Gastón Soffritti: “Tuve ataques de pánico, fue un proceso oscuro, creía que me había vuelto loco”

Desde muy chico, supo lo que eran la plata y la fama, con lo lindo y lo peligroso que trae ese combo. Supo rescatarse a tiempo, se reinventó como guionista y productor y encontró el amor con Cande Molfese, con quien ya planea casamiento

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Gastón Soffritti habla de su momento más difícil

“Me pasaba muchas veces que no me llamaban para hacer las cosas que yo quería. Entonces, me las hacía yo”, afirma Gastón Soffritti, que con apenas 31 años lleva más de 23 en el medio artístico. El camino lo convirtió en hacedor de sus propios proyectos y está constantemente generando ideas: “Yo elegí más de lo que me tocó”, cuenta, agradecido y consciente del privilegio de ser formador de equipos y tener la posibilidad de brindar trabajo.

Así nació Ustedes deciden, la película que se estrenó por Star+ y que lo encuentra en el triple rol de protagonista, guionista y productor. En la historia, interpreta a un actor en la búsqueda de éxito que decide sumergirse en el mundo de las redes sociales, el streaming y los influencers.

—¿Cómo fue tu búsqueda profesional y personal? Porque vos empezaste de muy chiquito.

—Empecé haciendo castings a los siete años, sí. Me tocaron proyectos que fueron muy buenos a nivel internacional como Chiquititas, Patito Feo, Floricienta, que dieron literalmente vueltas por el mundo y me hicieron dar vueltas a mí por el mundo. Después, algunos proyectos ya de más grande, como Graduados, que fue un mega éxito en su momento; también Simona. Ya desde 2014 tuve la inquietud de hacer otra cosa y meterme un poco en el atrás, sin haberlo estudiado sino por haberlo vivido tanto. Me pasaba muchas veces que no me llamaban para hacer las cosas que yo quería. Entonces, me las hacía yo.

—¿Cómo llevás el trabajo con las redes, que puede ser enloquecedor?

—Te diría que las redes son mi fuente de ingreso más grande, porque hoy las marcas pautan en ese medio en particular. Es una cosa que no sabés bien por dónde llevarla, yo por lo menos, que siempre fui más del lado de la actuación y no del influencer o andar mostrando mi vida por ahí. Hay algo también de que tu vida se vuelve una especie de reality constante, que es lo que quisimos mostrar con esta película. Y si no lo hacés, los números bajan y la plata también (risas).

—¿Está bueno ser famoso?

—Tiene sus pros y sus contras. Hay una concepción de la fama vista desde el afuera que no es la misma que la que vemos los que estamos adentro y tenemos X cantidad de seguidores o somos reconocidos. La fama es una construcción del afuera, no es tuya. Hay algo que se genera en la cabeza de la otra persona que te está viendo que a vos te hace creer también otra realidad. Y eso provoca un efecto en la cabeza que es bastante peligroso si no lo sabés manejar, que es este sube y baja constante en el que estás metido donde parece que un año sos Brad Pitt y al otro año, no sos nadie.

—¿Cómo viviste vos ese sube y baja?

—Tuve la suerte de laburar casi de manera ininterrumpida, sobre todo en una época en donde las tiras diarias, que se veían mucho más que lo que se ven hoy en día, duraban años completos. Y después tenías giras por el mundo. Nosotros llegamos a hacer con Patito Feo más funciones que AC/DC en el mismo estadio, por ejemplo. Era ese nivel de locura. Y compartir el mismo hotel. Bueno, a Cande (Molfese, su pareja) le pasó un poco lo mismo con Violetta. Te metés en ese sube y baja constante que después es difícil manejarlo si no te agarra bien parado.

—¿Te la diste en algún momento?

—Sí, después de hacer Graduados, que fue una locura y ya no tenía la contención tan cercana de mi familia porque me había ido a vivir solo ese año. Tuve ataques de pánico, un proceso ahí medio oscuro donde la pasé bastante mal y no terminaba de reconocerme a mí mismo.

—¿Cómo lo manejaste?

