La oscura historia de las momias de Tlatelolco

La policía capitalina tuvo que indagar sobre estos hechos que habían sucedido muchos años antes de que fueran hallados los cuerpos

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Capas de basura permitieron que el cuerpo quedara sellado de forma hermética (Foto: Museo de las momias de Guanajuato)
Capas de basura permitieron que el cuerpo quedara sellado de forma hermética (Foto: Museo de las momias de Guanajuato)

Corrían los primeros días de 1975 cuando las páginas de la nota roja dieron a conocer eventos inusuales: dos momias aparecieron en la unidad habitacional de Nonoalco, Tlatelolco, en plena capital de México.

La noticia sorprendió a los lectores, pues resultaba extraño que los cuerpos momificados estuvieran en un entorno urbano. Sin embargo, las indagatorias judiciales revelaron que uno de los casos se había tratado de un asesinato cometido siete años antes y el otro individuo murió por congestión alcohólica, tres años atrás. Pues ambos fueron localizados en ductos de ventilación del edificio Nuevo León.

El 19 de diciembre de 1967, Eliseo Guadalupe Sergio Gutiérrez Aragón, joven de 19 años de edad, acudió a festejar las vacaciones de fin de año junto con sus colegas del trabajo. Convivieron en dos locales hasta que se trasladaron a una vivienda particular. Después de ello, nada se supo del estudiante, sus familiares lo reportaron como desaparecido y la investigación quedo archivada.

Hasta que un plomero, en sus intento de perforar la pared para instalar un lavabo, descubrió el cuerpo parcialmente momificado del joven estudiante el 11 de enero de 1975, sus parientes acudieron a reconocerlo, luego de ser contactados por las autoridades, debido a que entre las ropas de Gutiérrez Aragón había identificaciones de la preparatoria en que cursó y otra credencial otorgada por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, donde laboraba.

Peritos del Servicio Médico Forense (Semefo) identificaron que el joven presentaba un golpe en la base del cráneo y explicaron a los medios que el cuerpo fue tapado con capas de basura, lo que favoreció como cubierta hermética, así, el aire seco propició la momificación.

A pesar de que, en su momento, los amigos de la víctima fueron interrogados, no se llegó a nada. Antes de aquella Navidad de 1967 los familiares presentaron una denuncia ante el llamado Servicio Secreto para que localizaran al empleado federal. Pero nada se supo, hasta siete años después.

Para la policía capitalina resultaba sospechoso que el cuerpo de Gutiérrez Aragón llegara hasta el ducto de ventilación, pues desde donde estaba habría caído por una altura de 15 pisos, pero no presentaba lesiones internas ni otras fracturas, solamente el golpe en la cabeza.

“Si hubiera caído desde la azotea, donde se localiza la salida del conducto, el muchacho se habría roto muchos huesos”, comentó Ramón Fernández Pérez, director del Semefo.

En su búsqueda, los oficiales interrogaron a unos 200 testigos, entre vecinos de la unidad habitacional, familiares, ex empleados de la SCyT. Sus hermanos, Fausto y Francisco, declararon que Eliseo no tenía enemigos y tampoco andaba entrometido en política estudiantil, una militancia castigada por el gobierno represor de aquella época, cuando gobernaba Gustavo Díaz Ordaz.

En aquella época gobernaba Gustavo Díaz Ordaz, presidente intolerante a los movimientos estudiantiles, un año después de que el joven Gutiérrez Aragón fue asesinado ocurrió una masacre, justamente, en Tlatelolco
En aquella época gobernaba Gustavo Díaz Ordaz, presidente intolerante a los movimientos estudiantiles, un año después de que el joven Gutiérrez Aragón fue asesinado ocurrió una masacre, justamente, en Tlatelolco

Los vecinos nunca sospecharon del mal olor generado por la descomposición de los restos del joven, pues acostumbraban arrojar basura a los ductos (por las ventanas del baño), mismos que tampoco eran aseados.

El jueves 23 de enero de 1975, La Prensa reportó que otro cuerpo momificado había aparecido en el mismo edificio Nuevo León. Esto ahondó el suspenso e incrementó las sospechas de las autoridades, pues en menos de dos semanas tenían casos similares.

Un empleado de la admnistración inmobiliaria fue comisionado para asear el sótano del mentado edificio y, en un lugar oscuro y húmedo encontró a la segunda “momia” de Tlatelolco. Vestido con traje y zapatos negros, le encontraron dos monedas de a peso. En espera de su identificación fue trasladado al Semefo.

Dos semanas después de hallado el cuerpo del joven estudiante, la Policía Judicial logró identificar al presunto homicida. Se trataba de José Luis Ortega Romero, un pagador de la SCyT, quien había fallecido el 3 de enero de 1975, justamente, ocho días antes de que los agentes identificaran a la víctima.

