Gonzalo Sánchez: “Es un milagro que en Argentina no pasen cosas más graves porque es dramático lo que vivimos”

Tras unir su pasión por la naturaleza y la posibilidad de contar historias, el conductor logró impulsar una larga trayectoria como documentalista y conductor. Cuál fue el momento de mayor miedo en su vida profesional y cómo es su mirada política de cara a las próximas elecciones

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Gonzalo Sánchez: "Le di varias vueltas al planeta viajando y contando historias"

La Patagonia fue el punto de partida, el lugar donde Gonzalo Sánchez pudo unir sus dos pasiones: la naturaleza y la posibilidad de contar historias.

Ese chico que quería recorrer el mundo contando lo que veía le dio varias vueltas al planeta, publicó cuatro libros, es documentalista y conductor en radio. Y aunque se siente feliz y agradecido, no se queda quieto:Yo no estoy nunca tranquilo y conforme”, asegura en esta charla en Teleshow con la curiosidad intacta y las ganas de ir por más. Tanto más que tras su llegada a la Argentina luego de cubrir la guerra en Ucrania, sintió que le faltaba algo por contar. Y decidió volver.

“El periodismo tenía que ser para mí en el máximo nivel posible. De entrega. Yo lo veía cinematográfico”, explica Sánchez. Así lo vivió en las distintas redacciones de las que fue parte. La ambición nunca pasó por ser famoso. La búsqueda era contar historias. Y el corazón estaba en la gráfica.

Yo no me moría por hacer radio”, recuerda, casi en la lejanía, sobre cómo era su vínculo con el medio antes de sumarse al equipo de Radio Mitre. “Ahora me encanta, es mi ecosistema”, agrega sobre el espacio que ocupa desde hace siete años, la edad de su hijo Teo.

“En ese momento fui a tomar un café con uno de los directores artísticos de la radio, Guido Valeri, y me dijo: ‘Estás muy promocionado por los Wiñazki. Nico se va de vacaciones, ¿podés reemplazarlo hoy?’”. Esa misma noche Gonzalo se sentó frente al micrófono en La noticia deseada. Nunca más se iría. Hoy acompaña en las mañanas a Jorge Lanata en Lanata sin filtro, y conduce por las noches Pensándolo bien.

—Leí en tu Twitter hace un par de meses lo siguiente: “Cumpleaños 45, hasta acá viví muchas vidas. Me deseo un feliz día y me voy pedaleando a trabajar”. ¿Es así? ¿Viviste muchas vidas?

—La verdad que sí, todas por el periodismo. Me suelen decir que tengo el aspecto de una persona joven, adulto joven, pero con experiencia y mucho camino recorrido profesionalmente.

—¿Cuándo apareció el periodismo? ¿O estuvo siempre?

—Tengo la suerte de no haberla pifiado. Hubo algunas dudas sobre si irme a vivir a la montaña, porque me gustaba mucho escalar, la Patagonia y al Sur. El dilema era entre la naturaleza y la montaña o el periodismo en la ciudad. El periodismo tenía que ser para mí en el máximo nivel posible. Quería que fuera un periodismo de súper periodismo. De entrega, de reportería clásica. Lo veía cinematográfico. También creía que era una buena manera de conocer el mundo. Vengo de una familia de clase media, del conurbano bonaerense, clásica: mi viejo un buscavidas; mi mamá, docente. Cuando planteé que quería ser periodista se espantaron. Me dijeron: “¿Cómo vas a hacer para trabajar de esto que es tan difícil, que es tan lejano a todos nosotros”. Yo quería hacerlo porque sabía que por ahí tenía la chance de conocer el mundo.

Gonzalo Sánchez: "Cuando le conté a mi hijo que me iba a la guerra lloré"

—¿Cuáles son las coberturas que más te gustaron, que más te conmovieron?

—Tengo un punto de partida muy fuerte con un trabajo que hice en la Patagonia argentina hace muchos años. Hace 20 años detecté que se venían los conflictos por la tierra, el desembarco de los extranjeros. Yo iba mucho al Sur a escalar y me encontraba todo el tiempo con muy buenas historias periodísticas de magnates que compraban tierras y tenían distintos conflictos con pueblos originarios, con el agua, con no sé qué. Cada vez que volvía de esos viajes del Sur decía: “Acá hay algo para escribir”. Eso desembocó en un primer libro, que fue La Patagonia vendida. Ese es mi basamento, me empecé a construir ahí. Era redactor de la revista Noticias en esa época. Pero ahí está la base de mi perfil viajero.

—Ahí empieza a aparecer un nicho también.

