Cómo proteger a los adultos mayores, las víctimas principales del coronavirus

Se estima que la mitad de las muertes por COVID-19 se han dado entre personas que residen en hogares para ancianos. Enfermedades preexistentes, depresión por el aislamiento y falta de pruebas para residentes y personal se destacan entre las causas

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En los EEUU, los residentes de centros para ancianos representaban al menos el 40% de los muertos por COVID-19. (REUTERS/Daniel Becerril)
En los EEUU, los residentes de centros para ancianos representaban al menos el 40% de los muertos por COVID-19. (REUTERS/Daniel Becerril)

Cada vez más años de vida, muchas veces con enfermedades crónicas u otros achaques que no se pueden cuidar en la casa: la población mundial ya atravesaba esa situación, buena pero con problemas derivados, sin mejores soluciones que las residencias geriátricas, antes de que llegara el COVID-19. Con la pandemia, la vida de los adultos mayores se volvió aún más tormentosa: constituyen el grupo más vulnerable al coronavirus.

En los Estados Unidos, según cálculos de The Wall Street Journal (WSJ) al 16 de junio, de los 116.000 muertos por el SARS-CoV-2, aquellos alojados en residencias para ancianos representaban el 40% por lo menos. En España, del total de 28.323 personas fallecidas de COVID-19, 19.549 eran adultos mayores en hogares geriátricos, estimó TVE. En Italia la proporción de estas víctimas fue tan grande que el promedio de edad de los muertos por el coronavirus fue de 80 años, según Bloomberg.

Además de la combinación de un sistema inmunológico más débil con cuadros preexistentes, los ancianos que viven en hogares sufren condiciones ambientales que facilitan la transmisión, empezando por la circulación del personal que los atiende. “El COVID-19 ha demostrado que simplemente no estamos preparados para cuidar a los ancianos”, dijo a Axios Lily Parsey, titular de políticas globales del Centro Internacional sobre Longevidad.

Un sistema inmunológico más débil, cuadros preexistentes y condiciones ambientales de riesgo en los hogares geriátricos hacen que los ancianos sean un blanco perfecto para el coronavirus. (REUTERS/Susana Vera)
Un sistema inmunológico más débil, cuadros preexistentes y condiciones ambientales de riesgo en los hogares geriátricos hacen que los ancianos sean un blanco perfecto para el coronavirus. (REUTERS/Susana Vera)

“Hacer regularmente pruebas [de detección del coronavirus] a los trabajadores sería una de las maneras más efectivas de cortar de raíz los brotes entre los mayores”, señaló el sitio, pero el costo es extremadamente alto. David Grabowski, profesor de políticas sanitarias en la Universidad de Harvard y asesor del Congreso de los Estados Unidos sobre el plan público Medicare, propuso un esfuerzo federal para hacerlo, de manera tal que ese costo no caiga solamente sobre los municipios o los estados.

Esa cooperación del gobierno federal durante la emergencia también se podría aplicar para “conseguir más suministros de equipo de protección personal”, que han faltado. “Los residentes de los hogares geriátricos no han recibido la mitad de nuestros recursos ni la mitad de nuestra atención, y sin embargo representan aproximadamente la mitad de las muertes”, dijo. “No valoramos sus vidas tanto como las de otras personas”.

En una columna para USA Today, el ex líder de la mayoría en el Senado, Bill Frist, y la experta del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt Martha Presley sugirieron que las compras conjuntas de kits de análisis para todos los estados, en lugar de compras por separado, podría reducir los costos hasta en un 80%, lo cual permitiría incluir a los visitantes y atacar así otro problema: el aislamiento de los ancianos, que aumenta su riesgo, ya mayor que el promedio, a la depresión, y sus consecuencias en el sistema inmunológico.

“El COVID-19 ha demostrado que simplemente no estamos preparados para cuidar a los ancianos”, dijo Lily Parsey, del Centro Internacional sobre Longevidad. (REUTERS/Ricardo Moraes)
“El COVID-19 ha demostrado que simplemente no estamos preparados para cuidar a los ancianos”, dijo Lily Parsey, del Centro Internacional sobre Longevidad. (REUTERS/Ricardo Moraes)

“La estrategia debería incluir —agregaron— el uso adecuado de máscaras, la disponibilidad de la higiene de las manos y un plan para aislar a los pacientes infectados”. En cambio, aislar preventivamente a todos los ancianos —algo que sucedió, en los hechos, ya que las visitas de familiares y amigos se suspendieron durante meses para evitar la transmisión del coronavirus— ha amplificado los sentimientos de soledad que, advirtió a Axios Gordon Flett, profesor de psicología de la Universidad de York, “se han visto como una causa de mortalidad, no meramente una correlación”.

