"¡Ya está papá, salí!", la desesperada súplica del hijo antes de que maten a su padre para robarle el cuatriciclo

"¡Ya está papá, salí!". El último grito del nene de 13 años a Cristian Bejarano, su padre, fue una súplica. En vano. El hombre ya estaba subido al asiento trasero de su Peugeot 308 blanco. Desde allí tenía agarrado del cuello al ladrón, que conducía el auto con el cuatriciclo enganchado atrás, listo para subir de la banquina al camino y escapar. Pasaron unos pocos segundos y el nene, que corría mientras gritaba al lado del auto, ya cruzado en el asfalto de la autopista Riccheri, escuchó tres estruendos. Pum. Pum. Pum. Después vio bajar al ladrón, lo observó subir con el arma en una de sus manos a un Volkswagen Bora en el que iba un cómplice y huir. Todo pasó muy rápido. Cuando miró de nuevo el Peugeot, su papá ya estaba muerto.

El chico y Bejarano, de 34 años, recién habían estrenado el cuatriciclo al costado de la autopista Riccheri. Era el sábado previo a la Navidad. Se estaban preparando para volver a casa cuando un Volkswagen Bora los encerró. Dos ladrones bajaron, les apuntaron y les avisaron que se llevaban todo. Bejarano le dijo que dejaran el cuatri y se llevaran el auto. No se sabe si alcanzó a explicarles que eso que estaban tomando por asalto era el regalo navideño para su hijo. Pero uno de los ladrones disparó al suelo y dio por finalizada la discusión. Se subió al Peugeot y arrancó.

Cuando Bejarano vio que le costaba salir del pasto al costado de la Riccheri sintió el impulso de intentar recuperar el Yamaha Raptor 350 azul. Según contó su tía, el hijo le gritó: "Papá, mi cuatriciclo". Y Bejarano abrió la puerta trasera izquierda y subió. La hipótesis de los investigadores es que mientras el ladrón que estaba al volante era agarrado del cuello, sacó su arma y disparó hacia atrás tres veces. Según los primeros análisis, dos tiros a quemarropa dieron en el cuerpo de la víctima. Uno entró por la ingle y salió. Y el otro atravesó el corazón. Ese fue el tiro fatal.

La investigación no será sencilla. Es que aunque parezca inexplicable, la Riccheri no tiene cámaras de seguridad, excepto en los peajes. Este martes temprano, Ricardo Bruzzone, fiscal de Ezeiza, a cargo del caso, recibió las imágenes que tomó la cámara de seguridad de un barrio privado. Allí detectaron un Bora oscuro que va en sentido hacia Capital Federal, con similares características a las descriptas por el hijo de Bejarano y dos testigos.

Bruzzone intentará ahora poner la lupa sobre la patente del Bora y esperar que no fuera apócrifa. "No hay más pistas que eso. Es increíble que la Riccheri no tenga cámaras. Es la entrada al país. Pasan presidentes por ahí", se quejó una fuente de la investigación, quien agregó que las cámaras del peaje sólo sirven para buscar una patente. "Nunca pudimos establecer un hecho por esas", protestó.

Segundos después del crimen, alguien que pasaba por allí en un camión filmó la escena. En el video se observa al adolescente al costado del Peugeot blanco de su papá con el cuatriciclo aún enganchado, cruzado sobre la Riccheri, mientras varias personas tratan de ayudarlo.

"Mi hermano les dio la llave, él siempre decía que había que entregar todo en un robo, y uno de los delincuentes se subió al auto. Ya se estaban yendo, pero al ver a su hijo desesperado gritar por su cuatriciclo, él los corrió", dio su versión Roxana, hermana de la víctima, y agregó: "Me lo mataron a mi hermano como un perro adelante de mi sobrino. El nene vio todo".

El testigo más importante es, efectivamente, el hijo de la víctima, quien podría declarar formalmente si lo habilita el psicólogo judicial. Por ahora sólo tuvo una charla breve e informal con Bruzzone donde contó lo que vio. El chico estaba shockeado. Relató cómo fue el robo y que cuando su papá subió al auto él le pidió que bajara. "Ya está papá, salí", gritó varias veces. De todos modos, la prioridad para los investigadores es encontrar indicios que los lleven a los sospechosos.

Los otros dos testigos aseguraron que no podrían reconocer a los asaltantes pero contaron que vieron una moto de apoyo. En el poco material visual que tiene el fiscal no aparece ninguna moto. El hijo de Bejarano tampoco la vio. En el auto encontraron huellas dactilares y alrededor, dos vainas y un plomo de una pistola calibre 9 milímetros.

Los investigadores saben que en esa zona es muy común que la gente vaya a andar en cuatriciclo. Y, por lo tanto, los robos también son frecuentes. "Hay mucho robo ahí. Están muy regalados los que van", comentó una fuente policial. Bejarano, que trabajaba como vendedor de autos y había sido papá de una nena dos meses atrás, compró el Yamaha usado ese mismo día. Un modelo 2014 vale aproximadamente 150 mil pesos. Carentes de pistas concretas para seguir a los sospechosos, los investigadores no quieren dejar ningún cabo suelto. Comenzaron a buscar información sobre la persona que se los vendió ese mismo día. "Es por las dudas, para ir descartando", explicaron las fuentes.

Normalmente, cuando sucede un hecho delictivo, la Policía suele tener datos gracias a sus "informantes". Pero en este caso, por el lugar y la falta de testigos que ayuden a describir las características de los ladrones, faltan herramientas. "Por ahora no sabemos quiénes pudieron ser. Pueden ser de Lomas de Zamora, de Virrey del Pino, que son las banditas que roban por ahí. Algunas actúan en los bosques, pero no hay nada para acreditar porque, encima, no robaron nada", admitió una fuente del caso a Infobae.