Patricio Fernández: "La centroizquierda no merece ganar en Chile; es 'justo' que lo haga Piñera"

En diálogo con Infobae, el prestigioso periodista y escritor analizó las elecciones de este domingo en su país, y cómo afectó a Michelle Bachelet el caso de corrupción de su hijo Sebastián Dávalos

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Patricio Fernández, durante el Festival Gabo en Medellín (Festival Gabo FNPI)
Patricio Fernández, durante el Festival Gabo en Medellín (Festival Gabo FNPI)

Este domingo los chilenos están llamados a las urnas para elegir a su próximo presidente. Michelle Bachelet dejará el mando en marzo de 2018 con una imagen muy deteriorada. Apenas un 25% aprueba su gestión, según las últimas encuestas. Si se compara este índice con el que registraba en 2014 cuando finalizó su primer mandato -en ese entonces tenía una aceptación cercana al 80%- la caída de su popularidad es alarmante.

El escándalo de corrupción en el que está envuelto su hijo, Sebastián Dávalos, por su presunta implicación en el "caso Caval", un polémico negocio inmobiliario por el que es investigado, salpicó de lleno a la jefe de Estado, quien no logró sobreponerse al escarnio público.

Pero toda la dirigencia política llega sumamente desprestigiada. A tal punto que no habrá un candidato respaldado directamente por la presidente. En esa carrera, el ex mandatario Sebastián Piñera se perfila como el gran favorito. Al menos en las encuestas…

Infobae aprovechó su presencia en el Festival Gabo, en Medellín, Colombia, para abordar estos temas con el prestigioso periodista y escritor chileno, Patricio Fernández.

Michelle Bachelet llega al final de su mandato con una aceptación muy baja (EFE)
Michelle Bachelet llega al final de su mandato con una aceptación muy baja (EFE)

-Es curioso cuán debilitada llega Michelle Bachelet al final de su mandato. ¿Cómo le afectó el caso de su hijo?

-Dramático. Ese fue el momento pivotal de su gobierno, el momento en que se triza todo. Porque lo que parecía limpio, puro y distinto a todo lo demás, se ve empastado, enturbiado, mediante la opinión pública.  

-Sin embargo uno observa casos de corrupción mucho más grandes en otros países y no hay una condena popular tan fuerte…  

-La corrupción en Chile no tiene nada que ver con la del resto de los países de América Latina. En algunos ámbitos es más terrible, en otros en cambio es mucho menos. En los que es más terrible es en los que se da una corrupción más patronal. Una clase social, y un sector del poder, que no tiene contrapeso. ¿Cuál es la corrupción que afloró ahora en Chile? Es ese mundo de la empresa con ese mundo de la política alimentado mutuamente en la boca unos a otros. Y esos que se supone que eran de izquierda eran financiados en sus campañas, no tienen yates, no se han comprado autos, no es esa la historia. Pero sus campañas estaban financiadas por los mismos que financiaban a los de derecha. O sea, se rompe la ilusión de que hay muy distintos mundos y defensas de intereses contrapuestos. Pareció aquí como una gran pecera, que de repente se le salió la cortina y se vieron todos los bichos adentro navegando en las mismas aguas.       

-El hecho de que la presidente no apoye directamente a ningún candidato se puede percibir como un síntoma más de la crisis en la que se encuentra la dirigencia política.  ¿Cuál es tu análisis de esta elección tan particular?

-Mi análisis es que la izquierda no merece ganar en Chile hoy día. La centroizquierda no merece ganar. Creo que va a ganar Piñera, y lo digo entre comillas: "es justo que gane Piñera". Porque esa centroizquierda representada por las últimas migajas de la concertación, que se llama Nueva Mayoría, y por la irrupción de un movimiento joven que se llama Frente Amplio, con dos candidatos distintos, esos dos candidatos no hacen uno. Uno es un mundo moribundo, donde no hay proyecto que uno olfatee, no hay una promesa que parezca encantar. De hecho ahora el candidato [Alejandro] Guillier, de lo poco que tú puedes decir de él, es que él está para que no pueda ser Piñera, y yo ya no estoy en condiciones de entusiasmarme con alguien que me dice lo que no es. Antes sí, antes podíamos estar en cualquier cosa que no fuera [Augusto] Pinochet. Pero a esta altura ya no.  Y por otra parte está Beatriz Sánchez, que representa una izquierda más discursiva todavía que consciente, atenta… Una izquierda que parece tener más claro que quiere buscar enemigos que amigos, pareciera querer juzgar más al pecador del frente, del lado o de las cercanías, que ver cómo generar complicidades. Y si algo aprendió la democracia chilena, el progresismo chileno en este tiempo, es que esto se construye con mayorías. O sea, tenemos que generar un proyecto abarcador, progresista, respetuoso de las diferencias, que luche por restringir la desigualdad, tratando de sumar, y no viendo quién es el más puro y quién es el más santo. Eso falta reconstruir en Chile. La gran tarea chilena en este momento, y de alguna manera en América Latina, es ver cómo configurar una nueva izquierda encantadora y prometedora.