—Sí, la primera vez que se relevó en profundidad el caso Benetton-Mapuche fue para ese libro. Después, cuando estalló el caso (Santiago) Maldonado, yo sabía perfectamente de qué geografía se hablaba, de qué posesiones, de qué conflicto, de qué reclamo. Todo lo había pasado. Me llamaban periodistas de todo el mundo. Después hice otro libro que derivó en una película sobre la tierra, que la estrenamos en Francia con unos documentalistas. Se empezó a forjar una especie de perfil de documentalista, sin querer.

—Seguiste viajando y contando historias.

—Lo único que quería hacer era periodismo y la búsqueda incesante de contar historias. Empecé a viajar a la India para cubrir un mundial de meditación donde había cuatro millones de personas y escapar de una casa que explotó porque sucedió una situación extraña. O a China, 45 días en Beijing para hacer un documental sobre el milagro económico chino. O el Amazonas. Rusia, para ir a buscar personas que estaban presas, argentinos que habían sido detenidos por Putin.

—Y siempre aprender.

—Siempre aprender.

—¿Te acordás cuándo fue el momento en el que más miedo sentiste con algo vinculado a la profesión?

—Miedo real, muy pocas veces. Quizás la guerra fue una experiencia que no me esperaba vivir y ahí el miedo es un motor que te hace trabajar con mayor concentración y tratando de ser lo más eficaz posible, con una adrenalina extra que hace que solo focalices en eso, como una cuestión de autopreservación.

—¿Cómo decidiste ir?

—Fue una sorpresa para mí. No tenía pensado ir. Ni siquiera levanté la mano. A veces los periodistas, en las redacciones, cuando pasa algo atrapante levantamos la mano. Pero en este caso no, fue un pedido de Ricardo Kirschbaum, el director de Clarín, a quien también le estoy inmensamente agradecido porque confió en mí, me seleccionó para ir, me dijo: “Necesito que vayas a Kiev”. Ya estaba mi amigo Joaquín Sánchez Mariño de Infobae en Kiev.

—Hizo un trabajo increíble.

—Voy a decirlo así: teníamos que alcanzar a Joaquín, que estaba adelante, había llegado. Y había que llegar a Kiev, porque Clarín tenía que estar en Kiev también. Entonces Ricardo me propuso ir. Dije: “Tengo miedo”. Me dijo: “Raro sería que no lo tuvieras”. “¿Cuánto tengo para decirte sí o no?”. “24 horas”. De ahí me fui a la casa de Lanata. Estaba fumando un pucho en su escritorio donde siempre nos vemos delante de su monitor de computadora. Le digo: “Che, Ricardo quiere que vaya a la guerra”. Me mira Lanata: “Boludo, ¿adónde quiere estar un periodista hoy?”. “En la guerra”. “¡Y anda!”. “Sí... ¿no?”. “Sí”. “Bueno”. Llamé a mi exesposa, con quien tengo una maravillosa relación, y le dije: “Necesito que me banques, me voy a ir a la guerra”. “¿Vos estás loco? Te van a pegar un tiro”. “Pero sabés cómo soy, no voy a frenar, voy a ir”. Y al otro día lo llamé a Kirschbaum y le dije que me iba. Es difícil decir esto: yo fui a la guerra a cubrir un drama humano pero para mí fue una experiencia trascendental, del mundial de periodismo. Quizás no haya algo superador de esa experiencia en términos de lo que yo buscaba para mí, en la vida como profesional. Yo no buscaba conducir un programa de televisión o ser famoso; yo buscaba experiencias que me hicieran feliz. Había leído hace muchos años un libro de Arturo Pérez Reverte, Territorio comanche, que es su experiencia como corresponsal de guerra en los Balcanes para la Televisión Española y lo envidiaba. A los 45 ya me parecía que eso no iba a suceder.

—Fue cinematográfico, como vos te imaginabas el periodismo.

—Es spielbergiano para mí el periodismo. Yo me aburro haciendo la agenda política del día. Verdaderamente, me aburro. Lo hago con todo el profesionalismo que eso requiere y me pongo en el lugar que me tengo que poner cuando corresponde, pero cuando estoy buscando, estoy buscando la mega experiencia. Y la guerra fue eso.

—¿Qué dijo Teo de que fueras a la guerra?

—Le encantó. Es chiquito. Acabábamos de volver de un viaje espectacular por la Patagonia, medio de exploradores. Le dije: “Che, hay una guerra y papá se tiene que ir a contar historias”. Ahí lloré. Ahí me puse a llorar, yo estaba quebrado, estaba requebrado...

Gonzalo Sánchez: "Es un milagro que en Argentina no pasen cosas más graves que las que pasan porque es crítico y dramático lo que vivimos"

—Año 2023, año de elecciones en una Argentina que está muy difícil. ¿Qué se viene para la sociedad?

