
Tiro alto, tiro bajo, chupín, pata de elefante, elastizado, oversize, calce profundo, nevado, desgastado, ripped...En cualquiera de sus variantes, el jean es la prenda más usada en el mundo entero desde su creación, hace ya más de 160 años. Pero, ¿a quién se le podía ocurrir confeccionar un pantalón con una tela rústica y dura como la que hasta ese momento se utilizaba en los toldos de las carretas? Pues ni más ni menos que Oscar Levi-Strauss, un hombre que supo transformar una crisis en una oportunidad.
Su vida no había sido nada fácil. Había nacido el 25 de febrero de 1829 en el municipio de Buttenheim, en Baviera, Alemania. Hijo de Hirsch Strauss y su segunda esposa, Rebecca Haas Strauss, compartió su infancia con sus seis hermanos. Sin embargo, luego del fallecimiento de su padre a raíz de una tuberculosis, en 1846, su madre tomó coraje y lo llevó con ella hasta Nueva York, dispuesta a empezar de nuevo.
Fue entonces cuando Oscar, que todavía era un adolescente, empezó a trabajar en la tienda de dos de sus hermanos mayores, J. Strauss Brother & Co, que se dedicaba a la venta mayorista de artículos textiles. Sin embargo, en 1853 y comprensiblemente afectado por el síndrome de la llamada “fiebre del oro” en California, decidió viajar a San Francisco. Soñaba con convertirse en un hombre rico. Y estaba seguro de que lo lograría, aunque en ese momento no sabía exactamente cómo.

Siguiendo los pasos de sus hermanos, fundó en la Costa Oeste su propia empresa a la que denominó Levi Strauss & Co. Allí vendía algunas prendas de vestir y calzados. Pero también era el encargado de comercializar una tela de algodón rústica de origen genovés, que se utilizaba para hacer los toldos de las carretas. Y resulta que ese género, que ya se había usado en la Italia del siglo XVI para elaborar la ropa de los marineros y los trabajadores del campo a los que se conocía como “vaqueros”, fue la llave de su fortuna.
Primero empezó a vendérsela a los militares, para que confeccionaran su ropa de fajina. Sin embargo, cuando éstos dejaron de comprársela por su dureza, se le ocurrió que podría resultar ideal para los mineros que, en su búsqueda de metales preciosos, solían romper muy seguido sus pantalones. Así fue como terminó diseñando el primer jean (nombre que le habría quedado por Génes, que significa Génova en francés). Era un modelo simple y recto, al que le había agregado unos bolsillos. Y esto último, que les permitía guardar sus herramientas para tener las manos libres, sumado a la resistencia de la tela, hizo que la prenda fuera muy bien recibida por los trabajadores de las minas.

Al ver incrementar sus ventas, Levi-Strauss decidió perfeccionar su producto. Y, allá por 1860, logró un tejido más liviano y un color más oscuro en el que no se notaba tanto la suciedad. ¿Cómo lo hizo? Sumergió los pantalones toda la noche en un estanque teñido de azul, que los animales se encargaron de revolver con sus bocas, y luego dejó las prendas tendidas por varios días al sol. El resultado, aunque el calor encogió las prendas, fue el esperado.
La tela, sin embargo, seguía siendo dura. Y el gran problema era que los bolsillos se descosían de tantos elementos que cargaban en ellos. Fue entonces cuando Oscar se unió al sastre Jacob Davis, que había inventado los remaches de cobre. Y empezó a reforzar con estos algunos puntos de las costuras de los pantalones, incluida la base de la bragueta. Pero este detalle tuvo que modificarse a raíz de que, cuando los mineros se acercaban a los fogones para calentarse, el metal terminaba quemándoles la piel.
Finalmente, en 1873, Levi Strauss y David recibieron la patente de Estados Unidos y presentaron oficialmente al blue jean. La versión de la prenda había sido mejorada: no solo era resistente, sino que también contaba con bolsillos prácticos y un diseño que había sido aprobado por la mayoría de los hombres. De manera que sus competidores no tardaron en salir al mercado con productos similares. Pero, en 1890, se puso a la venta el clásico modelo Levi’s 501, que terminó de posicionar a la marca como la número uno del rubro. Y su logo, con dos caballos tirando del pantalón, lo mostraban como indestructible.

Emprendedor como pocos, Oscar también se abocó a otras actividades. Fue fundador y tesorero de la Junta de Comercio de San Francisco, director del Nevada Bank, de la Liverpool, London and Globe Insurance Company y de la San Francisco Gas and Electric Company y socio propietario de las fábricas de lana Mission y Pacific. Y también se dedicó a financiar tareas solidarias que le valieron el reconocimiento de la gente de su ciudad. Pero, sin lugar a dudas, su mina de oro fue la fábrica de jeans.
Levi-Strauss falleció el 26 de septiembre de 1902, a la edad de 73 años. Y, en San Francisco, le dieron el día libre a los trabajadores para que pudieran asistir a su funeral. Había llegado a Norteamérica si nada, absolutamente. Y no solo había logrado ser un hombre rico, con un patrimonio valuado en 6 millones de dólares, sino que también había fundado una empresa que sus herederos se esforzaron por convertir en un imperio comercial a nivel mundial.
Con el correr de los años llegaron los cierres relámpago que reemplazaron a los botones y, a los pantalones, se les sumaron los jardineros infantiles y las chaquetas confeccionadas en la misma tela. Así que todos querían lucir algo de jean. Pero, hasta entonces, las prendas estaban pensadas solo para los varones. De manera que las esposas, hermanas y amigas, no tenían más remedio que tomarlas “prestadas” de los guardarropas masculinos.

En 1934, en tanto, salió a la venta el primer jean para mujeres. Se trataba del Lady Levi’s, un pantalón de tiro alto y cadera ajustada. Y, aunque al principio costó que se impusiera, con los años se transformó en la vestimenta elegida también por ellas, tanto para looks informales de día como para outfits más sofisticados para salidas de noche. De hecho, renombrados diseñadores como Giorgio Armani o Gianni Versace se ocuparon de sacar sus propias líneas para ambos sexos. Y figuras de la talla de James Dean, Marlon Brando, Elvis Presley, Bruce Springsteen y Marilyn Monroe, entre muchísimas otras, no dudaron en adoptarlas.
Así fue como esa prenda al estilo Lejano Oeste ideada por Levi-Strauss, que había sido confeccionada con la tela de los toldos de las carretas con la finalidad de facilitar el trabajo de los mineros, fue adoptada por personas de todos los estratos sociales en todas partes del mundo y se convirtió en el verdadero infaltable en cualquier vestidor.
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