta un tornillo”, de Enrique Cadícamo, entre otros. El fraseo de Alterio sobre la música del piano logra un efecto estético poderoso y emotivo, comenzando un viaje a la melancolía (pero no la tristeza) que irá incrementándose.

Alterio cuenta cómo le costó actuar en España regido por otra lengua, otro acento, todo “lo Otro” alojado en su decir. También relata cómo conoció entonces al poeta León Felipe, exiliado tras el ascenso de Franco y muerto en México en 1968, y cómo recorrió la península ibérica, recitándolo. Y recrea esa performance poética sobre el escenario porteño, siempre sentado en unos sillones más o menos cerca o lejos del pianista.
Al final se pone de pie, logrando una intimidad con el público que, también de pie, acompaña a Alterio. Recita a varios poetas, entre ellos a Eladia Blázquez, pero sobre todo brilla con el hermoso poema de Hamlet Lima Quintana, “Teoría de los buenos deseos”, que dice así:
Que no te falte tiempo
para comer con los amigos
partir el pan,
reconocerse en las miradas.
Deseo que la noche
se te transforme en música
y la mesa en un largo
sonido de campanas.
Que nada te desvíe,
que nada te disturbe
que siempre tengas algo
de hoy para mañana
y que lo sepas dar
para regar las plantas
para cortar la leña,
para encender el fuego,
para ganar la lucha,
para que tengas paz.
Que es la grave tarea
que me he impuesto esta noche
hermano mío.

Es cierto que las despedidas se llevan de sí algo que acogerá el que se va.
En este último espectáculo sobre los escenarios porteños, Héctor Alterio demuestra que al despedirse da todo de sí para que el público, su público, se quede con algo suyo, como una presencia permanente.
* A Buenos Aires, dirigido por Ángela Bacaicoa, tiene funciones los viernes, sábados y domingos a las 20:30 en el teatro Astros (Corrientes 476, C.A.B.A.)
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