Piñera se perfila como el gran candidato a suceder, una vez más, a Bachelet (Getty)
Piñera se perfila como el gran candidato a suceder, una vez más, a Bachelet (Getty)

-Visto desde afuera, en Chile da la impresión de que siempre va por el mismo camino. Desde hace 12 años el poder se lo reparten entre Bachelet y Piñera. Y si bien responden a ideologías diferentes, no se observan cambios tan radicales de un gobierno a otro como sí ocurre en otros países de la región. ¿Por qué se da eso?

-Esa es una imagen del Chile post-dictatorial. Y es verdad, porque ahí se generó y se consiguió un gran acuerdo. Un gran acuerdo que de hecho con el tiempo se fue pudriendo un poco. Pero cuando existe un gran acuerdo político y social se puede aspirar a construcciones más estables. Eso es un hecho. Y eso Chile lo vivió en este periodo, efectivamente. Con cambios mucho más lentos de lo que alguien como yo hubiera deseado, en muchos ámbitos. Justamente como vivía generando acuerdos con la derecha para seguir adelante, esto lo trancaba de forma muy fuerte. La derecha chilena es bien cavernaria. No solo es una derecha muy patronal, sino una derecha muy beata, conservadora ética y culturalmente hablando. Vargas Llosa le fue a dar su bendición a Piñera, y mientras lo bendecía habló de esa derecha cavernaria de la que tenía que sacudirse Piñera. Pero efectivamente se dio un periodo de conversación, y por qué te digo que no te digo que eso sea Chile, porque está por verse si eso se proyecta en otra etapa, que ya no sería el mismo acuerdo que viene desde ahí, sino que sería generar un nuevo acuerdo para los próximos 25 años. Acuerdos que no consisten en que todos quieran lo mismo, pero que algunas cosas se vean representadas con amplias mayorías. Está por verse si en esta etapa que comienza Chile, eso se da.

-¿Y qué explicación le encontrás a lo que te mencionaba anteriormente: al hecho de que en 12 años el poder se lo hayan repartido Bachelet y Piñera, dos dirigentes de partidos bien diferentes?

-Hay una generación que no tomó su lugar en la política en Chile. Que es de alguna manera la mía, por eso lo veo, los que estamos entre los 40 y 60 años. La reconstrucción democrática estuvo a cargo de los mismos que, eran más jóvenes, pero los mismo que estaban en la Unidad Popular. Creo que los hijos de esa generación, que reconstruyó la democracia, tuvieron un crecimiento cómodo. Abandonaron lo público. Se fueron a lo privado. Se fueron a ganar plata. De hecho los centros de estudios, que reunían a la comunidad intelectual, se vieron medio desintegrados. Esos intelectuales se metieron a trabajar en los gobiernos. Por lo tanto quedó un desfase hasta que llegó la generación de estudiantes que en el año 2011 irrumpe sin contacto con la anterior, e irrumpe precisamente para cuestionar a esa anterior.  Y no tenían la cercanía con la generación que vendría a ser la mía. El eslabón perdido de eso como para que le hubieran contado que están equivocados, que en Chile no estamos igual que en la dictadura. Porque en esa generación nueva que irrumpe suena algo parecido como a decir "aquí no ha mejorado nada".  Y los que estamos en ese eslabón perdido sabemos que eso no es verdad. Esencialmente es un absurdo. Y por otro lado, una responsabilidad no menor,  de los mismos viejos concertacionistas, que estaban tan contentos administrando el poder y sentían que tenían tanta experiencia, que habían conseguido tantos acuerdos, y que ya eran tan amigos del enemigo y que no necesitaban abrirle las ventanas ni las puertas a otros nuevos para que los oxigenaran, hasta que les estalló en la cara esa soberbia. Creo que son esos dos factores: entre el encierro de una generación, y la incapacidad de otra de ocuparse de la público.  

