Dos situaciones ocurren de manera inexorable en las tardes de Gustavo Sylvestre. Una, la decide: dormir la siesta. Sus días arrancan a las 4:30 para hacer la conducción de Mañana Sylvestre, en la primera mañana de Radio 10, y terminan de madrugada, rato después de Minuto Uno, en C5N. “Como tengo los horarios extremos, si no cumplo religiosamente con una siesta me estalla la cabeza -se sincera-. La hago, y me recupero bárbaro”.
Sobre la otra circunstancia, el periodista no interviene de forma alguna. O bueno, sí. Porque sin que sea necesario colocar una alarma ni pedir que lo llamen, el Gato se despierta de la siesta sin aviso alguno, siempre a la misma hora: 16:30; ni un minuto más, ni un minuto menos. Acto seguido, comienza a preparar el programa de esa noche.
Mirándolo bien, quizás se trate de un mecanismo de defensa que se dispara de manera inconsciente: no conviene dormirse en los laureles.
En la televisión los premios los da el rating. Y desde hace dos años Minuto Uno lidera cómodamente las mediciones del cable en su franja (20 a 22). Si se tiene en cuenta la pantalla abierta, el mérito crece. “Todos los meses quedamos terceros, detrás de Telefe y El Trece. En junio el promedio fue de 4.20”, destaca Sylvestre, para de inmediato repartir méritos: “Esto es fruto del trabajo de todo un equipo”.
Hombre disciplinado, el rigor se extiende más allá del manejo prolijo de sus horarios. “Soy muy obsesivo con la limpieza, es una particularidad -confía-. En mi portafolios nunca faltan el Lysoform, las toallitas de limpieza y el alcohol. Eso, históricamente: los compañeros que me conocen desde hace años lo saben. Y cuando empiezo a trabajar con equipos nuevos se los advierto, para que nadie se ofenda”.
Así las cosas, la pandemia lo sorprendió como a todos, pero no lo tomó desprevenido. Incorporar los protocolos de higiene apenas si le demandó un esfuerzo, aunque en las últimas semanas profundizó los cuidados. “A medida que fueron apareciendo casos de compañeros y gente conocida, me asusté un poco más. En la radio, por ejemplo, ahora me pongo guantes descartables para leer los diarios”.
Porque a Gustavo el coronavirus lo alcanza en lo personal, como a cualquiera. Y además, lo ocupa en lo profesional. “Cada vez más el periodismo tiene una responsabilidad muy muy importante en informar -advierte-. Y tiene que hacerlo con mucha claridad, que es lo que yo le critico a gran parte del periodismo: en los últimos años no lo viene haciendo, lamentablemente. Se ha mentido y se miente mucho. Y en esta cuarentena no hay lugar para meter el periodismo de guerra. Hoy los medios no pueden tener un discurso político; deben informar correctamente sobre lo peligroso, lo mortal y lo dañino de este virus”.
—¿El periodismo no está a la altura de las circunstancias en la cobertura de la pandemia?
—Un gran porcentaje sí está a la altura. Pero hay un porcentaje que ha metido la pandemia dentro de la grieta.
—Cuando se decretó la cuarentena la grieta parecía estar subsanada. Con el caso Vicentin, volvió a asomar.
—Sí, es verdad lo que decís. A ver, ese consenso político sobre la cuarentena por suerte sigue existiendo. La política ha dado lo que hacía mucho tiempo que no brindaba: responsabilidad y respuestas. Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta, Axel Kicillof; todos los gobernadores, sean peronistas o no peronistas: fijate Gerardo Morales en Jujuy. Los dirigentes que tienen responsabilidad de gobernar superaron la grieta, y están comportándose de forma excelente frente a la pandemia. Después están los que no tienen la responsabilidad de gobernar. Yo lo denomino el macrismo residual: son los que buscan caranchear políticamente sobre el coronavirus, y les importa un bledo lo que pueda pasar. Llegan a ser hasta delirantes. Y algunos, rozan la ignorancia.
—En estos encuentros que mantienen Larreta y Kicillof, ¿realmente la grieta se hace a un lado y se unifican políticas?
—Totalmente. Sobre todo entre ellos dos, que podrían tener diferencias ideológicas y mayor enfrentamiento político. Hoy esa grieta está superada por la preocupación que ambos tienen sobre el coronavirus.
—Si trazar proyecciones en un país como la Argentina es sumamente difícil en una situación normal, lo es todavía más con una pandemia. Pero, ¿qué piensa que sucederá después del 17 de julio?
—(Piensa) Si se mantiene un achatamiento de la curva, creo que la Ciudad de Buenos Aires va a intentar flexibilizar nuevamente. Pero lejos está retomar con normalidad la vida que teníamos. Está muy lejos... Hasta que no aparezca una vacuna viviremos bajo amenaza. Esto es lo que no entiendo de los anticuarentena: está demostrado que el coronavirus le puede tocar a cualquiera, que no distingue entre periodistas, radicales, pro, socialistas, pobres, ricos, altos, bajos... No entiendo el discurso anticuarentena: es un delirio de odiadores que buscan una confrontación política.
—¿Errores y aciertos del Gobierno en su gestión sobre la pandemia?
—Creo que han estado muy bien intencionados y tomaron las decisiones con tiempo. Ha sido una gran virtud convocar al comité de expertos. Es insólito: no entiendo los cuestionamientos que le hacen a figuras importantísimas, que como argentinos deberíamos estar orgullosos de tenerlas, como Pedro Cahn y otros médicos infectólogos. ¡Es una cosa de locos! Por allí se demoraron con los testeos. Por allí descuidaron, sobre todo en el Gobierno de la Ciudad, las villas; pero cuando lo tomaron, controlaron el virus. Están trabajando muy bien. Y los destaco en todo nivel, no hago ninguna diferencia. Y lo incluyo a Rodríguez Larreta, desde otro pensamiento político.
