
Mientras aumentan las enfermedades crónicas y la presión sobre los sistemas agrícolas tradicionales, un cultivo oceánico comienza a destacarse por su versatilidad y sostenibilidad: las algas marinas.
Durante décadas limitadas a la gastronomía costera, hoy se integran a suplementos, refrigerios, bioplásticos y alimentos para animales, mientras absorben dióxido de carbono y favorecen la restauración de los ecosistemas marinos.
Un reciente artículo publicado por Forbes destacó cómo estas macroalgas de rápido crecimiento ofrecen soluciones integradas a dos de los principales desafíos globales: la seguridad alimentaria y el cambio ambiental.
Investigaciones respaldadas por instituciones como la Universidad de Queensland y el Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados subrayaron que ampliar su cultivo podría reducir significativamente la dependencia de tierras agrícolas, sin necesidad de agua dulce ni fertilizantes.
Producción sin tierra ni agua dulce
Las algas marinas se cultivan sin competir con recursos terrestres. Su crecimiento no requiere suelo cultivable, ni irrigación, ni fertilización química. Según datos mencionados por Forbes, esto las convierte en uno de los cultivos más sostenibles del planeta, al mismo tiempo que contribuyen a seis Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El informe destacó que estas especies absorben CO₂ y nitrógeno, dos compuestos clave en la lucha contra la contaminación y el calentamiento global. Además, su presencia favorece la biodiversidad marina, elemento esencial para la resiliencia de los ecosistemas oceánicos.
Beneficios para la salud y consumo humano
El consumo de algas marinas creció en popularidad como parte del auge de los llamados superalimentos, gracias a su alto valor nutricional y beneficios para la salud.
Según expertos de la Escuela de Salud Pública de Harvard, las algas comestibles, pardas, rojas y verdes, son ricas en minerales esenciales como calcio, yodo, potasio, hierro y magnesio, además de contener fibra prebiótica, polisacáridos, ácidos grasos omega-3 y compuestos antioxidantes.
Estas plantas marinas ayudan a estabilizar el azúcar en sangre, fortalecer el sistema inmunológico, alcalinizar la sangre y eliminar toxinas del organismo. Son saciantes sin aportar calorías en exceso y favorecen la salud intestinal.

No obstante, debido a su alto contenido de yodo, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición recomendó que personas con disfunciones tiroideas, niños, embarazadas y mujeres lactantes eviten su consumo sin supervisión médica.
Fibra, saciedad y salud metabólica
Desde el punto de vista nutricional, las algas marinas presentan beneficios específicos frente a carencias comunes en la dieta occidental. Un artículo de Science Direct señaló que muchas de estas dietas carecen de fibra y micronutrientes esenciales, lo que favorece la inflamación crónica y las disfunciones metabólicas.
El kelp azucarero, por ejemplo, contiene una mezcla de fibras insolubles como fucoidano, betaglucano, alginato y celulosa. Estas fibras, al ser fermentadas por las bacterias intestinales, generan ácidos grasos de cadena corta, relacionados con mejoras en la sensibilidad a la insulina, la saciedad y la función inmunitaria.
Nuevas aplicaciones biotecnológicas
Empresas como OCEANIUM, fundada en el Reino Unido por Karen Scofield Seal y el Dr. Charlie Bavington, desarrollan productos de valor agregado a partir de algas marinas.
Su suplemento OCEAN ACTIVES® H+ entrega una dosis de 250 mg clínicamente probada que mejora el equilibrio intestinal, aumentando la proporción de Bifidobacterium y reduciendo las Enterobacteriaceae.

El proceso patentado de biorrefinería ecológica de la empresa permite asegurar la trazabilidad y seguridad alimentaria de sus ingredientes. Además, OCEANIUM trabaja en colaboración con la Universidad de Wageningen para investigar la relación entre microbiota y demencia, y con la Universidad de Reading en estudios de nutrición humana y veterinaria.
Usos ganaderos y alimentarios
El potencial de las algas marinas no se limita a los suplementos humanos. En Australia, la compañía FutureFeed desarrolló un aditivo alimenticio para ganado que, según datos del organismo científico CSIRO, logra reducir las emisiones de metano en más del 80%.
Otro ejemplo destacado es el de la empresa Sea Forest, que cultiva asparagopsis, un alga roja rica en bromoformo, capaz de inhibir casi por completo la producción de metano en el sistema digestivo del ganado. Investigaciones de la Universidad de Nueva Inglaterra mostraron reducciones de hasta el 95% en estudios experimentales, sin afectar la calidad de la carne o la leche.

Este tipo de innovaciones vincula la producción alimentaria con estrategias de mitigación ambiental, consolidando el papel de las algas marinas en la bioeconomía emergente.
Limitaciones de infraestructura y consumo
A pesar de su potencial, el crecimiento del sector enfrenta obstáculos concretos. Según OCEANIUM, la infraestructura de procesamiento aún es insuficiente para una expansión a gran escala. Además, las características organolépticas, como el sabor y la textura, pueden dificultar la aceptación del consumidor.
Para sortear estas barreras, el equipo de OCEANIUM trabaja en el desarrollo de ingredientes refinados con perfil de sabor neutro, fáciles de incorporar en alimentos cotidianos como sopas, barras de proteínas y snacks. A la vez, se destaca la necesidad de educación del consumidor, enfocada en los beneficios nutricionales y ambientales que ofrece este cultivo.
Las algas marinas dejaron de ser un ingrediente marginal. Respaldadas por evidencia científica e innovación tecnológica, se perfilan como un recurso estratégico para transformar tanto la producción alimentaria como las prácticas industriales.
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