-Bachelet pertenece al socialismo en Chile, y entre los dos mandatos gobernó al país durante ocho años. Sin embargo, nunca se alineó al relato castro-chavista que caló tan hondo en la última década.

-La gente que gobierna la transición chilena, que es la que está saliendo del poder ahora, es una generación que vivió la Unidad Popular. Fueron actores importantes. Y después del golpe de Estado, viene un periodo de reflexiones y revisiones muy profundo de la izquierda. De manera que ese renacer chavista no la seduce porque la alcanza a esta izquierda después de una revisión profunda. Ha pasado por un proceso duro.

Nicolás Maduro y Michelle Bachelet
Nicolás Maduro y Michelle Bachelet

-¿Cómo ves a la izquierda en general en América Latina?

-Mal. Muy mal. Incluso en Chile está muy desarticulada. En América Latina hay una izquierda que yo creo que termina de perder toda su respetabilidad, en este caso encarnada en Maduro. Hay una izquierda que termina su ciclo, un largo ciclo, en Cuba. Hay una izquierda en América Latina que está terminando de morir, que está viviendo su último capítulo, que fue la izquierda que creyó en la revolución, en una revolución con "erre alta". Ese ciclo, con la salida de las FARC de la selva, con la entrega de las armas, con la apertura incipiente de Cuba con Estados Unidos, está desapareciendo. Y la próxima no la veo todavía constituida. Yo creo que algo tenía que explicar Chile de esa izquierda. Siempre se sintió en menos con respecto de esta izquierda más vociferante. En Chile vivimos un golpe de Estado en el año 73, y lo que ahí se sufrió, y el trauma que eso causó, hizo repensar a buena parte de esta izquierda cómo entenderse con los que pensaban distinto y comprendió que esa causa requería de mayorías, y que no se podía llevar a cabo ningún proyecto si no contaba con las mayorías. Ese reto, yo creo que Chile debió haber colaborado explicándolo, difundiéndolo al continente. Pero hubo una culpa, como un complejo también, y hoy día estamos en otra vuelta, esa izquierda que colaboró con el proceso de desarrollo, que le falta todavía mucho por cumplir está terminando de desintegrarse, y empieza a nacer una izquierda joven que a rato olvidó o considera tradición el aprendizaje de esa izquierda anterior. Cómo se resuelve este cruce de ingredientes, creo que va a ser crucial para el desarrollo de nuestro continente. Este es un continente que, como decía Claudio Paz, tiene sus destinos en la izquierda, y de la calidad de esa izquierda, de la inteligencia, sensatez, capacidad de desarrollar proyectos viables, dependerá buena parte de la felicidad de mucha gente.     

-Incluso hoy Chile es uno de los pocos países cuyo presidente en su esencia es de izquierda y sin embargo condena y repudia lo que está sucediendo en Venezuela. Para muchos, después de la instauración de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en Venezuela nació la nueva Cuba. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

-Te haría una distinción muy grande entre Cuba y Venezuela. Cuba llevó a cabo una revolución profunda y convencida en los últimos en que esa fe estaba en órbita y en los tiempos en que además la Unión Soviética tenía bajo su órbita socialista más de la mitad del planeta. De manera que pretender instaurar el socialismo entonces no era una locura. Era algo que estaba en el circuito de lo pensable y realizable. Y esa revolución cubana, que hasta el día de hoy termina como termina, cada cual sacará sus conclusiones, fue auténtica. Con todos los pecados que pueda tener, fue auténtica. La venezolana a mí siempre me ha parecido de cartón-piedra. No le creo nada. La palabra revolución está revivida en un momento en que su contenido ya está muerto. En su momento la Unión Soviética ya no existía. Hay niveles de petróleo y riqueza que la mueven más que una convicción sólida y sustentable. La veo comenzando mal con Chávez y degenerándose absolutamente con Maduro. No acepto que me hablen de una revolución social, cuando hay unos generales multimillonarios robándose el dinero de ese pueblo. No siento ni la menor simpatía, ni empatía, ni complicidad, con algo que tiene a un país en una pobreza muy grande y a una boliburguesía enriquecida con descaro. No me siento con ninguna fidelidad con el autoritarismo de ellos. Es más, como persona que se considera de izquierda, soy enemigo furioso de esa sinvergüenzura. No me interesa ni me compro el cuento del enemigo norteamericano ni nada a la hora de justificar los errores y los desastres  de ese gobierno.     

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