En un mundo repleto de conflictos y desacuerdos, la sociedad moderna ha intentando promover una idea de creatividad basada en la armonía y la sincronía. Buscamos que nuestros niños traten de no criticar, de ser amables antes que todo y evitar el enfrentamiento.
Pero esa no parece ser la forma en la que la innovación y las grandes ideas capaces de cambiar el mundo emergen, de acuerdo a un reciente artículo del psicólogo y profesor Adam Grant para el New York Times.
Por el contrario, el debate, el intercambio de argumentos, la crítica respetuosa y el choque de ideas tienen un rol mucho más importante a la hora de encontrar soluciones nuevas para viejos problemas, y hacerlo en conjunto con otros.
En definitiva la habilidad de "acalorarse sin enojarse" y no tomar el desacuerdo a nivel personal, como señala Grant.
Una anécdota sobre los hermanos Wright, inventores del aeroplano, pone en evidencia esta condición. Por mucho tiempo se creyó que este dúo inseparable de Ohio, Estados Unidos, pensaba como uno y trabajaba en una total armonía. Pero lo cierto es que peleaban a los gritos por cada detalle en sus creaciones, como por ejemplo el diseño de la hélice de su avión volado por primera vez en 1903.
"Luego de largas peleas muchas veces nos encontrábamos en la posición ridícula de habernos convertido cada uno a las ideas del otro, sin ningún tipo de acuerdo", relató Oville Wright en una biografía recientemente publicada. Pero tan agotadora como pudo haber sido esta etapa creativa, sólo tras destruir mutuamente los argumentos del otro entendieron que ambos estaban equivocados: necesitaban dos hélices que giraran en direcciones contrarias.
Los Wright nunca se lo tomaron en forma personal ni decidieron quebrar su sociedad pese a las profundas diferencias que tenían. Esta habilidad es crítica en la vida, pero muy pocos padres están dispuestos a enseñársela a sus hijos, destacó Grant. Es usual que por el contrario se frenen las peleas entre hermanos antes de que comiencen y se oculten los desacuerdos de los padres para montar un frente común. Pero eso limita la creatividad.
En la actualidad vivimos en un mundo en el que las opiniones potencialmente ofensivas son calladas en las universidades, las discusiones sobre política, religión o raza vedadas en reuniones sociales, y las voces disidentes son silenciadas.
Pero según destaca el psicólogo e investigador Robert Albert, "la persona creativa viene de una familia que es cualquier cosa menos armoniosa". No se refiere a situaciones de violencia física o verbal, pero sí a la existencia de desacuerdos y posiciones enfrentadas.
De acuerdo a un estudio sobre creatividad encarado por los investigadores Richard Koestner, Marie Walker y Laura Fichman, cuando los miembros de un grupo de adultos entre 30 y 35 años fueron invitados a escribir cuentos, los más creativos vinieron de aquellos cuyos padres habían sido los más conflictivos.
Se trataba de progenitores que tenían visiones distintas sobre la crianza, diferentes valores, actitudes e intereses.
La misma situación ocurrió con un grupo de arquitectos y científicos, en el cual los hijos criados en hogares con conflicto demostraron ser los más creativos y superar con creces a los que provenían de una crianza "armoniosa", técnicamente aptos pero muy poco originales.
Este fue el caso de los hermanos Wright, hijos de un predicador protestante famoso en su pueblo por buscar debates y discusiones con todo el mundo y mantener libros de autores ateos en su biblioteca.
Eliminar el conflicto en la crianza produce la tendencia a evitarlo a toda costa en la madurez, señala Grant. Por el contrario presenciar discusiones, y participar en ellas, nos ayuda a generar tolerancia, aprender a pelear por nuestras ideas y aceptar también que una caída no es el fin del mundo.
La historia de la creatividad y la innovación está repleta de ejemplos. Las peleas entre los Beatles por el uso de un instrumento, una técnica de grabación o una letra se hicieron famosas y bien podrían haber contribuido a la separación del grupo, pero dejando en el camino una vasta e influyente obra.
Por otro lado Steve Jobs y Steve Wozniak, el dúo fundador del gignate tecnológico Apple, discutían también incesantemente.
La técnica del brainstorming, en la que un grupo de personas intenta encontrar la solución a un problema aportando ideas en común sin restricciones, funciona mejor cuando se incentiva la crítica, siempre de manera respetuosa, según un estudio publicado en el European Journal of Social Psychology.
Si una persona nunca discute, es difícil desprenderse de viejos hábitos y probar nuevas formas de encarar los problemas. Y no hay mejor momento para aprenderlo que en la infancia.
Grant argumenta de esta manera que los niños deben aprender el valor del desacuerdo y no ser censurados a expresar sus opiniones, especialmente si son distintas a lo establecido.
Los padres no deberían, en este esquema, esconder sus discusiones, ya que los hijos al presenciarlas desarrollan tolerancia a la ambigüedad y entienden que ninguna autoridad tiene el monopolio de la verdad, una máxima de la vida adulta.
En otras palabras, aprenden a depender de su propio juicio.
Así, Albert sostiene que lo importante no es cuánto se discute, sino el mantener la actitud de sostener desacuerdos cuando se presenten. Los hogares que toleran discusiones constructivas no sólo producen niños más creativos, sino también más emocionalmente estables, empáticos y preocupados por el prójimo, de acuerdo a una investigación encarada por el psicólogo en la Universidad Pitzer.
Por eso Grant aporta una serie de recomendaciones para promover esta conducta. En primer lugar, enmarcar a los conflictos como si fueran debates. En segundo lugar, aprender a argumentar como si uno tuviera la razón y escuchar los argumentos del otro como si uno estuviera equivocado. Seguidamente, mantener el respeto al momento de interpretar las ideas del otro. Y para concluir, reconocer los puntos del otro que compartimos o hemos aprendido a partir del debate.
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