
La trayectoria de Lina Tejeiro en la industria del entretenimiento colombiano se extiende desde la infancia y abarca múltiples facetas, consolidándose como empresaria, presentadora y una de las actrices más populares del país.
De raíces llaneras, su presencia no solo se circunscribe a las producciones televisivas de alto impacto, sino que se proyecta con fuerza en el mundo digital, donde reúne una comunidad que supera los 10 millones de seguidores en Instagram.
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En ese entorno, Tejeiro comparte contenidos que revelan tanto detalles de su rutina profesional como aspectos seleccionados de su vida personal.
En el espacio de conversación Flores de primavera, Lina Tejeiro profundizó sobre las circunstancias que la llevaron a ingresar de forma precoz al universo de la actuación, las decisiones complejas que enfrentó durante su adolescencia y los momentos desafiantes que marcaron su desarrollo personal y profesional.
Primeros pasos en el mundo del espectáculo

En sus recuerdos de la infancia, rememora la influencia materna como punto de partida para su interés artístico, su madre, que alguna vez ostentó el título de Señorita Meta, motivó a Lina a experimentar con el modelaje y la actuación, actividades que inicialmente Tejeiro practicaba improvisando desfiles y grabaciones caseras con el apoyo de una tía y su cámara, anticipando de algún modo el tipo de contenidos audiovisuales que luego poblarían sus redes sociales.
La transición del juego al entorno profesional se dio cuando, gracias al impulso de su madre, la actriz fue inscrita en agencias de casting y su casa familiar fue alquilada como escenario para la grabación de la serie Pandillas, guerra y paz. En ese contexto, Lina tuvo la oportunidad de presenciar de cerca el proceso de rodaje y memorizó libretos, lo que la llevó a participar en un par de escenas. Al director le llamó la atención, pues le ofreció la recomendación que la catapultó a Padres e hijos, una de las más longevas y exitosas en la televisión nacional, donde permaneció aproximadamente seis años, comenzando cuando apenas iniciaba la adolescencia.

El paso por Padres e hijos representó para Tejeiro un escenario de contrastes: en el entorno doméstico debía cumplir con obligaciones y mantener disciplina, mientras que en el set asumía el papel central y disfrutaba del reconocimiento propio del mundo artístico. “En la casa yo era muy juiciosa, pero en grabación yo era la estrella”, confesó durante la entrevista, aludiendo a las diferencias entre la estricta dinámica familiar y el trato preferencial recibido en los rodajes. Ese desequilibrio derivó en comportamientos difíciles de gestionar, principalmente entre los 13 y los 16 años, una etapa que describe como compleja debido a las resistencias que oponía a las indicaciones de maquilladores y vestuaristas que no fueran de su agrado.
El apodo que le dolió a Lina Tejeiro
Sumado a la presión de haber iniciado su carrera de manera prematura, los ingresos económicos tempranos la llevaron a tomar decisiones vitales cuando todavía era menor de edad: se independizó, abandonó su hogar y renunció al proyecto en el que trabajaba para irse a vivir con su pareja. “Estaba muy perdida, muy desubicada, desconectada completamente de mi familia”, relató Lina, reconociendo las dificultades emocionales y familiares que acompañaron esa decisión.

Después de su salida de Padres e hijos, la actriz fue parte del reparto en una telenovela donde se enfrentó a una imagen pública marcada por la frase: “La gordita de Muñoz vale por dos”. El apodo le resultó especialmente doloroso, pues ya había pasado por episodios de bulimia, además de afrontarse a cambios laborales, como la noticia de que las grabaciones de esa producción estaban próximas a finalizar. Tejeiro, anticipando posibles dificultades económicas, ahorró una porción de su salario y contempló la posibilidad de someterse a una cirugía estética; esto fue motivado tanto por las críticas externas sobre su cuerpo como por la respuesta que recibió de su manager al consultar sobre nuevos castings: “No amiguita, es que usted está muy gordita y así muy difícil, pero yo tengo un amigo que la puede operar”.
A los 17 años, decidió realizarse una liposucción, procedimiento que su madre no aprobaba en un inicio, pero finalmente terminó por claudicar tras atribuirle parte del sobrepeso a la propia dinámica familiar de Lina. En retrospectiva, la actriz reconoce su arrepentimiento respecto de aquella decisión. Actualmente, aunque respeta que cada persona decida sobre su cuerpo, asegura que no repetiría esa experiencia: “Es algo que un cuerpo no debería pasar. Bueno, si se la quieren hacer, está bien, yo respeto hoy en día la decisión, pero yo no lo volvería hacer”, dijo al conversar con Juliana Velásquez.
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