
Si no existiera el cine y uno deseara fantasear con habitar la Belle Epóque parisina, lo recomendado sería observar las obras de Jean Béraud (1849-1935), un pintor que le infundió a la vida social, a la calle, una estética especial que -más allá de los avances tecnológicos- sigue latente, como sucede en Un día de lluvia.
Béraud nació en San Petersburgo por esas cosas de la vida. Su padre, escultor francés, había sido contratado para trabajar en la Catedral de San Isaac, pero tras su muerte, cuando el pequeño Jean tenía 4 años, su madre regresó al país galo con el resto de la familia.
No parecía en su juventud que el arte sería su profesión, así que se recibió de abogado en la facultad de Derecho de París, pero la guerra franco-prusiana y la ocupación de la ciudad lo alejaron de los pleitos. Así, en 1872, comenzó a tomar clases con Léon Bonnat y un año después ya se presentaba en el salón parisino.

El reconocimiento no fue inmediato, ya que era un retratista, y de esos había muchos, demasiados. Y todo comienza a virar en el ‘76, con La Vuelta del entierro, la primera obra centrada en la vida en la calle. Por más que el tema es solemne, Béraud logra recrear una atmósfera distendida, un coche fúnebre que no está, personas cruzando la calle, uno que enciendo un cigarro. En fin, la vida sigue y a otra cosa.
El artista se convirtió en un retratista de lo urbano, plasmando los proyectos llevados a cabo por el barón Georges Eugène Hausmann, como la ampliación de los bulevares. Hausmann había recibido por parte de Napoleón III el encargo de modernizar París, darle el tono que sobrevive hasta nuestros tiempos.
Hasta ese momento, París guardaba mucho de su estructura medieval, con calles muy estrechas, por lo que se decidió derribar edificios antiguos, se reformó el sistema de alcantarillado y se ampliaron muchas calles para evitar barricadas. Béraud legítimo esas transformaciones dándoles un toque de gracia y belleza.

Esos cambios no solo fueron cosméticos, sino también trastocaron la vida en la ciudad. Al ensanchar las calles y colocar bulevares y paseos, surgieron los espacios de ocio y así las reuniones, los grandes paseos en carruajes, como las tiendas de lujo y un sinfín de cafés, cabarets y hoteles.
Béraud, en ese sentido, puso el ojo tanto en el afuera, como en el adentro, con obras que revelaban lo que sucedía en estos espacios, muchas veces de manera melancólica, otras celebratorias y también captando un registro histórico. Un día de lluvia, que se encuentra en el Museo Carnavaletes, es un buen ejemplo de todo esto.
SEGUIR LEYENDO
Últimas Noticias
Olivier Guez cuenta la historia de Gertrude Bell, “el personaje perfecto para una novela”
El autor francés premio Renaudot acaba de publicar “Mesopotamia”, la historia de una mujer fascinante, decisiva en la expansión imperial de Gran Bretaña en Medio Oriente a principios del siglo XX

Qué leer el fin de semana: de Colapinto a Lenin, 5 biografías imperdibles
Contar una vida para narrar el mundo resulta en un género literario que siempre, en todas las épocas, genera interés. Aquí, un listado de libros para no dejar pasar

Art Basel Miami Beach arranca con ventas millonarias y récord de asistencia
La feria de arte contemporáneo más importante de Estados Unidos abrió su 23° edición con obras vendidas en minutos y un renovado interés de coleccionistas y galeristas internacionales, tras años de contracción

Guía de Arte y Cultura: semana del 5 al 12 de diciembre
Una agenda completa con variadas propuestas: música, teatro, cine, ferias, muestras y cursos que componen un programa de imperdibles

