“Regresar a Acapulco es regresar a una cicatriz”: Julián Herbert

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“Ahora imagino cosas” (Literatura Random House) es un libro de crónicas, aunque también hay autoficción y un dejarse llevar por esos pensamientos en donde sin duda el primer texto –de los ocho publicados-, “Acapulco Timeless”, es el mejor y el que más cosas de sí cuenta el autor de “Canción de tumba”.

Cada vez que me encuentro con Julián Herbert, hay un mecanismo inconsciente que me obliga a nombrar a alguien que él detesta. Esta vez no fue la excepción. Pienso en esa persona y me da por compararla con él, toda vez que ambos escuchan música de rock argentina. “Si el rock colombiano fuera tan bueno, entonces escucharía rock colombiano”, me dice risueño este viejo lobo que ahora, quizás porque hace un año y medio que no bebe, tal vez porque está recién casado, es un cordero simpático y amable.

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Ahora presenta un libro hecho especialmente para el editor, quizás respondiendo a esa crítica en donde decían que su Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino estaba escrito a las apuradas, para quedar bien con la editorial.“Nada más errado. Ese libro me llevó nueve años pensarlo”, dice con ese dolor en donde la crítica no está bien informada, donde la crítica de libros ha bajado muchísimo.

Ahora imagino cosas (Literatura Random House) es un libro de crónicas, aunque también hay autoficción y un dejarse llevar por esos pensamientos en donde sin duda el primer texto –de los ocho publicados-, Acapulco Timeless, es el mejor y el que más cosas de sí cuenta el autor de Canción de tumba.

–¿Qué relatas en Bajan?

Bajan es como dos historias, es un texto donde quería hacer una desviación. Un viaje hacia Baja California Sur. Es una versión más íntima de un trabajo que hice para FONATUR, pero el relato termina con mi hijo Leonardo, que es la principal razón por la que dejé de beber. De algún modo está enlazado con la historia de un pescador que conocí en Baja California…

–Es también ver la forma en que te has ido buscando el trabajo

–Sí, claro, para mí era tratar de unir dos voces. Una más personal y autobiográfica y luego esa otra voz mirando esos hechos sociales. Trato de hacer crisis entre esas dos voces.

–Me resulta muy placentero haber dejado de beber, sobre todo por las crudas

–Es complicado porque parece que uno está predicando y no es mi intención. Está bien que la gente se tome unos tragos, pero en mi caso eso se acabó. Una de las cosas que no extraño son las crudas. En estos días hice una mesa con Joselo Rangel en Hermosillo y alguien le preguntaba a él cómo le hacía para hacer tantas cosas y él contestó: –Es que dejé de beber. El alcohol requiere mucha disciplina, hay que tener mucho oficio para ser un borracho. Cuando dejas de beber es que te alcanza mucho el tiempo para otras miles de cosas.

–También está el tema de la depresión

–La depresión es un tema bien complicado. La mayor parte de la vida siempre he sido un tipo muy alegre, he sido pesimista y desencantado, pero alegre. En las últimas fases de mi vida, entré en una depresión y esa es otra de las razones por las que dejé de beber. Para mí fue muy importante darme cuenta de que es un periodo de mi vida que se cerró y que había otras cosas que me hacían feliz. La depresión me enseñó muchas cosas y no es algo que uno elige, es algo complejo y personal.

–¿Cómo ha nacido Ahora imagino cosas?

–Lo que pasó con este libro tiene que ver con un comentario bastante frívolo. Alguien escribió la reseña de Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino diciendo que los cuentos estaban escritos con prisa, para entregárselo al editor. Es un libro que me llevó muchos años escribir. Lo que pensé es ¿por qué no hacer un libro en el que efectivamente se escriba muy rápido? Esa fue mi idea y cuando se lo propuse a Andrés Ramírez, le dije que quería hacer crónicas y entregárselas como si fuera una mesa de redacción. La idea la saqué de una crítica negativa.