—Empecé a hacer una terapia que se llama descodificación, que a mí me ayudó muchísimo. A otras personas les servirán otras cosas, a mí me ayudó mucho mi descodificadora que me empezó a enseñar un poco quién era Gastón básicamente, no el Gastón que mis papás quizás querían que fuera o lo que la gente quería que fuera. Fue un proceso muy largo y tardé bastante en recomponerme. Me pasaba mucho que me perdía en tiempo y espacio.

—¿Los ataques de pánico transcurrían así? Mucha gente siente que se muere.

—No. Yo me perdía: a 20 cuadras de mi casa me perdía, no sabía dónde estaba. Era fuerte, sí. Y volver a mi casa y sentir ese vacío de soledad. En mi caso no era que me ahogaba ni creía que me iba a morir; creía que me había vuelto loco. A mí me había agarrado por ese lado. Como que sentía que no volvía de esa. Yo estaba muy pasado de rosca por la cantidad de horas de trabajo, de lo que vivía. De lunes a vienes grababa mil horas, me iba el fin de semana a laburar, hacía boliches en el Interior, viajaba, me iba de gira, dormía mal, comía mal. Hacía todo mal, básicamente.

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—¿Cómo era tu familia cuando empezaste a hacer castings?

—Mis viejos se habían separado hacía muy poco. A los siete años me fui a vivir con mi mamá. Primero a la casa de mis abuelos, hasta que se rearmó toda la secuencia. Una vez mi vieja me llevó a ver Chiquititas y yo soñé que estaba en el teatro haciendo Chiquititas. Mi abuela me escuchó y empezó a buscar por el barrio; había un pibe que hacía publicidades y le preguntó a la mamá de él a ver cómo hacía, porque no sabíamos.

—¿Había un tema de necesidad económica o eran solo tus ganas?

—No, eran mis ganas, 100%. Después sí ayudé en algún momento. Cuando nos mudamos, fuimos a vivir a la casa de mi bisabuela que se la había regalado a mi mamá, había que reconstruirla un poco y yo quería tener mi cuarto, dormía con mi hermana. Entonces me hice mi cuarto por mi lado; tenía unos 10 años.

—Es muy fuerte ser tan chico y ganar más que tus padres, ¿no?

—Sí, a mí me pasó porque éramos una familia de clase media, mi viejo profe de tenis, mi mamá trabaja en el SENASA hoy en día, pero mis abuelos tenían un salón de fiestas infantiles entonces estaba relacionada con ese mundo y siempre se las rebuscó para hacer de todo.

—En este hacer e inventarte, ¿cómo fue la idea de producir teatro y convocar a Guillermina Valdés para Sexo con extraños?

—Esa fue mi primera apuesta en cuanto a lo que era producción. Si miro para atrás, tenía 23 años cuando compramos los derechos de la obra de Broadway. Hoy no sé si lo haría de vuelta. Me daría miedo, creo. Era un inconsciente (risas).

—¿Fue buen negocio o te estrolaste?

—No fue ni bueno ni malo. En el balance en cuanto a dinero no ganamos plata; de hecho, perdimos. Pero me dio muchas otras cosas. Yo sabía que mi objetivo no era ganar, si ganaba plata mejor, pero el objetivo pasaba por otro lado. Con correrme solo del actor y también empezar un camino que tenía que ver con jugar en primera, porque era la Calle Corrientes, una obra de Broadway.

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—¿Y cómo nace Ustedes deciden?

—Arrancó hace cinco años en un viaje a Mar del Plata, yo estaba grabando Simona, me subían 25 mil seguidores por semana, literal. Entonces pensaba: “Con todo ese back que tenía de pibes, de haber hecho muchas ficciones y castings, esto de la tecnología ahora metida en el medio de todo, si hubiese existido Instagram en la época de Patito Feo no sé cuántos seguidores habría tenido...”. Siempre me hacía la misma pregunta. Y queríamos trasladar de alguna manera esa locura que se vivía adentro y la intersección de lo que es el medio artístico con la tecnología y las redes sociales. De ahí armamos este combo que es lo que quedó en Ustedes deciden, donde hay una búsqueda de alguien que intenta por 10 años ser famoso y no sabe cómo llegar, pero de repente se encuentra con la realidad de ser famoso. Y todo eso atravesado por la tecnología, que hace exponencial cualquier cosa que hagas.

