
La exploración espacial se prepara para un año decisivo. Tras un período marcado por pruebas tecnológicas, misiones robóticas y el regreso sostenido de astronautas a la órbita baja, 2026 aparece como un punto de inflexión en el que varios programas largamente planificados convergen.
El calendario incluye el retorno de humanos a las inmediaciones de la Luna, avances críticos en cohetes de gran capacidad, nuevas misiones a la Estación Espacial Internacional y una expansión del protagonismo de empresas privadas y agencias fuera del eje tradicional.

El interés no radica en un único hito, sino en la combinación de proyectos que buscan sentar las bases de una presencia sostenida en la Luna, preparar viajes tripulados a Marte y redefinir quiénes pueden acceder al espacio.
La magnitud de los planes refleja un cambio de escala en la exploración espacial, donde la cooperación internacional, la industria privada y los objetivos científicos se entrelazan como nunca antes.
El regreso humano a la Luna y la antesala de Marte
Uno de los eventos más esperados de 2026 será la misión Artemis II, el primer vuelo tripulado de la NASA cerca de la Luna desde el final del programa Apolo en la década de 1970. Cuatro astronautas, Reid Wiseman, Victor Glover, Christina Koch y Jeremy Hansen, de la Agencia Espacial Canadiense, viajarán a bordo de la cápsula Orión impulsada por el cohete Space Launch System.
El plan contempla un recorrido de diez días alrededor del satélite natural, sin alunizaje, con el objetivo de probar sistemas críticos para futuras misiones.
Este vuelo representa mucho más que un regreso simbólico. Artemis II permitirá validar procedimientos de navegación, comunicación y soporte vital en el espacio profundo, un entorno más exigente que la órbita terrestre baja. La misión sentará las bases de Artemis III, el programa que apunta a concretar un nuevo alunizaje tripulado y avanzar hacia una presencia humana permanente en la Luna como paso previo a los viajes a Marte.
En paralelo, SpaceX ocupará un rol central en este nuevo escenario. La empresa planea presentar en 2026 una nueva versión de su megacohete Starship, conocida como V3.
Este diseño apunta a convertirse en la primera versión capaz de alcanzar la órbita y demostrar el reabastecimiento de combustible en pleno vuelo, una tecnología clave para misiones de larga distancia. La transferencia de combustible en el espacio resulta esencial para viajes a la Luna, a Marte y más allá, ya que permite reducir el peso de lanzamiento desde la Tierra.
SpaceX también desarrolla una variante específica de Starship destinada a transportar astronautas desde la órbita lunar hasta la superficie, en el marco del contrato adjudicado por la NASA. A largo plazo, la compañía de Elon Musk proyecta utilizar este sistema para misiones interplanetarias.

Para fines de 2026, la empresa planea lanzar la primera misión no tripulada de Starship hacia Marte, aprovechando una ventana de lanzamiento favorable que ocurre cada dos años. El objetivo será probar el aterrizaje y recopilar datos críticos para futuras misiones humanas, en línea con la visión de convertir a la humanidad en una especie multiplanetaria.
La actividad lunar no se limitará a vuelos tripulados. La NASA prevé una serie de alunizajes robóticos adicionales bajo contratos con empresas estadounidenses como Firefly Aerospace, Intuitive Machines, Blue Origin y Astrobotic.
Estas misiones buscarán recolectar datos científicos, probar tecnologías y preparar el terreno para operaciones humanas sostenidas. En 2025, dos módulos privados lograron llegar a la superficie lunar con resultados dispares, y 2026 se presenta como una oportunidad para consolidar esta nueva etapa de exploración comercial.

La Estación Espacial Internacional también mantendrá un rol activo. A partir de febrero, una nueva tripulación viajará a la ISS como parte del programa de vuelos comerciales de la NASA con SpaceX.
Los astronautas permanecerán alrededor de seis meses, con tareas de investigación científica y mantenimiento.
Al mismo tiempo, la cápsula Starliner de Boeing volverá a volar en una misión no tripulada. La NASA busca evaluar nuevamente la nave tras los problemas técnicos registrados en su primer vuelo con astronautas y comprobar su fiabilidad antes de autorizar futuras misiones humanas.
Un escenario global con nuevos protagonistas y miradas inclusivas

El impulso exploratorio de 2026 no se limitará a Estados Unidos. China proyecta el lanzamiento de la misión Chang’e-7 hacia el polo sur lunar, una región de gran interés científico por la posible presencia de hielo. El desafío técnico será considerable debido al terreno rocoso y la abundancia de cráteres. Si el aterrizaje resulta exitoso, la misión buscará rastros de agua y analizar la actividad sísmica de la Luna, información clave para futuras bases humanas.
Japón también ampliará su presencia con la misión MMX, diseñada para explorar y recolectar muestras de Fobos y Deimos, las lunas de Marte. El material se enviará de regreso a la Tierra en 2031, en un esfuerzo inédito que promete aportar datos fundamentales sobre el origen y la evolución de estos cuerpos.
En tanto, la Agencia Espacial Europea prepara el lanzamiento de PLATO, un satélite con 26 cámaras destinado a observar más de 200.000 estrellas y detectar exoplanetas con condiciones similares a las de la Tierra, con especial interés en mundos donde pueda existir agua líquida.
La observación solar también ocupará un lugar destacado. La misión Aditya-L1 de la India opera desde una órbita de halo a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, una posición que le permite observar el Sol de forma continua.
Durante el período de mayor actividad solar, el satélite recopila datos sobre manchas y tormentas solares, información clave para comprender el comportamiento del astro y su impacto en el entorno espacial y terrestre.
El protagonismo del sector privado se reflejará además en los vuelos suborbitales. Blue Origin, la compañía de Jeff Bezos, planea ampliar las operaciones de sus cohetes New Shepard y New Glenn, mientras avanza en certificaciones para misiones de seguridad nacional.
El sistema New Shepard cerró 2025 con una cadencia operativa estable y 16 misiones tripuladas desde su primer vuelo con personas en 2021.
Uno de esos vuelos dejó una imagen histórica. En diciembre, por primera vez, una persona usuaria de silla de ruedas cruzó la línea de Kármán, el límite convencional del espacio situado a 100 kilómetros de altitud.
La ingeniera aeroespacial de la Agencia Espacial Europea Michaela "Michi" Benthaus demostró que la discapacidad física no resulta incompatible con la experiencia espacial. Su viaje no fue un gesto simbólico, sino la culminación de una trayectoria profesional ligada a la astronáutica, y abrió una nueva narrativa sobre inclusión y acceso al espacio.
En conjunto, el panorama de 2026 revela una exploración espacial más diversa, colaborativa y ambiciosa. El regreso humano a la Luna, los avances hacia Marte, la expansión de misiones robóticas y la participación creciente de actores privados configuran un escenario en el que el espacio deja de ser un territorio exclusivo.
Más allá de los hitos técnicos, el próximo año promete redefinir el alcance y el sentido de la aventura espacial humana.
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