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–El tema de la violencia está a lo largo de todo el libro

–Una de las ideas que tenía desde el principio era el Océano Pacífico, tenía ciertas trazas, por eso están Mazatlán, Acapulco y Baja California. El tema de la violencia como una segunda naturaleza se fue apareciendo todo el tiempo. Viajé a Chile, un viaje que no tenía nada que ver con el libro y llego a Talca, me encuentro con un asesinato de una chica, un embotellamiento porque iban a entregarle el cuerpo a sus familiares. Vista la violencia desde otro lugar es hacerme cargo de una realidad que se vive constantemente en México. El momento fue también muy intenso, yo estaba escribiendo el libro.

–La pobreza de Acapulco tú la marcas también…

–Yo vengo de una familia pobre y llegué a Acapulco, a la mediana edad, tratando de salir de la pobreza. Está todo ese sueño del acapulqueño que se fue por el caño pues la ciudad está hecha pedazos. Acapulco es un lugar al que siempre voy a regresar. Acapulco es un lugar que está en mi cuerpo fue el título de una crónica que escribí antes y siento que la huella que deja el lugar donde naciste te marca mucho. Regresar a Acapulco es regresar a una cicatriz.

–¿Qué le debes a tu hermano Jorge?

–Lo que más le debo la sensación de posibilidad. No esa cosa de voluntad, como de libro de superación personal, la sensación de que las cosas son posibles. Jorge en ese sentido lo admiro muchísimo, por su deseo de hacer cosas en la vida y por el sentido del humor. En el libro hay una crónica un poco curiosa. Él vive en Japón desde hace muchos años y yo estuve en Shanghái durante dos años. Nos encontramos un día en Shanghái y fue muy extraño. Dos chicos de pueblo mexicano escuchando a una banda de jazz china.

–¿Tuviste miedo en convertirte en alguien marginal?

–No sé si miedo sea palabra pero sí la sospecha de que podría suceder. No es una posibilidad que rechace. Soy escritor, pero el mundo está haciendo lo que quiere todo el tiempo. Antes me preocupaba mucho, me daba mucho estrés, pero las cosas han cambiado en mi forma de ver la vida. ¿Qué pasa si no soy escritor? No pasa nada. Mientras esté concentrado trataré de hacer buenos libros para ganarme la vida, me gusta mucho ser un tipo que sabe ganarse la vida. Últimamente le dedico mucho tiempo a cocinar. Hay cosas en la vida además de escribir.

–Todas estas crónicas te han pintado a ti como un testigo

–Estoy de acuerdo contigo que uno como escritor es un testigo. Lo pienso como en la música, tienes que saber cuándo tocar, cuando vas tú solo y cuando te tienes que llamar a silencio. Es más difícil aprender a callarse que estar en primer plano. Aprender a callarse toma toda la vida.

–¿Qué cosas piensas de las cosas que has dicho en el Facebook con respecto a las mujeres y por las que has sido muy atacado?

–Es complicado. He cambiado mucho mi perspectiva de las cosas por la experiencia cotidiana. Me ha tocado lidiar con versiones no siempre las más sensatas del feminismo. Una de las cosas que he aprendido es a no discutir de bloque. La realidad social rebasa las opiniones personales. La violencia contra las mujeres es mucho más intensa, mucho más presente y constante. La vida social te demanda una actitud más abierta. Tengo buenas discusiones con las feministas a veces y otras no tanto. Tengo límites personales acerca de lo que la ideología puede ser. La ideología es emocional. No soy un militante de ninguna causa, pero sí creo que los hombres tenemos que cambiar muchas cosas de nuestra actitud cotidiana y tenemos que aceptar los cambios que están sucediendo en el mundo porque son buenos para todos.

–Cuando me dijeron que estabas dando cursos lo tomé con cierto escepticismo, pero todo el mundo habla maravillas de tus cursos

–Lo primero es que durante mi juventud di clases mucho tiempo. Di clases también en la Escuela de Psicología. Últimamente me han dado las ganas de trabajar con escritores, sobre todo también para decir lo mucho que me ha enseñado la literatura. Yo tuve a dos maestros extraordinarios, uno es David Huerta y el otro Rafael Ramírez Heredia. La literatura es como una artesanía y te la enseña un artesano. No puedo evaluar estéticamente mi trabajo, pero sí sé que conozco del oficio. Lo practico todos los días, ha sido muy grato encontrar formas de compartirlos. Algo que me interesa mucho es que como escritor tienes que construir un método.

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