
Las plataformas de video y las redes sociales crean tal cantidad de contenido audiovisual que no se puede consumir todo lo que nos ofrecen ni aun si nos quedáramos delante de las pantallas las 24 horas del día. A la oferta ya amplia de la televisión lineal tradicional se suma la de las plataformas Netflix, Disney +, Amazon Prime, AppleTV+, Hulu y las inminentes HBO Max o Paramount+. Y a eso hay que añadir las interacciones en redes sociales con minutos y minutos de audios y videos en TikTok, Instagram, Facebook o WhatsApp.
La población menor de 40 años es la que está más tiempo en las redes pero su número de horas libres sigue siendo el mismo ante una oferta que está muy por encima de su disponibilidad. En este contexto, algunos jóvenes se pierden una serie o película que es el centro de las conversaciones y tienen miedo a ser excluidos de su manada audiovisual. Es como si ver contenidos se hubiese convertido en un trabajo para hacer amigos.
El “síndrome FOMO” (Fear of Missing Out, miedo a perderse algo) es un trastorno que se detectó en los adolescentes en la primera fase de expansión de las redes sociales. Pero ahora se extiende a una oferta sobredimensionada relacionada con el potencial consumo del video en Internet. Es decir, hay jóvenes que se enfrentan a una sensación de pánico ante la posibilidad de que sus amigos tengan experiencias audiovisuales gratificantes que se están perdiendo.

Netflix impulsó el concepto de binge-watching (maratones de series) y su unidad de negocio pasa por atrapar a espectadores en su plataforma para que devoren sin parar minutos y minutos de contenido. Al igual que WhatsApp permite la reproducción más rápida de sus audios para aquellos que quieren finiquitar pronto sus conversaciones, ahora los usuarios de Netflix tienen la posibilidad de ver contenidos de la plataforma a mayor velocidad de reproducción. ¿Es también el “miedo a perderse algo” el motivo de esta nueva función?
Ante esta tendencia de consumo audiovisual frenético quizás haya llegado el momento de que se cree una corriente slow audiovisual, como el slow food, para combinar placer y video sin ansiedad. Hemos llegado a la sociedad del estar sin estar: estás con amigos y miras el teléfono, ves una serie y miras el teléfono (lo hacen 4 de cada 10 personas cuando miran televisión), estás conversando con alguien por WhatsApp y quieres que se acabe antes su audio, etc. Estamos viviendo varias vidas más, audiovisualmente hablando, que nuestros padres. Pero ¿la cantidad supera a la calidad?
Los expertos sostienen que nos enfrentamos a un asunto de formación audiovisual. “Hay que educar a los jóvenes en el pensamiento crítico”, dijo Eva García, decana de la Facultad de Comunicación y Humanidades de la Universidad Camilo José Cela y profesora de Psicología de la Comunicación. “Por ejemplo, cuando vamos a un supermercado no podemos comprarlo todo porque debemos elegir en función de nuestro presupuesto y nuestras necesidades. Hay que marcarse prioridades para liberar la ansiedad”.

Por otro lado, una encuesta del Congreso Internacional de Comunicación y Pensamiento asegura que la pandemia ha generado consumidores compulsivos que sufren más ansiedad ante el nuevo modelo de distribución audiovisual. Ante la incapacidad de gestionarlo, los autores piden responsabilidad a las empresas de contenidos y también apelan a la educación en la utilización de las plataformas.
Sin embargo, salvo que en algún momento estalle la burbuja de las plataformas, la tendencia es que la producción audiovisual siga creciendo. La solución que queda pasa por educar audiovisualmente a la sociedad para que sepa elegir contenidos en función de sus necesidades y disponibilidad temporal.
Publicado originalmente en The Conversation.
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