La inspiradora historia de Phil y Mike, la pareja de afroamericanos que es un ejemplo para la ciudad de Detroit

Tras una relación de 50 años, sirven como modelos fuertes a seguir para personas queer en esa ciudad de EEUU

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Era casi imposible encontrar imágenes de personas de la tercera edad, LGBTQ, y de color, y particularmente fotografías de salud, amor, y felicidad. Hasta que conocí a Mike y a Phil (Foto: Twitter/@tradeinpanties)
Era casi imposible encontrar imágenes de personas de la tercera edad, LGBTQ, y de color, y particularmente fotografías de salud, amor, y felicidad. Hasta que conocí a Mike y a Phil (Foto: Twitter/@tradeinpanties)

La idea de envejecer como un hombre homosexual solía aterrorizarme. Simplemente no entendía el concepto de cómo sería la longevidad para un hombre afroamericano y homosexual.

Mi miedo no era irracional. Una simple mirada a las estadísticas revela una imagen desoladora: los adultos mayores de la comunidad LGBTQ tienen peores resultados en cuanto a la salud mental y física comparado con sus equivalentes heterosexuales y cisgénero. Además, son más propensos a evitar o retrasar atención médica, tienen menos dinero ahorrado para retirarse, tienen mayores dificultades encontrando (y pagando más) casas de retiro y residencias de cuidado para ancianos, y como un resultado de débiles “redes de apoyo informales” como amigos, parientes, e hijos, los adultos mayores LGBTQ tienen más probabilidades de sufrir soledad y aislamiento social.

La amplia representación de lesbianas y homosexuales —y en menor medida, bisexuales y transgénero— en la cultura popular y los medios sólo hasta recientemente se ha convertido en algo cercano a la “corriente principal”. Y durante gran parte de mi vida, parecía que los ancianos LGBTQ ni siquiera existían. Era casi imposible encontrar imágenes de ellos, especialmente de personas de la tercera edad LGBTQ y de color, y particularmente fotografías de salud, amor, y felicidad.

Hasta que conocí a Mike y a Phil.

“¡Aquí estamos!”, grita Mike, de repente, fumando un cigarrillo, “¡Dos reinas viejas y negras!” (Foto: EFE)
“¡Aquí estamos!”, grita Mike, de repente, fumando un cigarrillo, “¡Dos reinas viejas y negras!” (Foto: EFE)

Phil Pugh y Mike Petross, prosperando a sus 79 y 75 años de edad, respectivamente, sirven como modelos fuertes a seguir para personas jóvenes y queer.

“Solamente le queremos decir a la gente joven y homosexual que pueden tener algo que esperar cuando envejezcan”, me dijo Phil en la cubierta del segundo piso de su hogar, estilo American Foursquare, ubicado en el lado oeste de Detroit, Michigan, y uno de sus más grandes orgullos de su relación de 50 años. “Hemos visto a tantas personas matarse —con alcohol, con drogas, con sexo— porque pensaban que no tenían nada para qué vivir”.

¡Aquí estamos!”, grita Mike, de repente, fumando un cigarrillo, “¡Dos reinas viejas y negras!”.

Phil sonríe al ver a Mike colapsar en su silla, riéndose de su propio chiste. Mientras nos acomodábamos en una tranquila quietud, empezamos a contar cuánto ha cambiado la vida desde nuestra última conversación, en el mismo patio, hace dos años.

Después de nuestro primer encuentro, publiqué un fragmento de su historia y un retrato en Twitter, donde se volvió viral (y todavía aparece, a veces, en publicaciones aleatorias) (Foto: Twitter/@cooLEOtrigg)
Después de nuestro primer encuentro, publiqué un fragmento de su historia y un retrato en Twitter, donde se volvió viral (y todavía aparece, a veces, en publicaciones aleatorias) (Foto: Twitter/@cooLEOtrigg)

Conocí a Mike y a Phil en 2019 cuando entrevistaba para mi libro, “Queer Love in Color”. Nos presentó Curtis Lipscomb, el director ejecutivo de LGBT Detroit (también aparece en el libro), quien, al escucharme lamentar sobre la escasez de adultos mayores homosexuales en mi vida, insistió que conociera a esta pareja. Los describió como “vital” para la comunidad homosexual negra de la ciudad, y para mí fue fácil entender por qué: crecí durante mi adolescencia en Detroit. Aquí salí del clóset. Y por varios años, nunca me pude imaginar a mí mismo envejeciendo, siendo saludable, enamorado y feliz en esta ciudad, como Mike y Phil. Me hubiera cambiado la vida conocer a alguien como ellos cuando era más joven.