—Se viene más baile. Se viene inflación. Se viene emisión. También veo que hay algo de acostumbramiento: la gente está acostumbrada a pasarla mal. Nosotros estamos acostumbrados. Hay algo también de autopreservación. Esto no es peor porque nosotros nos cuidamos, porque inconscientemente hay un instinto de supervivencia. Porque el que no tiene, sobrevive. Es terrible que pase esto. Hay un acostumbramiento a estar mal en la Argentina. Y de verdad que es la autopreservación lo que nos salva. Hay un instinto. Es como esas cinco millones de personas en la calle para celebrar el campeonato del mundo: no pasó nada porque la gente se autopreservó.

—Fue un milagro.

—Es un milagro. Pero es un milagro más grande que en la Argentina no pasen cosas más graves de las que pasan. Porque debería ser todavía peor, porque es crítico y dramático lo que vivimos. Es dramático que un salario de un año para otro no sirva para comprar nada. Es dramático que la mitad de los argentinos sean pobres, pero hay una pobreza que ni siquiera llega a los piquetes. A mí me espanta eso. Me conmueve, me duele. Hay una pobreza que no llega a los planes sociales, que no llega al transa de la política. Que no llegan a la educación de ninguna manera. Que están lejos de todo. Que no les llega el programa de Precios Justos. No les llega nada. Hay un sector muy marginal que cada tanto aparece. No sé, aparece cuando carnean una vaca que se cayó de un camión.

—¿Y a los políticos les importa esa gente?

—Les importa en tanto y en cuanto son un número electoral y son arriados para ir a votar. Finalmente alguien los va a buscar y los hace votar. No les importa nada, la verdad. No, no les importa nada. Y a mí eso sí me conmueve. Después, me molesta también toda la transa del círculo rojo y de la política. Me molesta, me inquieta.

—¿Cuánto te suena el teléfono? ¿Cuánto te putean? ¿Cuánto te piden?

—Me putean bastante ahora porque al estar en la radio, levantar el perfil y a veces opinar… Y bueno, a veces no digo lo que todos quieren escuchar. Yo no tengo claro lo que pienso sobre las cosas: estoy todo el tiempo en contradicción, todo el tiempo pensando y repensando lo que digo. A veces hablo sin filtro y no le gusta a unos y a otros, sí. Siempre estoy en tensión con todo, en general: con el statu quo, con la línea editorial. Trabajo en un medio que tiene una línea editorial, la respeto y trabajo en función de esa línea editorial; eso no quiere decir que no me sienta muchas veces en tensión con esa línea editorial. Trato de ser ejecutivo y profesional. Cuando estoy en tensión, lo resuelvo internamente. Pero también me pasa que muchas veces suelto lo que pienso y me como la puteada. Es parte del juego de hoy, porque la puteada está más cerca, porque las herramientas para que te puteen están ahí. Ya no hay que tenerle miedo a eso.

—¿Imaginás quiénes son los posibles candidatos?

—Para mí eran Larreta y Massa. Y Milei. A veces tengo algunos vacilamientos, pero te digo: no la tengo tan clara. Todo puede suceder.

—¿Cristina no va a ser candidata?

—No lo sé. No me animo a decir que no tajantemente.

—¿Y esta pelea que estamos viendo con la Justicia?

—Eso es lo que hace tambalear el equilibrio democrático, el ejercicio republicano. Ahí sí no tengo ninguna duda. A mí me han enseñado que hay un equilibrio de poderes, que un poder no se inmiscuye en el terreno del otro. Lo que veo es que hay un intento por domar a la Justicia, por dominarla, por crear una Corte que sea adicta y que responda a los intereses de la política. Eso sí es peligroso. Es más una maniobra de populismo dictatorial que una maniobra transparente, democrática y razonable. Ahí hay un embate contra la Justicia de un poder que quiere de alguna manera controlarlo todo y limpiar a su principal implicada en asuntos tremendamente graves de corrupción. Limpiarla de sus procesos judiciales. Eso está claro.

—¿Crees que puede haber una Argentina distinta para tu hijo? Ya no para nosotros, para tu hijo.

—Depende quién gobierne. Yo creo que el peronismo tiene que finalmente, por lo menos el kirchnerismo, correrse de cualquier ambición. Hay que correrlo del medio. Ahí hay algo, hay un vicio que se reitera, que no conduce a ningún lado.

—¿Y nos vamos a amigar entre nosotros o ya aprendimos a vivir con esta grieta y cualquier cosa que digas entra en discusión?

