
“Lo primero que habría que decir es que estoy celebrando cuarenta años desde que me hice mago profesional. De una vida que empezó a los siete años con la práctica, soy una persona que ha dedicado su vida entera a profundizar sus conocimientos y su trabajo en el arte de ilusionar, de ayudar a la gente a acercarse a la magia, en todos los ámbitos en que he podido hacerlo. Una celebración de cuarenta años, una vida entera dedicada a esto”, fue lo primero que dijo Norberto Jansenson en diálogo con Teleshow, lo que dio pie a un recorrido por su trayectoria profesional.
A los sietes años, en el barrio de Villa Crespo, ni niño comenzó a jugar con los trucos de magia, el tiempo pasó, la audiencia dejó de estar conformada únicamente por sus papás y hermanos y pasó a estar conformada por personas que querían ver su arte, todo esto durante los primeros años de la adolescencia. Las vueltas que tiene la vida lo llevaron a conocer a René Lavand, el ilusionista argentino por excelencia, quien se convirtió en su mentor y lo ayudo a formarse en esta carrera.
Por dos semanas regresó al país, puesto que vive la mayor parte del tiempo trabajando en cruceros y buscando inspiración en la ciudad de Los Ángeles, para cerrar el año con Una Magia Posible, un show inmersivo que lo acerca todavía más a su público.

—¿Cómo se siente esto de tener cuarenta años de carrera? Porque arrancaste desde muy chico.
—A veces me cuesta mucho identificar cosas puntuales. Es como cuando se le pide a un padre que elija a uno de sus hijos y te dice: ‘Yo no puedo elegir, esta es mi familia’. Yo siento que tengo una familia gigantesca de recorrido, de gente, de experiencias, de anécdotas, de decisiones que tomé de posibilidades que se me acercaron y de “suerte” que me fueron acompañando durante el camino. Esa es la sensación, no puedo atribuirla a un momento.
—¿Cómo se dio esto de decir ‘quiero ser mago’?
—Ningún niño sabe lo que quiere ser como profesional de adulto. El niño dice: “Yo quiero ser mago”, pero no tiene ni la menor idea de lo que significa eso en la vida real. Entonces, yo lo que creo que hice fue seguir jugando, porque nadie me prohibió seguir jugando, porque hay chicos a los que los padres les prohíben seguir jugando. Le dicen: “Bueno, ahora basta de jugar, tenés que dedicarte a tal cosa”. A mí no me dijeron nunca eso, a mí me dejaron seguir jugando. Y eso que hace un ratito nomás era un juego de hacerle magia a mis pobres padre y madre y hermanos, a de repente un llamado de alguien que te dice: “Che, ¿podés venir a nuestra casa a hacer esto que estás haciendo?”. De repente se transforma del juego de un niño a la fuente de ingresos de un adolescente.
—¿Qué te pasa cuando miras para atrás?
—Creo en la magia más allá de los trucos, lo digo todo el tiempo. Es la base de mi trabajo, todo el tiempo estoy tratando de invitar a mis públicos a mirar en lo mágico que sucede en la vida cotidiana. De repente ir a un programa de televisión en Telefe, que venga el productor, Gerardo Rozín, y me diga: ‘Mira, Nico (Repetto) te cambió el nombre porque vio los separadores de las notas que grabamos y decidió que Norberto Jansenson no corresponde con lo que vos sos, dijo que tenés que ser Jansenson’. Ir a un congreso de magia donde hay 2000 magos llorando después de ver a René Lavand hacer apenas 10 minutos de su arte. Ir a verlo al año siguiente a un bar temático, ir a decirle: ‘Yo quiero que usted me enseñe’ y que él me rechace con la mano diciendo: ‘No tengo tiempo para esas estupideces’ y que después venga a la mesa donde estamos sentados con mis hermanos a contarme que cuando tenía 26 años conoció a mi abuelo y mi abuelo le dio consejos, cosa que ninguno de nosotros sabía. Son cosas demasiado mágicas como para creer que pasa en la vida de una persona porque tuvo suerte.

