
Su voz es siempre una de las más escuchadas por la comunidad LIJ. Y es que se trata de una voz autorizada y querida, que llega siempre desde el sur, desde Neuquén, donde vive hace varias décadas aunque nació en Mendoza. María Cristina Ramos escribe literatura y enseña a leer. Lo hace a través de sus relatos y poemas -algunos de sus libros son Azul la cordillera (Norma), Barcos en la lluvia (FCE) y Dentro de una palabra (Sudamericana)- y también a través de sus textos de promoción de la lectura, siempre valorados por mediadores y capacitadores. Ramos es autora y maestra y también editora (su propia editorial se llama Ruedamares). Hace algunas semanas pasó por Buenos Aires para presentar su nuevo libro, Para llegar hasta el sol (Loqueleo) y habló con Infobae Cultura sobre lo que más sabe: cómo estimular a los más chicos para que lean.
— ¿La escuela ayuda a construir lectores?
— La escuela en general, sí; en particular a veces no, pero es el espacio óptimo para que nos encontremos con la realidad de los chicos y que, como docentes o como escritores o como trabajadores del arte, acompañemos ese caminar, que a veces titubea, que a veces es dudoso, pero que indudablemente cuando toca una línea de sentido que es importante para los chicos, sobre esa línea se puede empezar a caminar.
— ¿Puede ser lector un chico que no tuvo libros en casa?
— Absolutamente. El camino lector se puede iniciar desde la estimulación del ambiente pero también desde el deseo. Lo que sí tiene que haber es un contacto con el mundo de la palabra y de los significados. Cuando un lector se forma también comienza a formarse en la medida en que alguien conversa con él. Yo estoy retomando mucho y fuertemente el tema de la conversación, ya que en la conversación te entrenás como emisor y te entrenás como receptor y también existe ese espacio, ese espacio de niebla que hay y que se genera a través de la conversación: lo que decís, lo que no decís, aquello hacia lo que te dirigís en la conversación.
— Una madre o un padre no lectores, ¿pueden introducir a un chico a la lectura?
— Sí, en la medida en que el lenguaje, que es el territorio de lo materno esencialmente, esté acompañado y esté asistido, y aunque la madre esté cortando el tomate de la ensalada tiene un espacio para responder las inquietudes de los chicos.
— Porque la poesía es un territorio verbal complejo y denso, aunque en apariencia hay esa pareja de juego, y en esa densidad existen líneas de sentido que pueden tirar algún reflejo sobre tu realidad interior. Leer poesía es encontrarse con resonancias que tienen que ver no solo con lo consciente, sino con aquello que está acalladito a veces en tu subjetividad y que merece un espacio y que te va a revelar de alguna manera.

— ¿Qué se le dice a un chico que dice que no lee porque es un trabajo?
— El que está al lado le tiene que leer, para que no sea vivido como trabajo. En realidad, cuando el chico descubre que es un disfrute, la cosa cambia. Entonces es responsabilidad de los que estamos cerca. O sea, cuando un chico ha llegado a esa conclusión es porque ha tenido malas experiencias, el tema sería revertir la situación, ¿no? Y se revierte con acompañamiento, con alegría, con lectura y con apasionamiento.
— Si pensaras en un chico que tiene 5 o 6 años y que empieza a leer, ¿qué sería lo primero que le dirías que tiene que leer?
— No le diría (risas), le haría una gran oferta. Y para ver, además, qué resuena más en él. Hay chicos que se vinculan fácilmente con lo poético, hay chicos que prefieren la narrativa: es cuestión de abrir el espacio, abrir las oportunidades y leerles, leerles.
— ¿Por qué es importante que el Estado se ocupe de proveer libros?
— El Estado se tiene que ocupar de proveer libros porque como política estatal es fundamental abrir un camino, un espacio que implica aportar libros para, a la vez, formar a los docentes y a los mediadores, actualizar su formación y plantear como desafío este espacio de lectura como construcción de la sociedad.
— ¿Leemos más o leemos menos que antes?
— No te lo podría decir, pero yo no estoy desalentada con esto, yo creo que la gente lee mucho, que el tema de las pantallas también ayuda a la lectura. Lo que sí, los docentes, los bibliotecarios, los mediadores en general, tenemos que apuntar, por eso yo planteo lo de la poesía, a marcar otros horizontes. Entonces, toda lectura está buena y hay que acompañarla pero hay niveles de complejidad lectora en la poesía que no hay en otros materiales y hacia eso yo creo que hay que apuntar.
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