—Yo no me siento peleado con los que estamos de un lado o de otro. Siento que hay puntos de vista y de desencuentro que son naturales. Cuando vas al mundo también hay grieta. Claro, en los países prósperos la grieta es de una calidad y en los países hundidos como este la grieta es una complejidad. Pero yo creo que entre nosotros estamos amigados, el problema es que la clase política está desenfocada y que cuando unos llegan al poder tampoco saben mucho qué hacer. A mí me preocupa, por ejemplo, que gobierne Juntos por el Cambio y que el peronismo le haga la vida imposible. Me preocupa eso, ¿entendés? Me preocupa saludablemente. Me preocupa, por ejemplo, que gobierne Larreta y que no lo dejen gobernar.

—Hay quienes plantean que si hoy el gobierno no fuera Alberto y Cristina, con estos niveles de inflación y de pobreza el clima social sería otro.

—Pero claro. Mauricio Macri cometió errores gravísimos, pero también está visto lo que le han hecho y que no le han permitido gobernar.

—¿Y una figura como Milei?

—Yo lo subestimaba un poco y lo están asesorando los mismos tipos que asesoraron a Katz en Chile y a Bolsonaro en Brasil. Milei ha dicho barbaridades; ya no las dice tanto. Es un crecimiento que hay que tener muy en cuenta por Milei mismo, o por el daño que puede hacerle a otros proyectos políticos. Hoy está encarnando el mejor discurso político de la actualidad. No tiene fisuras. Es concreto, es contundente, es genuino y no es sobreactuado.

—A mí me da un miedo cuando habla de vender órganos…

—Es que eso a mí también me espanta y me voy corriendo. Pero sí te fijás, ahora entraron a jugar los asesores…

—Hay una cosa carismática que capta a un sector joven que viene muy descreído.

—Estoy de acuerdo. Era una persona distinta a la que es ahora. Tiene muy claro lo que quiere decir. Después, no sé si tiene claro lo que quiere hacer o cómo va a hacer lo que dice que va a hacer. Trump y Bolsonaro eran iguales. Después demostraron que no tenían claro cómo iban a gobernar y gobernaron mal, duraron un mandato y pasó todo lo que pasó. Encarnaban o sintetizaban un malestar extendido de muchos electores y votantes que no les importa si hoy votan kirchnerismo y mañana macrismo. Es el famoso votante que castiga. Milei hoy está con un excelente magnetismo hacia ahí.

Gonzalo Sánchez: "Hoy no hay nada que no tenga que ver con lo ambiental"

—Ya cubriste la guerra. ¿Queda algún sueño pendiente?

—Quiero ir a otra guerra (risas).

—Ah, le tomaste el gusto.

—Sí (risas). Quiero ir a otra guerra. Quiero seguir haciendo mi laburo en radio que me encanta y que es una buena manera de ganarme la vida. Me siento un privilegiado. Pero me gusta ser corresponsal de guerra. Los recursos de los medios son más limitados desde Argentina. Me encantaría ser un periodista del New York Times, que es enviado por el mundo, a todos lados.

—Te leí mucho con temas ambientales.

—En algún punto haber radiografiado las vidas de los magnates del Sur me enlazó mucho a los temas de la tierra y de recursos naturales. Los temas de reclamos de tierras también están enlazados a lo ambiental. También hay magnates, algunos que conocí como Douglas Tompkins, que estaban muy involucrados con temas de conservación. Una cosa me llevó a la otra. Los temas ambientales son una especie de disrupción del debate por el futuro. Es una disrupción ecológica y económica. El mundo va hacia ahí.

—Está sucediendo.

—En Estados Unidos hay una revolución del automóvil eléctrico. En 10 años, autos eléctricos. Acá tenemos litio: vienen a buscar el recurso. Es un tema económico y es un tema ambiental. Hay fuego otra vez en Corrientes, se está quemando el Iberá. Es un tema de economía productiva, de turismo, y al mismo tiempo un tema tremendamente medioambiental. ¿Por qué? Porque están los humedales en riesgo. ¿Qué son los humedales? Lugares donde se captura carbono. Son fundamentales para la vida. El Amazonas es un lugar de recursos naturales donde todo el tiempo se está extirpando el recurso natural y donde hay escasa protección, pero donde también operan las mafias de la droga, de la madera, de la deforestación. Todo es ambiental. No hay nada que no sea ambiental. La tapa de la última revista Times es la Estatua de la Libertad color verde. Si estás fuera de lo ambiental como nación te quedas fuera de los créditos. Te vas a quedar fuera pronto de la posibilidad de hacer comercio justo con quien fuera. La ecología es absolutamente todo. Y es la política. Lo que pasa es que estamos en la Argentina, donde hay tantas urgencias que tapan lo esencial… En las nuevas generaciones está el tema. Lo tienen recontra claro.

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