—Tu carrera te llevó a tomar la decisión de vivir la mayor cantidad de tiempo posible en Los Ángeles
—Sí, recién hace unos días nomás me entregaron el pasaporte con mi visa O, que es la visa de talento extraordinario de Estados Unidos. Siempre mis visitas a Los Ángeles fueron esporádicas, pero ahora está la posibilidad y la necesidad de ir a instalarme ya realmente en Estados Unidos a cumplir con la promesa que hice cuando pedí esta visa. Es muy fuerte para un mago que nació en Villa Crespo y que empezó a jugar a la magia a los siete años, de repente estar en Los Ángeles y que tus colegas, algunos de los cuales son realmente eminencias en nuestro rubro, te digan: ‘Vos me inspirás, vos me inspiraste a mí’. Hay un mago que llama Jeff McBride, que es maestro de magos, consultor de David Copperfield, que me invitó a su casa y me pidió: ‘Contame, por favor, historias sobre René y contame cómo se te ocurrió tal historia para tal efecto de magia. Quiero aprender sobre vos. Vos me has inspirado durante todos estos años’.
—En tus show hacés una narración...
—En una charla que di hace, una convención de storytellers, del mundo de la magia, yo decía que caer en la trampa de creer que lo que hay que hacer es contar historias es lo mismo que caer en la trampa de creer que hay que hacer trucos o que hay que hacer reír a la gente. Yo creo que nada de eso es donde debe estar puesto nuestro foco, nuestro foco debe estar puesto en qué es lo que nosotros queremos que la gente se lleve cuando se vaya del lugar. La historia o el truco son solamente herramientas y si no están puestas al servicio de algo más grande, no tienen sentido. Yo cuento historias porque no me queda más remedio, porque todos mis maestros y todos mis “ídolos” han sido contadores de historias. Yo quería producir en el público una conexión, una emoción de lo misterioso y de lo mágico, que si no, no sabía cómo hacer, lo hice a tientas y con torpeza, hasta que eso después se transformó en conocer a René y consolidar esa idea de que las historias junto con la magia y junto con otros recursos. Son un montón de recursos que logran que la gente diga: ‘A mí no me gustan los magos, pero hoy me emocioné como nunca me había emocionado’ o que alguien venga y dice ‘Hace dos años que me había quedado viuda, yo no quería salir. No sé por qué salí, pero vine a este show y no sé por qué levanté la mano, pero me llamaste al escenario y me diste una esperanza que no sentía desde hace dos años’.
— ¿Qué te pasa por la cabeza cuando alguien del público te dice algo así? ¿Cómo lo manejás?
—En el momento me quedo revisando todo lo que viene enseguida, porque la pregunta que yo le hago a ella es: ‘¿Alguna vez te rompieron el corazón?’ y ella me dice: ‘Claro que sí’ y yo le digo: ‘¿Hace mucho? ¿Hace mucho o hace poco?’ y ella me dice: ‘Hace poco’ y que en el momento que ella me dice eso yo me doy cuenta de que se acaba de quedar viuda. Esa lectura que yo tengo en ese momento me la dio el estudio con Julio Chávez, el estudio con Lavand, eso en el momento hace que vos te vuelvas una persona que está 100% presente, un mago de verdad. El truco va a venir después, pero ahora yo tengo que transformar esta situación en una situación feliz para todos. Eso es donde yo creo que está la verdadera magia y eso es de lo que yo creo que los artistas deberían ocuparse, de esa transformación verdadera que pueden producir en los públicos. No todos los días sube una persona que se acaba de quedar viuda arriba del escenario, pero todas las personas que están en la platea tienen una historia para compartir. Si uno está abierto, como dice Chávez, eso te llega, eso te afecta y con eso vos podés hacer lo que después termina haciendo el espectáculo.

—¿Y es por esta razón que decidiste hacerlo inmersivo?
