
La Plaza de Mayo es el lugar que fue testigo de los acontecimientos políticos que condujeron a la proclamación de la Libertad el 25 de mayo de 1810. A lo largo del tiempo, en la plaza crecieron distintas especies arbóreas que acompañaron las transformaciones urbanas al compás de los hechos históricos. Del mismo modo también cambiaron los nombres que se otorgaron a ese espacio. “El lugar donde nació nuestra historia registró distintas transformaciones en cuanto a la densidad y diversidad de su arbolado”, señaló Julia Domeniconi, secretaria de Atención Ciudadana y Gestión Comunal de la Ciudad. Y añadió: “Lo que hoy vemos es el resultado de un último proyecto iniciado en 2018, que recuperó el espíritu del trazado diseñado por el paisajista Carlos Thays en 1894″.

El arbolado actual de la plaza se compone de jacarandás, plátanos, un ceibo y dos especies notables: ocho ejemplares de palmeras canarias y el olivo del Papa Francisco. Este último fue plantado el 29 de marzo del año 2000 en un acto simbólico de compromiso por la paz entre los pueblos encabezado por el entonces cardenal Bergoglio. El olivo y las palmeras canarias (de la especie Phoenix canariensis) forman parte del registro de árboles notables e históricos de la Dirección General de Espacios Verdes y Arbolado de la Ciudad y las Comunas junto a más de 600 ejemplares de protección especial.
Un recorrido a través de las imágenes conservadas en los archivos oficiales permite apreciar los cambios que experimentó el espacio a través de los años. Al hablar del origen primario de la plaza, la catedrática Marcela Palermo Arce, de la Dirección General de Espacios Verdes y Arbolado de la Ciudad, se remonta a 1580, cuando Juan de Garay “fundó la actual Buenos Aires y destinó a plaza pública un cuadrado de 140 varas de lado llamándola Plaza Mayor o Plaza Grande, que era la mitad del actual tamaño de la Plaza de Mayo (entre las calles Rivadavia, Hipólito Yrigoyen, Bolívar y Defensa). Las otras dos manzanas (del lado de Casa Rosada) se adjudicaron al Adelantado Torres de Vera y Aragón, quien jamás edificó en ella, dejándola en total abandono hasta que en 1608 el procurador general pidió que fuera destinada a plaza”.

Durante los siglos XVI y XVII la plaza central no era más que el espacio simbólico de la segunda fundación, flanqueada por el fuerte frente al río, según la funcionaria. “Abarcaba varias hectáreas destinadas a múltiples usos: mercado, cochera de carruajes, plaza de armas, ceremonias religiosas y oficiales, corridas de toros o juegos de lotería”, detalló.
Palermo Arce cuenta que recién en 1803 el Virreinato realizó algunas mejoras en la zona. “Encargó la construcción de la Recova para emplazar el comercio y se dividió el sitio en Plaza Mayor y Plaza del Fuerte. Luego de la Revolución de Mayo, en 1810, la Plaza Mayor se renombró como de la Victoria, en honor al triunfo sobre las tropas inglesas, y por orden del Cabildo se emplazó en 1811 la pirámide para celebrar el primer aniversario de la Revolución. El 25 de mayo de 1823 se iluminó por primera vez con alumbrado a gas”, indicó la también investigadora.

El Estado de Buenos Aires se crea en 1853 y dentro de las obras que reivindican la autonomía porteña fueron encargadas a Prilidiano Pueyrredón, tres años más tarde, la traza de un proyecto ajardinado para la plaza. El pintor y arquitecto diseñó una plaza “al estilo de la época, generando un perímetro arbolado compuesto de 300 paraísos (Melia azedarach), algunos bancos, faroles y un cercado bajo para proteger los árboles. En 1859, se colocó el empedrado de todo el perímetro de la vereda”, prosiguió la especialista.

Dos décadas después, Marcelo Torcuato de Alvear, máximo responsable de la junta municipal, emprendió una reforma urbana y encargó al arquitecto Juan Antonio Buschiazzo una nueva remodelación de Plaza de Mayo. “Hacia 1884 se ejecuta la demolición de la Recova y el retiro de los paraísos para ser reemplazados por palmeras pindó y el 17 de mayo de ese año las dos plazas quedan unidas bajo la denominación única de Plaza de Mayo”, apuntó la investigadora.

Diez años más tarde, el paisajista Carlos Thays creó el eje cívico que vincula la Casa Rosada con el nuevo edificio del Congreso atravesando Plaza de Mayo. Sobre ello, Palermo Arce contó que “se reemplazó la iluminación a gas por electricidad y las palmeras fueron removidas para ser sustituidas por una densa plantación de plátanos a lo largo de todo el perímetro. Thays mantuvo algunas pindó en el cantero central hasta que fueron removidas con la reubicación definitiva del monumento. Según los archivos fotográficos, las palmeras Phoenix canariensis aparecieron recién hacia 1900-1904, cuando se realizaron nuevos agregados, como los estanques circulares”.

En 1906 se proyectó para el Centenario de la Revolución de Mayo un monumento en el centro de la plaza, reubicándose la pirámide en el cantero central y retirándose las palmeras. “Con el correr de los años la densidad de plátanos fue decreciendo. En las fotos de 1950 se aprecia una alineación simple y algo descuidada y aparecieron los jacarandás flanqueando en las entradas de cada esquina”, señala la experta en arbolado.
Finalmente, en 2018 se llevó a cabo un último proyecto de reforma en Plaza de Mayo con el objeto de recuperar el espíritu del trazado diseñado por Carlos Thays 120 años atrás.
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