Héctor Cárdenas Mendoza, compañero del joven Gutiérrez Aragón, fue detenido y confesó haber participado en el asesinato junto con Daniel González Montaño. El involucrado relató que la víctima acordó seguir la convivencia con Ortega Romero en la vivienda de éste último, en Santa María la Redonda 83, interior 3, muy cerca de la unidad habitacional Nonoalco, Tlatelolco. Previamente habían acudido a ingerir bebidas embriagantes en los centros nocturnos Molino Rojo y Cervecería Rhin.

La policía capitalina tuvo que investigar sobre crímenes que habían ocurrido siete y tres años antes (Foto: @SSP_CDMX)
La policía capitalina tuvo que investigar sobre crímenes que habían ocurrido siete y tres años antes (Foto: @SSP_CDMX)

Pero el joven estudiante discutió con el pagador debido a que el primero se quejó de que no le habían depositado completa la quincena. Al “calor de las copas”, Ortega Romero tomó un cenicero de pie metálico y atacó a Eliseo Guadalupe Sergio Gutiérrez Aragón, hijo de un funcionario del estado de Morelos. Según Cárdenas Mendoza, el golpe fue en la base del cráneo, lo que causó una muerte rápida, pero de esto tuvo conocimiento por el asesino, porque aseguró que no estaba presente, sino llegó después a lugar de los hechos.

Entre el pagador y el otro colega de Gutiérrez Aragón, escondieron el cuerpo durante tres días en la vivienda donde ocurrió el crimen. Después, contactaron a Daniel González Montaño, subordinado de Ortega Romero, quien era chofer en la SCyT. El asesino y encubridor acordaron transportar el cuerpo a las 23:30 horas del 23 de diciembre al departamento de Héctor Cárdenas Mendoza, en el edificio Nuevo León. Así fue como operaron para librarse del cadáver.

González Montaño también fue detenido y confirmó su participación. Relató que su jefe, Ortega Romero, lo contactó porque quería transportar un bulto, para ello sobornó al velador del estacionamiento, en Petanco, donde se encontraba el vehículo, pues lo usaría fuera de horario. También dijo que desde esa fecha, el asesino se volvió alcohólico, enfermedad que lo llevó a ser internado en el hospital 20 de noviembre, donde falleció.

Sin embargo, para la policía las versiones resultaban demasiado simples. Pues la clave del suceso se encontraba en alguien que ya había muerto. Cuando los amigos de Gutiérrez Aragón fueron interrogados en 1967, dijeron que su compañero era muy inquieto, se alejó de ellos la noche en que salieron a convivir y no supieron más de él. Finalmente quedaron libres de sospecha. Pasados siete años confesaron que habían transportado el cadáver, pero no eran responsables materiales.

El segundo cuerpo momificado se identificó por las piezas dentales que tenía (Foto: Nota Roja 70’s, de Myriam Laurini y Rolo Diez, México 1993, editorial Diana)
El segundo cuerpo momificado se identificó por las piezas dentales que tenía (Foto: Nota Roja 70’s, de Myriam Laurini y Rolo Diez, México 1993, editorial Diana)

Para el 31 de enero de 1975, la Procuraduría capitalina informó que la segunda “momia” era un hombre de uos 45 años, con estatura entre 1.65 a 1.70 metros, complexión mediana, peso aproximado de 60 a 65 kilogramos y tez blanca. A diferencia del cuerpo de Gutiérrez Aragón, este sujeto no presentaba lesiones.

Un par de días después, las autoridades identificaron que el hombre se llamaba Galo Fabio Valdivieso, tenía 33 de edad, profesor de profesión y vivía en la colonia Santa María la Rivera. Lograron dar con él porque la etiqueta de su traje era de la sastrería ACSA, a donde los agentes acudieron para indagar sobre una lista de 150 clientes.

Los peritos determinaron que el profesor murió de congestión alcohólica. Algo que fue confirmado por personas con quienes trabajó, pues el maestro era suspendido con regularidad por llegar a dar clases en estado incoveniente. La última vez que lo vieron fue en una cantina, el 28 de febrero de 1972. Con esos antecedentes, las autoridades concluyeron que la causa de muerte más probable era por enfermedad, además, que por la posición en que fue localizado, falleció acostado.

La única pista que siguieron, pero no detallaron de los hallazgos, fue una novia que cambió de domicilio en dos ocasiones entre 1973 y 1975. Pues tendría información valiosa sobre el occiso.

Por su parte, el caso de Gutiérrez Aragón quedó impune. Los participantes del asesinato quedaron libres porque los delitos de encubrimiento e inhumación clandestina prescribieron el 19 de diciembre de 1970.

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