Después de nuestro primer encuentro, publiqué un fragmento de su historia y un retrato en Twitter, donde se volvió viral (y todavía aparece, a veces, en publicaciones aleatorias). Entre las decenas de miles de likes y retweets, lo que más me impresionaba era los comentarios de gente joven, las personas que me dijeron que nunca antes habían visto una versión del amor como ésta.

Ahora, mientras explico cómo funciona Twitter y cuántos likes obtuvieron, Phil me mira intensamente, algo confundido, pero radiante: “Eso es todo lo que yo he querido en mi vida”, dijo. “Hemos dedicado nuestras vidas a asegurarles a los jóvenes homosexuales y negros que sepan que pueden crecer y envejecer, y que tendrán algo por qué vivir”.

Mike y Phil se conocieron por primera vez en la iglesiaThe Shrine of the Black Madonna, en el lado este de Detroit— en el domingo de Pascua de 1961.

Mike y Phil se conocieron por primera vez en la iglesia —The Shrine of the Black Madonna, en el lado este de Detroit— en el domingo de Pascua de 1961 (Foto: EFE)
Mike y Phil se conocieron por primera vez en la iglesia —The Shrine of the Black Madonna, en el lado este de Detroit— en el domingo de Pascua de 1961 (Foto: EFE)

“Me puse mis pantalones de un color rojo intenso”, dijo Mike, riéndose traviesamente.

“Sí, lo hizo”, confirmó Phil. “Dios sabía que él necesitaba ayuda. Fui enviado como su ángel de la guarda. Estaba muy desenfrenado, pero me da gusto saber que estuve ahí para calmarlo”.

Fue, para ambos, el primer día de una nueva congregación. Mike se había mudado recientemente a la ciudad y estaba buscando una comunidad. Phil había vivido en Detroit toda su vida y asistía a la iglesia porque le gustaba y siempre había sido así. Sin embargo, antes de ese día, sus vidas no podían haber sido más distintas.

“Primero que nada, toda mi vida he estado fuera del clóset”, dijo Phil, recordando su crianza. Tenía un tío homosexual que todos sus parientes habían “puesto en un pedestal”, por lo que sabía desde una temprana edad que ser gay era aceptado en su familia. “Las pocas veces que alguien se burló de mí, raramente me impactaba, porque ser homosexual era afirmado por las personas en mi vida que más significaban para mí”.

Poco después de conocerse, se mudaron juntos (Foto: REUTERS/Lucas Jackson)
Poco después de conocerse, se mudaron juntos (Foto: REUTERS/Lucas Jackson)

En la preparatoria, su mejor amigo era jugador de fútbol y drag queen. “Él podía correr como nadie”, dice Phil. Así que no tuvo muchos problemas en su adolescencia. “La gente me tiraba mierda, pero la gente siempre te tirará mierda. Lo que aprendí, desde muy temprana edad, es que tienes que ser fuerte en quien eres, lo que eres y lo que crees que quieres ser“.

Mike dejó escapar un suspiro y, por primera vez desde que lo conocí, no sonreía. No quiere dedicar demasiado tiempo a su historia de fondo y sólo me ofrece lo siguiente: “Crecí en Flint, Michigan, una ciudad homofóbica, reprimida. Luego me mudé a Detroit en el 61 y estaba en el cielo... Me encantó“.

Esa mañana de Pascua de 1961, Mike tenía 21 años y vivía en la casa de su abuela, mientras que Phil tenía 25 y estaba en los últimos días de una relación de 10 años. (Phil no tenía claro por qué terminó esta relación, pero Mike aprovechó esto como una oportunidad para sugerir: “¿Los pantalones rojos? Funcionaron”).

Poco después de conocerse, se mudaron juntos.

Con su nueva libertad, finalmente terminaron alquilando una granja. “85 acres de tierra”, recuerda Mike. “90 dólares al mes. Y nos quedamos allí durante 10 años“ (Foto: REUTERS/Lucas Jackson)
Con su nueva libertad, finalmente terminaron alquilando una granja. “85 acres de tierra”, recuerda Mike. “90 dólares al mes. Y nos quedamos allí durante 10 años“ (Foto: REUTERS/Lucas Jackson)

La siguiente década fue un torbellino. Aburrido de su trabajo administrativo en la Fundación Chrysler, un trabajo particularmente cómodo para un hombre negro en la década de 1960 en Detroit, Phil decidió renunciar. Con su nueva libertad, finalmente terminaron alquilando una granja. “Ochenta y cinco acres de tierra”, recuerda Mike. “Noventa dólares al mes. Y nos quedamos allí durante 10 años“.