—Hace un tiempo tuviste que comunicar en redes sociales tu separación de Stefi Roitman. Debe ser fuerte estar contando así tu vida.

—Y... en ese momento estaba tan expuesto que creímos que la mejor manera de resolverlo era diciéndolo nosotros en nuestro medio de comunicación, que era nuestra cuenta de Instagram. Dijimos: “Bueno, si empiezan a hablar boludeces por todos lados, mejor decirlo por acá, aclararlo de entrada”.

—Y un día apareció Cande, y encima te encaró ella. ¿Cómo surgió todo?

—En realidad fue un poco y un poco, vamos a decir la verdad. Nos cruzamos haciendo una publicidad en Ushuaia y yo dije: ”Bueno, le voy a escribir”. Cuando volvimos del viaje le mandé un mensaje, estábamos hablando mucho de astrología, de los signos, que a los dos nos gustaba ese mundo. Yo dije: “Voy a aprovechar el chamuyo para ir por este lado”, y le hablaba de un libro chino milenario que tengo, que se llama I Ching. Y ella me dice: “Bueno, en vez de spoileármelo por acá, ¿por qué no venís a mi casa, tomamos un vino?”. ”Ah, okey, yo le estoy hablando de esta boludez y ella me está diciendo esto...” (risas).

—¿Qué tan seria fue esa propuesta de casamiento en las redes?

—Veremos (risas). No, en las redes no fue real.

—¿Sucedió una real?

—No te lo puedo develar todavía. Capaz que en algún momento suceda. Tengo ganas. Eso te voy a decir: tengo ganas.

—¿Tienen ganas de trabajar juntos de nuevo?

—Tenemos un proyecto en conjunto. Todo no te puedo contar, pero es un proyecto de streaming en un canal que estamos armando los dos, con Fernando Blanco. Será en estos meses.

—¿Qué fue lo más bizarro que te propusieron laboralmente?

—Lo más raro que me pasó fue una vez que hice una acción para una marca de delivery para Halloween, y era que te llevaban el disfraz de lo que vos quisieras a tu casa. Pero resultó que terminé involucrado...

—Quedaste medio en la lucha de los deliveries y de la precarización.

—Yo no me había dado cuenta que por ahí no me tenía que meter. Una página de Facebook arma una nota y la empiezan a levantar de todos lados. Yo digo: “¿Qué pasa acá? 500 mil puteadas en todos mis posteos”. Amenazas de muerte. Y obviamente me asusté: bajé el posteo, pedí perdón. No sabía por qué estaba pidiendo perdón exactamente. Bueno, los famosos trolls y empresas dedicadas a eso hicieron que quedara envuelto en una guerra de dos monstruos. De hecho una de las películas que tengo escritas para hacer tiene que ver con este tema: se llama Tomás, la vida de un troll. Y después tengo otra que tiene más que ver con la prostitución soft. Otro mundo.

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—¿Te acordás cuál fue el momento más feliz de tu vida?

—El primero que se me viene a la cabeza es la final de la Copa Libertadores de San Lorenzo de Almagro (13 de agosto del 2014). De parte de mi papá y de mi mamá son todos hinchas de San Lorenzo, entonces hay algo muy arraigado ahí a la sangre, a la familia y al compartir cosas con mis abuelos también, que de los dos lados eran hinchas de San Lorenzo y tuvieron mucho que ver con quien soy hoy.

—¿Y el más triste?

—Creo que puede ser la separación de mis viejos. Tengo el recuerdo de haberme ido corriendo a meterme abajo de la cama y estar toda la noche ahí llorando luego que mi papá me lo dijera. Ese momento lo tengo grabado.

—¿Qué le decís hoy a ese nene de siete años con tanto por delante?

—Que no es tan grave (risas), si bien en esa época la separación estaba vista de otra manera. Pero le diría más que nada que le va a doler mucho la espalda (risas) de trabajar tanto. Y le van a pasar cosas muy divertidas. ¿La verdad? No me puedo quejar de nada. Me tocó hasta hoy una vida muy linda. Obviamente con altibajos, pero esa es la vida.

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