Una canción. Un escenario improvisado. Y un grupo de personas moviéndose al compás de una diva. Este jueves por la noche, los participantes de Gran Hermano (Telefe) enfrentaron algo más que un reto: protagonizaron una ceremonia colectiva de esfuerzo, coordinación y, por momentos, desatino. El “Desafío Lady Gaga” fue mucho más que una consigna de entretenimiento: fue una especie de ritual pop donde el precio era el sudor y la recompensa, un gimnasio profesional.
“Hoy 21:45 desafío Lady Gaga. Ustedes van a votar por un sí o por un no”, había escrito Santiago del Moro en sus redes sociales. El presentador, convertido en oráculo digital, adelantaba que el veredicto quedaría en manos del público. Si aprobaban, el gimnasio renovado —cintas, pesas y la esperanza de llegar a la final— entraría en escena. Si no, la nada.
Los “hermanitos” se prepararon durante días. Repitieron pasos frente a los espejos, discutieron detalles, ensayaron en horarios imposibles. Y todo para replicar, con la mayor fidelidad posible, una de las coreografías más complejas de la inigualable Lady Gaga -el nuevo tema “Abracadabra”-, esa performer que convirtió el pop en un acto dramático, militante y casi marcial.
¿Estuvieron a la altura? Las redes sociales se dividieron. Algunos usuarios elogiaron la entrega: “Tanto se burlaron de Luciana y lo hizo muy bien, todos estuvieron geniales”, escribió una espectadora. Otros apuntaron con más dureza: “Algunos dejaron todo, pero no lograron estar a la altura del material original”. La verdad estaba, como siempre, entre la emoción y la crítica.
Del Moro había sembrado expectativas. Antes del show, lanzó una encuesta: “¿Les tenés fe a los chicos?”. El 70% del público dijo que sí. Después de la performance, el número trepó apenas al 71%. La diferencia era mínima, pero suficiente. El veredicto estaba echado: el gimnasio ingresaría en vivo a la casa.
Hubo festejos, gritos, abrazos coreografiados por la euforia de un nuevo escollo superado con creces. Y mientras el sudor se secaba y la adrenalina bajaba, en las redes se acumulaban mensajes de aliento como flores sobre un escenario vacío: “Buen vestuario. Me gustó”; “Se organizaron y llegaron”; “Me encantó todo lo que hicieron, se merecen el gimnasio”.

Pero no todo fue brillante. En la danza hubo errores. Algunos cuerpos se movían como si estuvieran hablando otro idioma, como si la música les llegara desde otro planeta. La descoordinación, aunque simpática, rompía la magia en ciertos momentos. No era un show profesional, pero sí un acto de voluntad colectiva, de vulnerabilidad pública en un programa en el que siempre hay que estar dispuesto a darlo todo.
Lo que viene en Gran Hermano
La semana se perfila intensa para los participantes. Y cabe recordar que debido a cambios en la programación de Telefe, las actividades dentro de la casa serán diferentes. El viernes, luego del partido de la selección argentina, Del Moro ingresará al recinto televisado con un mensaje: dos palabras enviadas por los familiares de los jugadores. Dos palabras, apenas. Pero ¿cuánto puede contener un susurro desde afuera?
El domingo, en cambio, no habrá gala de eliminación. El fin de semana largo aplaza el momento crucial para el lunes 24 de marzo. Esa noche, con el voto negativo del público como espada, uno de ellos deberá abandonar la casa. Los jugadores tendrán entonces más tiempo para especular, para observarse, para temer, en medio de una votación que será negativa. Pero con más tiempo para que las palabras se deformen, para que el afecto se vuelva cálculo, para que la duda se instale en los pasillos. Y nadie se confíe ni de su propia sombra.
Y mientras tanto, en ese limbo de cámaras y encierros, el nuevo gimnasio será una especie de recompensa, de altar pop a la perseverancia.
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