—Hace muchísimos años, antes de que existiera la televisión, antes de que existiera la radio, antes de que existieran los medios de comunicación, los espectáculos eran todos itinerantes, iban de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, no solo llevando entretenimiento, sino llevando información. Hoy en día, la gente ya no solo no tiene que ir al teatro a buscar información, tampoco necesita ir a buscar entretenimiento, entonces, si el artista hoy no co-crea con el público la experiencia, está cometiendo un grave error y además está cometiendo una falta de respeto para con el público, que invirtió tiempo en sentarse frente a un tipo que hace su magia de forma muy talentosa, pero que ni conecta con el público. Entonces, la invitación a co-crear, casi te diría que es una necesidad básica de hoy en día. Se tiene que tratar de una conexión personal, presente, humana, cálida, de el abrazo que todos estamos anhelando recibir, que casi te diría volver al útero materno, en donde sentíamos que todo iba a estar bien, donde nos sentíamos protegidos.
—Es muy raro escuchar una reflexión así, uno está acostumbrado al ‘Voy, me aprendo las líneas o mis canciones o lo que sea que tenga que aprender y si el público reacciona, reacciona, y si no, bueno, fue una mala noche’
—Claro que sí. Yo lo padezco todos los días, porque yo veo los hilos de las marionetas cuando voy al teatro como espectador y digo cuando me levanto de la silla: ‘Qué lástima, tanto talento, tanto dinero, tanta producción desperdiciada por completo, puestas al servicio de pura vanidad’. Agradezco el esfuerzo que se puso, pero padezco que no se haya ofrecido otra cosa más. Te pongo un ejemplo: la mayoría de los chefs, incluso los chefs que tienen estrellas Michelin en sus restaurantes, saben cero sobre nutrición, pero el verdadero motivo por el cual vamos a comer a un restaurante es por la nutrición de los alimentos, no por la estética. Entonces, probamos una comida que se ve espectacular presentada en el plato, el sabor es increíble, después, a la noche, no podemos dormir. En el teatro es igual, solo que la nutrición es para el alma, es para el corazón.
—Es una gran mentalidad a la hora de hacer tu trabajo y enfrentarte al día a día de tu carrera.
—No siempre tengo claridad, ni recursos, ni tiempo, ni sabiduría para lograr que todo esto se exprese en su máxima posibilidad arriba del escenario. Gracias a Dios, muchas veces me sale bien, lo voy pudiendo lograr porque uno adquiere experiencia, uno tiene las herramientas, uno ya entiende un poco cómo funciona el mecanismo, entonces, después uno sabe más o menos hacia dónde tiene que ir. Pero es todo esto que te estoy contando, después de cuarenta años de ser mago profesional, durante toda mi vida lo he ido aprendiendo y buscando a tientas y con mucha torpeza, cayéndome y volviéndome a levantar, pero siempre mirando el horizonte con la misma firmeza y con la misma tenacidad. El otro día encontré un librito de notas toda escrita a mano, del año 2007, 2009, 2001, donde hay notas que tomé en los bares, que, que escribí mientras caminaba y me emocionó leer a ese chico, a ese joven, a ese adolescente, a ese joven adulto que ya estaba así buscando estas cosas, no sabía cómo, no sabía por dónde, pero ya sabía que quería producir este tipo de conexiones, porque yo las he sentido como público viendo cosas extraordinarias en mi vida. No tengo el presupuesto de Cirque du Soleil, o para armar un espectáculo en el Bellagio en Las Vegas, pero hay algunas cosas que sí tengo, por esos lados es donde tengo que ir.
—¿Qué se viene para el 2026?
—Por primera vez en mi vida tengo todo un año entero con contratos en cruceros de lujo en destinos como Japón, Islandia, Groenlandia, Grecia, Croacia, Eslovenia, Montenegro, Francia, Italia y otros lugares más hasta diciembre del 2026. Ya tengo contratos en Los Ángeles, en los huecos que me quedan entre los diferentes cruceros. Y voy a tomar tres semanas para cuando tengo que ir a Japón para recorrer, que es una asignatura pendiente de toda mi vida. Por primera vez en mi vida tengo una certeza que nunca tuve, que es cómo voy a pagar las facturas dentro de dos meses, qué show voy a tener que hacer dentro de un mes, cómo voy a hacer para invertir en mi trabajo. Por primera vez tengo un alivio interno que me permite disfrutar de todo lo que me está pasando.
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