En mi segunda visita a su casa, Mike me llevó a un cofre de madera en su sótano y sacó varios álbumes de fotos llenos de Polaroids de esa época en la granja. Más tarde, durante una cena de spaghetti, bagre frito y vino tinto, la pareja me guió a través de páginas y páginas de imágenes que captaron a sus familiares y amigos, los visitantes con coronas de afro y pantalones de campana, a lo que llamaban su “santuario fuera de Detroit”. Su década en la granja, viviendo con un seguro de desempleo, y luego sus ingresos de trabajos ocasionales, cimentó un impulso de construcción de comunidad en los hombres que nunca desapareció.

Les pregunté sobre los mejores momentos de sus vidas y, sin detenerse, Mike exclamó: “¡Antes teníamos un negocio!”. Durante los años setenta y ochenta, la pareja fue propietaria de un restaurante New American-style llamado Oakland Express, y durante un tiempo, una tienda de antigüedades adyacente, en Detroit.

“Éramos un restaurante bougie en medio del barrio”, recuerda Phil, riéndose de carcajadas ante la imagen contrastante. “Pero duramos 10 años”.

En las semanas posteriores a su inicio en el negocio de la gastronomía en la década de 1980, un grupo de ocho adolescentes homosexuales iba al restaurante todos los domingos (Foto: REUTERS/Lucas Jackson)
En las semanas posteriores a su inicio en el negocio de la gastronomía en la década de 1980, un grupo de ocho adolescentes homosexuales iba al restaurante todos los domingos (Foto: REUTERS/Lucas Jackson)

Con Phil como chef y Mike como anfitrión/camarero/persona sociable, trataron de hacer que su restaurante se sintiera como el centro de un vecindario. El establecimiento pronto se convirtió en un lugar popular para los feligreses que querían pasar el rato en un espacio acogedor que no fuera un bar.

Sin embargo, hay un grupo de clientes cuyo recuerdo atormenta a la pareja hasta el día de hoy: en las semanas posteriores a su inicio en el negocio en la década de 1980, un grupo de ocho adolescentes homosexuales iba al restaurante todos los domingos. Pero después de un tiempo, los amigos finalmente dejaron de aparecer. Meses después, Phil se encontró con uno de los jóvenes mientras compraba en un supermercado y descubrió por qué. “Fueron a una iglesia en particular en Detroit y un día el ministro señaló a su grupo”, dice. “Habló tan mal de ellos en la iglesia, diciendo cosas horribles sobre la homosexualidad. Uno de ellos terminó suicidándose dos semanas después“.

El grupo de amigos comenzó a separarse poco después.

Este momento brindó una lección que se ha convertido en un principio rector para Mike y Phil a medida que se acomodan en la vejez: “Más de nosotros, los gays mayores, necesitamos hablar con gente más joven como tú”, me dice Phil. “No hay nadie a nuestro alrededor para enseñarnos sobre el amor. Para enseñarnos sobre salud. Para ofrecernos apoyo. Tenemos que hacer eso el uno por el otro”.

Instalados en la jubilación, los caballeros dedican gran parte de su tiempo al voluntariado, trabajando con organizaciones como LGBT Detroit para ayudar a construir un futuro más equitativo para los jóvenes negros queer en la ciudad. Y, a medida que su vecindario cambia rápidamente a su alrededor, continúan derramando amor en su hogar, todavía obsesionados con el diseño de los muebles de mimbre en la terraza, o el contraste de una pared roja brillante y un sofá de lino de color crema con mechones en su solárium.

Han pasado años desde la primera vez que tomé fotos con Mike y Phil, pero todavía vuelvo a visitar mis primeras imágenes de ellos de vez en cuando, un artefacto del día en que conocí a mi primera pareja negra gay mayor. El poder que tienen los medios de comunicación para dar forma a cómo nos vemos a nosotros mismos y lo que es posible para nuestro futuro está bien estudiado y documentado, pero todavía siento una alegría inexplicable, una profunda sensación de alivio, de poder sentarme con Mike y Phil, mirándolos amarse y apoyarse después de 50 años, y pensar que algún día ese podré ser yo.

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