Coincidió Jospeh Ouslander, geriatra y profesor de Florida Atlantic: “Los efectos psicológicos del aislamiento y de no estar con la familia y los seres queridos son significativos”. Muchos familiares, por ejemplo, se quejaron del declive cognitivo que sufrieron los ancianos aislados durante esas semanas. “En el otro platillo de la balanza tenemos la pesadilla de que alguien introduzca el virus en un establecimiento, y que mucha gente se enferme y alguna muera”, agregó Ouslander.

Otras opciones podrían ser la prohibición del regreso al geriátrico de aquellos pacientes de COVID-19 que estuvieron hospitalizados —algo que se puso en práctica en la Florida y redujo las tasas de mortalidad en las residencias— y la implementación de nuevas tecnologías.

An elderly resident of a nursing home speaks to a relative who stands behind a barrier to keep a safe distance, as the spread of the coronavirus disease (COVID-19) continues in Capralba, near Cremona, Italy May 22, 2020. Picture taken May 22, 2020. REUTERS/Flavio Lo Scalzo
An elderly resident of a nursing home speaks to a relative who stands behind a barrier to keep a safe distance, as the spread of the coronavirus disease (COVID-19) continues in Capralba, near Cremona, Italy May 22, 2020. Picture taken May 22, 2020. REUTERS/Flavio Lo Scalzo

“CarePredict comercializa un dispositivo portátil llamado Tempo que rastrea la ubicación en la residencia, la frecuencia del pulso y los niveles de oxígeno en la sangre, entre otras cosas”, ilustro Axios. Originalmente se pensó para que los encargados del cuidado de un adulto mayor y sus familiares pudieran estar informados en tiempo real sobre indicadores de salud importantes, pero la pandemia le dio un nuevo uso: enfrentar el COVID-19. Tempo incluso incorporó el rastreo de contactos.

“Si un individuo da positivo en la prueba de COVID-19, [los cuidadores] pueden ingresar al software, seleccionar a la persona y rebobinar los últimos 14 días para ver con quién se contactó y la duración de ese contacto”, explicó Jerry Wilmink, director comercial de CarePredict.

Por último, destacó el análisis de la publicación en línea, existen otros problemas derivados del funcionamiento actual de las residencias para ancianos: al comienzo de la pandemia —pero todavía sucede en varios lugares— no estaban preparados para un brote infecto-contagioso de esta magnitud, y se les hizo difícil conseguir el equipo de protección personal para evitar que los residentes se contagiaran el virus entre sí y que el personal no lo trajera desde el exterior.

Además de testeo regular del personal y de los ancianos, habría que incluir el de los visitantes, el uso adecuado de máscaras, la disponibilidad de la higiene de las manos y un plan para aislar solamente a los infectados. (REUTERS/Nacho Doce)
Además de testeo regular del personal y de los ancianos, habría que incluir el de los visitantes, el uso adecuado de máscaras, la disponibilidad de la higiene de las manos y un plan para aislar solamente a los infectados. (REUTERS/Nacho Doce)

Y, sobre todo, en muchos establecimientos geriátricos falta personal y los salarios son tan bajos —en los Estados Unidos, el 42% de los trabajadores que cuidan de las personas mayores reciben alguna forma de asistencia pública— que dificultan las posibilidades de cuidado de esos empleados. Dependen del transporte público y tienen más de un trabajo en un ambiente de riesgo, por ejemplo.

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), recordó Axios, por primera vez en la historia las personas de más de 65 años superan en cantidad a los niños de menos de cinco años a nivel global. Si la tendencia continúa, hacia 2050 la cantidad de personas de 80 años y más se triplicará: llegará a 426 millones. “La pandemia ha expuesto la vulnerabilidad de una sociedad envejecida y la necesidad de innovaciones para proteger a los ancianos”, concluyó el artículo. “Si somos inteligentes, será una oportunidad para reconsiderar cómo nos acercamos a un futuro —la vejez— que casi todos compartiremos”.

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