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El cine colombiano ha contado la historia del conflicto y la violencia desde distintas perspectivas, pero casi todas ellas le apuntan a lo mismo, dejar que sea la violencia el centro de todo, el punto desde el que se cuentan las historias. Muy pocas cintas proponen, además, un tratamiento estético distinto alrededor del tema, y cuando lo hacen, o no suelen acertar, o simplemente no llegan a tener repercución.
No es este el caso de Selva roja, la nueva película del cineasta Juan José Lozano, quien dejó de lado el documental, por segunda vez, para explorar la ficción desde la animación. Ya había tenido un acercamiento con Sabogal, la pieza animada que aborda la historia del abogado Fernando Sabogal y con la que participó del Festival Internacional de cine de Animación de Annecy en 2015.
En esta nueva producción, que cuenta con fondos de productoras en Francia y Colombia, Lozano cuenta la historia de los últimos años de vida del comandante guerrillero de las FARC, Raúl Reyes.
“Me interesaba contar a esta persona completamente desconectada de la realidad, perdida en su dogma, habitando una nebulosa extraña, en un mundo paralelo, a merced de la selva, que es la completa miseria, es el barro, es el calor, son los mosquitos, es el sonido de la guerra, es la putrefacción de las cosas, la degradación total. En medio de todo, él está convencido de que llegará a Bogotá y verá cumplido su sueño de la revolución”, señala Lozano, en conversación con Infobae.
La película, que es un híbrido en sí, entre el documental, el cine de ficción y el de animación, se grabó en Suiza, y la animación contó con la dirección de Zoltán Horváth, quien se encargó de coordinar la creación de varias escenas en 2D y en 3D, con un tratamiento gráfico y de color más que atinado, cuya función no es solo ambientar la historia, sino permitir que el espectador entre de lleno en ese mundo paralelo en el que vive el comandante guerrillero. Este contraste entre un tipo de imagen onírica y otra realista permite mostrar de manera coherente la desconexión con la realidad en la que Raúl y toda su organización vivían.
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“La técnica de animación principal con la que trabajamos es la rotoscopia, una técnica cinematográfica tradicional que consiste en dibujar, o calcar sobre los frames de un video, las personas o los actores que han sido grabados previamente. Este proceso permite reproducir la dinámica de los movimientos de los sujetos filmados en una forma de animación fluida y continua”, comenta el director. “Escogimos esa imagen porque a mí particularmente, que vengo del mundo del documental, me permitía tener control del proceso, en el sentido de que podía trabajar con actores, podía dirigirlos, antes de que fueran intervenidos gráficamente, igual que los espacios”.
La idea inicial coincidió con las conversaciones de paz que se llevaron a cabo en La Habana. Lozano habló con varios excomandantes de la guerrilla y con quien fuera la excompañera de Reyes. Cuando tuvo la información, la dejó de lado, porque entendía que no quería retratar al personaje en sí mismo, sino hacer un trabajo de ficción alrededor de él. Una vez aclarado esto, el resto fue surgiendo en un proceso de casi 9 años.
El rodaje duró dos meses y contó con un elenco compuesto por actores colombianos. Todo se hizo en un estudio en Suiza, sobre un fondo verde y con elementos de decoración mínimos. La postproducción y animación se realizó en Francia y en Suiza. Durante quince meses aproximadamente, se dibujaron y animaron selvas, fondos de cada plano, personajes, etc.
“Este es un proceso largo. Yo ya llevaba 9 años con la película a cuestas, desde que llegó la primera imagen, desde que se me presentó la primera idea. Inicialmente iba a hacer un documental, con el ánimo de plantear preguntas sobre la longevidad de las FARC. Mi trabajo como documentalista ha girado prácticamente alrededor de eso, de contar el conflicto, de contar a Colombia. Cuando me encuentro con los correos de Raúl Reyes me doy cuenta de que tengo a un personaje muy interesante. Por un lado, simboliza todo lo que fue la degradación de las FARC, y también la burocracia más extrema del conflicto. Con él, las FARC se convirtieron en un Estado dentro del Estado. Raúl era un burócrata perfecto, un oficinista gris, aburrido, mediocre”.
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La cinta, que ya se estrenó en Suiza, en marzo de este año, antes de su paso por los festivales de Toulouse y Annecy, es un acierto total por parte de su director y quienes trabajaron en ella. La actuación de Bayona, por ejemplo, es magistral. De hecho, cada una de las decisiones alrededor del filme son más que precisas. Desde la forma en que se cuenta la historia, hasta la historia en sí.
Hace mucho no veía yo algo de este calibre, con tal nivel de ambición y experimentación. De entrada, la película se impone, derrumba los clichés, se gana su espacio. Las escenas de guerra en sí son mínimas. Lo que importa aquí es el andar de este personaje que se viene abajo. Es una pieza total. De seguro, si ha de merecerlo, así se le reconocerá.
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