Villa Ocampo es una de las mansiones más imponentes de la Argentina. Esta casona ubicada en Beccar, partido de San Isidro, acogió en sus habitaciones y jardines a los hombres y mujeres que representaban en su momento un faro para la intelectualidad y la vanguardia literaria del siglo XX.
Seis años antes de morir, su dueña, Victoria Ocampo, la donó a la Unesco. Con esta acción, la escritora convertía a su propia casa en la primera y única propiedad de esta institución tan relevante para la paz y la educación mundial. El objetivo, según las propias palabras de Ocampo, era "transformarla en una herramienta de la promoción, el estudio y el desarrollo de la cultura".
Victoria Ocampo donó su casona de Beccar, en el partido San Isidro, a la Unesco seis años antes de morir
En noviembre de 2018 la casa cumplió un papel muy importante para el mundo: su comedor y sus jardines fueron elegidos por la primera dama de Argentina, Juliana Awada, para agasajar a las esposas y acompañantes de los presidentes y líderes mundiales que permanecían en Buenos Aires en el marco del encuentro del G20.
En aquella ocasión los voceros de Villa Ocampo resaltaron que la residencia no había sido elegida por su belleza sino por lo que representa el legado de Victoria Ocampo en la lucha por los derechos y la libertad de la mujer.
Una visita a Villa Ocampo es un viaje en el tiempo. Encargada por el padre de la escritora como quinta de veraneo familiar, en este gran chalet de tres pisos conviven ecos renacentistas y columnas corintias con el vanguardismo que le imprimió Victoria al mudarse sola en 1940.
El objetivo Victoria Ocampo fue “transformarla en una herramienta de la promoción, el estudio y el desarrollo de la cultura”
Hablar de esta casa es hablar de Victoria Ocampo. Aquí puede respirarse todavía el espíritu de alguien que vivió hasta el último de sus días con sus dos grandes pasiones: la literatura y los derechos de la mujer. Siempre fiel a sus convicciones y a un estilo más que personal el nombre de Victoria seguirá siendo siempre sinónimo de militancia feminista y de amor por la cultura.
Quien diligenciara y tramitara las gestiones necesarias para que tras su muerte la casona pasase a ser propiedad de la UNESCO fue la propia Victoria Ocampo.
Cuando lo hizo, tomó un gran recaudo: pidió especialmente que su hogar no se convirtiera en un museo acartonado y lejano sino en un espacio vital y alegre que invitara al conocimiento y al debate de lo que más le había fascinado en la vida: los derechos de la mujer y la libertad de pensamiento.
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