—Usted se encuentra entre quienes creen que con Macri esto hubiera sido muy complicado.
—Sí, totalmente.
—¿Y por qué?
—Partamos de la realidad: Macri había eliminado el Ministerio de Salud. ¿Te imaginás lo que hubiera sido esto sin un Ministerio de Salud...? Macri es proclive a la teoría del rebaño, esto de que se contagien los que se tengan que contagiar y se mueran los que se tienen que morir. Un absurdo total. Se lo pregunté a (el ministro de Salud porteño) Fernán Quirós, que pertenece al mismo espacio de Macri, y desechó absolutamente ese teoría: dijo que es un locura aplicar eso. Y los países que la aplicaron, se arrepintieron y recularon en chancletas. Estoy convencido: Argentina hubiera sido un desastre con Macri. Si llegó a decir que el populismo mata más que el coronavirus; eso describe lo que es Macri...
—¿Cómo evalúa el rol de Cristina?
—Cristina es una incógnita porque ella guarda silencio y solo habla en sus redes sociales. Ha sido una de las grandes articuladoras de este frente, y tiene un rol clave: la gran responsabilidad de mantenerlo unido. Ninguno de ellos se puede permitir algún tipo de enfrentamiento o de interna que pueda hacer peligrar el Frente de Todos. Pero la pandemia le ha dado al Presidente un liderazgo político a escala nacional, pero también dentro de esa coalición, que no tenía en diciembre del año pasado. Se han equilibrado los factores de poder. Porque ese poder lo podía ostentar Cristina, naturalmente, pero la pandemia mostró otra personalidad de Alberto Fernández.
—Cuando Fernández asumió, criticaban a Cristina por no brindar declaraciones. Al inicio de la cuarentena se dijo algo parecido: era necesario que expresara su postura. ¿Ese silencio es beneficioso, o usted también preferiría que se manifestara públicamente?
—Cristina tiene un respeto institucional muy grande; siempre lo han tenido. Cuando asumió (Néstor) Kirchner decían que iba a ser el Chirolita de (Eduardo) Duhalde, y no lo fue. Cuando asumió Cristina hablaban del doble comando, y demostró que tampoco lo fue. Ni (es) Albertítere, como algunos dicen desde la oposición. Cristina no hará nada para opacar a la figura del Presidente, como debe ser. Y ella se ha dado un rol de mantener y de cuidar la coalición de gobierno. Hoy, el Presidente es el que conduce. Y está bien que así sea.
—Sergio Berni ha sido muy cuestionado por su aparición en un retén.
—Berni es así... Es un tipo sumamente eficiente. Como decimos habitualmente, también es culo inquieto: no se queda encerrado en su despacho. Es un tipo de acción, y hay que tomarlo así. Me parece que él debería cuidar las formas. Hace 40 años que estoy en el periodismo, pero cuando empecé a trabajar en la tele algún jefe dijo: “Que el maquillaje no se te suba a la cabeza”. O está esta frase: “Que el personaje no te devore”. Las formas de Berni molestan a algunos sectores de la política, pero a la gente le cae bien esa forma de ser. Yo creo que debería ser más cuidadoso porque él también forma parte de una coalición de gobierno, y esas cuestiones tienen que dirimirse en un escritorio, no públicamente. No es momento para demostrar ante la sociedad que dos funcionarios de peso no están de acuerdo.
—El entredicho entre Cristina Pérez y Alberto Fernández...
—(Interrumpe) A mí no me gusta hablar de mis colegas, y detesto que se hable. Nunca me van a sacar ninguna definición sobre mis colegas. Cada cual cumple su rol y sabe cómo lo cumple, bien o mal. A mí me gusta hablar del periodismo en general. Creo que algunos sectores del periodismo están muy sensibles. Si nosotros criticamos, también tenemos que aceptar que nos critiquen. No tenemos que tenemos que enojarnos ni ofendernos por lo que nos pueden decir. Me molesta que algunos digan que la libertad está en peligro. Señores, dicen lo que quieren de la vicepresidente, barbaridades; también del Presidente. Pueden hablar libremente, como corresponde, porque eso no te lo da ningún Gobierno sino la Constitución. Los periodistas no tenemos que sentirnos el ombligo del mundo.
—¿Cómo construye credibilidad un periodismo atravesado por la grieta?
—Me sorprende que haya medios que no sacan ni una línea sobre el espionaje ilegal, cuando es el mayor escándalo al respecto desde el retorno de la democracia. El periodismo debe volver a las fuentes: no volcar tanta opinión política sino brindar la noticia en estado puro. Igualmente, creo que la sociedad argentina maduró mucho en ciudadanía, ha hecho un ejercicio muy grande, y hoy distingue claramente. Bueno, esto también se ve en lo que han perdido en rating y credibilidad.
—Da la impresión de que lo visto hasta aquí en la causa sobre el espionaje ilegal es apenas el comienzo.
—Sí. Es una causa muy grande, y lamento aquellos que la subestiman. Tiene personajes centrales, gente muy relacionada a Macri, con los organismos del Estado participando de una acción de espionaje ilegal y persecución. Es un entramado muy muy grande que está quedando al descubierto, y que va a tener consecuencias sobre Macri, obviamente.
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