
El silencio se convirtió en un bien cada vez más escaso en las grandes urbes, donde el ritmo acelerado, el tráfico constante y el ruido ambiental dominan la vida cotidiana.
Esta saturación sonora impulsó un cambio de paradigma: el silencio ahora se percibe como una forma de lujo, asociado al bienestar físico y mental, y surge una tendencia clara a buscar experiencias de desconexión, según expertos y estudios citados por Vogue.
El costo invisible de la contaminación acústica
El impacto del ruido en la salud es significativo. En espacios como Nueva York, los niveles de decibelios en el metro pueden superar los 107, una cifra que excede los límites recomendados para la audición cuando la exposición es diaria y prolongada, según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, de Estados Unidos.

Ya en 1972, la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos alertaba sobre los riesgos del ruido y su impacto persistente en las zonas urbanas. Los efectos incluyen desde ansiedad y trastornos de sueño hasta problemas cardiovasculares y de memoria, lo que posicionó al silencio y la sonoterapia como alternativas cada vez más valoradas.
Según un informe emitido en 2024 por la Organización Mundial de la Salud, la exposición permanente al ruido ambiental en las ciudades se asocia con mayores tasas de fatiga, insomnio, estrés y enfermedades cardiovasculares. Además, el máximo ente sanitario internacional resalta la necesidad de reducir el ruido, priorizar el descanso en entornos más tranquilos y recuperar el valor del silencio como factor de bienestar y prevención.
El auge de la sonoterapia y la búsqueda interior
Profesionales como Nate Martinez, terapeuta del sonido, subrayan a Vogue que “todo vibra, nosotros incluidos”. Aplicar principios de resonancia puede ayudar a contrarrestar el estrés inherente al ruido urbano. La práctica de los baños de sonido, con cuencos tibetanos y respiración guiada, se presenta como un recurso para alcanzar estados de calma.

Un estudio dirigido por Tamara Goldsby en la Universidad de California San Diego confirmó una “reducción significativa de la tensión, la ansiedad, la depresión y la ira” tras estas sesiones.
El sonido también se vuelve herramienta clínica: el profesor Lee Bartel, de la Universidad de Toronto, desarrolló música con frecuencias de 40 Hz, lo que estimula la actividad cerebral y puede favorecer la memoria y la concentración, incluso en personas con Alzheimer. “Las neuronas de nuestro cerebro son más receptivas a estos estímulos”, señala el experto.
El silencio como experiencia y tendencia
El deseo de escapar del bullicio dio origen a una renovada búsqueda de entornos tranquilos fuera de la ciudad. Torunn Tronsvang, consultora en turismo de bienestar, define el “silencio reparador” como una oportunidad para restablecerse y reconectar, como la ausencia de ruido, y como un valor que fomenta la presencia plena y el reencuentro con la naturaleza.

El turismo de silencio evolucionó hacia una propuesta diversificada en la que la tecnología queda en segundo plano, se prioriza la calma y se promueve una desconexión digital real.
La OMS advierte que, dada la expansión global de la contaminación acústica, la creación y el acceso a espacios silenciosos no sólo representa una tendencia urbana, sino una recomendación estratégica de salud pública mundial con efectos directos en el bienestar fisiológico, emocional y social.
Las experiencias van desde rutinas de meditación y caminatas en silencio en entornos naturales, hasta la entrega voluntaria de dispositivos para sumirse en un entorno libre de pantallas, guiados siempre por especialistas en bienestar.
Más allá del destino: el valor de la calma

Los lugares que hoy encabezan esta tendencia permiten al visitante disfrutar de la tranquilidad, privilegiando la reconexión con el entorno natural y la reflexión interior. Algunos proponen actividades como baños de bosque, sesiones de meditación, jornadas culinarias silenciosas y retiros de sanación por sonido, siempre en espacios donde la calma predomina.
Escoger un entorno silencioso se transformó en prioridad para quienes buscan equilibrio en la vida moderna. Silencio, naturaleza y desconexión digital son, para muchos, el auténtico lujo del siglo XXI.
Esta tendencia también refleja un cambio cultural profundo: la sociedad urbana comienza a reconocer la importancia de los espacios de tranquilidad como parte indispensable del bienestar integral. El silencio, antes considerado ausencia o vacío, ahora se valora como fuente de creatividad, introspección y salud.
Cada vez más personas priorizan estancias y actividades que les permitan alejarse del ruido, redescubrir la calma y establecer límites frente a la constante sobreestimulación sensorial de la vida contemporánea.
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