Controlando los temores por el coronavirus

Por Jane E. Brody

Compartir
Compartir articulo
Existen motivos de salud importantes para acabar con la ansiedad excesiva que puede acompañar a esta amenaza viral. (Gracia Lam/The New York Times)
Existen motivos de salud importantes para acabar con la ansiedad excesiva que puede acompañar a esta amenaza viral. (Gracia Lam/The New York Times)

La COVID-19, el enemigo invisible que se ha cernido sobre 328,2 millones de estadounidenses está hecho a la medida para provocar miedo y ansiedad, ocasionando conductas tanto racionales como irracionales y, cuando el estrés emocional persiste, puede provocar un daño duradero a la salud.

Estamos ante un virus extraño que nuestro cuerpo no había enfrentado y que actualmente no podemos controlar. Aún no existe una vacuna disponible para prevenir la COVID-19 ni un medicamento de eficacia comprobada para combatir la enfermedad, lo cual limita nuestra capacidad de protegernos. Entonces compramos montones de papel de baño porque es algo que nos da una sensación de dominio sobre una fuerza que amenaza con superarnos.

“En la historia moderna de la humanidad, jamás ha habido una época en la que todas las personas se preocupen tanto por la misma razón y al mismo tiempo”, comentó David Ropeik, consultor de manejo de riesgos y exinstructor en comunicación de riesgos de la Escuela de Salud Pública de Harvard. Además, nunca antes había habido una amenaza tan extendida que pudiera ser transmitida con tanta inmediatez a 7800 millones de personas.

“Nos están inundando con un flujo constante de información atemorizante que sobrepasa nuestra capacidad de ser imparciales”, afirmó Ropeik, autor de “How Risky Is It, Really? Why Our Fears Don’t Always Match the Facts” (¿Cuán riesgoso es en realidad? Por qué nuestros miedos no siempre coinciden con los hechos). “Nuestro cerebro está ansioso por darle mayor peso al coronavirus, desafiando nuestra capacidad de reconocer que la mayoría de las personas en realidad enfrentan un riesgo menor”.

Como sucede con otras calamidades, las malas noticias son las que reciben mayor atención, no el hecho evidente de que la mayoría de las personas que se infectan no desarrollan síntomas o solo presentan síntomas leves y se recuperan por completo al cabo de una semana, aproximadamente.

Lo que agrava la sensación fatalista en algunas personas es su incapacidad de evaluar los riesgos y el hecho de que lo que es un riesgo aceptable para una persona es intolerable para otra. Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, muchas personas tuvieron miedo de volar y en lugar de eso condujeron miles de kilómetros, exponiéndose a un riesgo mayor para su vida e integridad física, pero aferrándose a una sensación de control con las manos en el volante y el pie en el acelerador.

“Un riesgo que elegimos correr parece ser menos peligroso que un riesgo que se nos impone”, señaló Ropeik.

No es que sea inapropiado sentirnos inquietos respecto del riesgo que todos estamos enfrentando, en especial si esa angustia nos recuerda que debemos cumplir con el distanciamiento social, evitar el contacto físico con personas con las que no vivimos, lavar bien nuestras manos con frecuencia y mantenerlas alejadas de nuestro rostro y ojos.

No obstante, aunque cierto grado de preocupación puede motivarte a protegerte de posibles exposiciones al virus, leer y escuchar malas noticias acerca de la COVID-19 de forma compulsiva no aumentará nuestro bienestar físico o emocional.

Existen motivos de salud importantes para acabar con la ansiedad excesiva. Nuestro organismo cuenta con una respuesta psicológica al peligro inminente llamada reacción de lucha o huida. El corazón late más rápido, la presión arterial aumenta y la respiración se agita para ayudarnos a escapar del león devorahombres.

Detrás de estos cambios inducidos por el estrés, se encuentran hormonas como la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol, que pueden ocasionar problemas si se mantienen en nuestra circulación durante mucho tiempo. La ansiedad constante aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, problemas digestivos, depresión clínica e, irónicamente, enfermedades infecciosas como la COVID-19, pues debilita la respuesta inmunitaria a una infección viral.

“En este momento, el estrés provocado por la COVID-19 es agudo, pero si persiste mucho después de abril, como probablemente sucederá, causará estragos profundos en la salud mundial”, aseguró Ropeik.

Por lo tanto, además de acatar las precauciones personales recomendadas para evitar una infección, las personas que se sienten extremadamente estresadas a causa de la pandemia podrían tratar de minimizar el daño ocasionado por la ansiedad no atendida.

Un psicoterapeuta que conozco ha aconsejado a sus pacientes limitar su exposición a las noticias y los debates acerca de la COVID-19 a una hora diaria y en una sola ubicación, y luego utilizar el resto del día y otras partes de su casa para realizar actividades productivas y que les traigan placer.

Puedes reafirmar los sentimientos positivos con una buena acción (hacia tus vecinos, los trabajadores esenciales de tu comunidad o personas extrañas que no tengan los recursos adecuados para cuidar de sí mismos y de sus familias). Yo he revisado los armarios y he empacado toneladas de ropa para donarla a los más necesitados, además de contribuir a una campaña de GoFundMe que está recaudando dinero para ofrecer comida a los trabajadores del hospital del vecindario, lo cual también ayuda a apoyar a los restaurantes locales que ahora solo cuentan con servicio para llevar. Actualmente, hay sitios en internet similares para hacer donaciones en todo el mundo.

También puedes encargarte de las tareas del hogar que has pospuesto durante mucho tiempo. Te doy algunas ideas: limpiar el refrigerador o la alacena, desarmar la estufa y lavarla por completo, remendar ropa rota o descosida (¡incluyendo los calcetines!), revisar las repisas del librero y apartar los libros que leíste hace mucho tiempo o que ya pasaron de moda y que no vale la pena guardar.

Pon atención a los dirigentes como el gobernador Andrew Cuomo de Nueva York, quien ha señalado que la medida más importante para combatir este nuevo virus es aplanar la curva de infecciones nuevas, tanto para evitar la saturación de los sistemas de salud, como para ganar tiempo mientras se desarrollan estrategias más efectivas, y, con suerte, terapias para tratar la enfermedad.

(c) The New York Times 2020