
Cada 15 de septiembre, el Día Mundial del Linfoma visibiliza una enfermedad oncohematológica que, gracias a los avances médicos recientes, ofrece hoy perspectivas de control y curación que hace apenas unas décadas parecían inalcanzables.
El linfoma, un cáncer hematológico que afecta a los linfocitos, células esenciales del sistema inmunológico presentes en los ganglios linfáticos de todo el cuerpo, representa un desafío para miles de personas, pero también una historia de progreso en la medicina.
“El linfoma es un tipo de cáncer hematológico que afecta a los linfocitos, células esenciales del sistema inmunológico y que crecen en los ganglios linfáticos, presentes en todo el organismo”, explicó Gonzalo Garate, jefe del Servicio de Hematología del Hospital Alemán.
El linfoma se origina en el sistema linfático, una red fundamental para la defensa del organismo. Este sistema produce linfocitos, o glóbulos blancos, que combaten patógenos y bacterias. Cuando uno de estos linfocitos, ya sea una célula T o B, comienza a multiplicarse sin control debido a mutaciones en su ADN, se desarrolla el linfoma.
Estas células anormales pueden acumularse en cualquier parte del cuerpo, formando tumores que desplazan el tejido sano y afectan el funcionamiento normal del sistema linfático.

Tipos de linfoma: diferencias y características
Aunque existen más de 60 subtipos de linfoma, la clasificación principal distingue entre linfoma de Hodgkin y linfoma no Hodgkin, cada uno con características y abordajes terapéuticos diferentes. El linfoma de Hodgkin, menos frecuente, se identifica por la presencia de células de Reed-Sternberg y suele aparecer en los ganglios del cuello, pecho o axilas, diseminándose de manera predecible.
Esta particularidad facilita su detección y tratamiento temprano, lo que lo convierte en uno de los cánceres más tratables. Por su parte, el linfoma no Hodgkin abarca todos los casos que no presentan estas células específicas y, aunque es más común, sigue siendo una enfermedad poco frecuente en términos generales.
El linfoma puede afectar a personas de cualquier edad, aunque ciertos subtipos muestran patrones específicos. En el linfoma no Hodgkin, el riesgo aumenta con la edad, y la mitad de los diagnósticos corresponde a mayores de 65 años. El linfoma de Hodgkin, en cambio, presenta dos picos de incidencia: en adultos jóvenes de entre 20 y 40 años y en personas mayores de 55.

Síntomas y señales de alerta
Los síntomas suelen ser inespecíficos, lo que puede retrasar el diagnóstico. Entre los signos más habituales se encuentran la inflamación persistente de ganglios linfáticos en cuello, axilas o ingles, fiebre prolongada sin causa aparente, sudoración nocturna abundante, pérdida de peso involuntaria, cansancio marcado, picazón generalizada y, en algunos casos, falta de aliento o escalofríos.
“El hecho de presentar estos síntomas no significa que tengas un linfoma, pero es importante que acudas al médico si son recurrentes”, recomendó Stephen Ansell, hematólogo de Mayo Clinic.
En cuanto a los factores de riesgo, aunque la causa exacta del linfoma suele ser desconocida, se identificaron elementos que aumentan la probabilidad de desarrollarlo. Entre ellos figuran estados de inmunosupresión, como los que se producen tras un trasplante o en personas con VIH, enfermedades autoinmunes, antecedentes familiares, exposición a agentes tóxicos como solventes, y ciertas infecciones, como las provocadas por el virus de Epstein-Barr o la bacteria helicobacter pylori.
El proceso diagnóstico del linfoma requiere estudios especializados. El primer paso suele ser una exploración física para detectar ganglios linfáticos inflamados o alteraciones en el bazo y el hígado.
Posteriormente, se realiza una biopsia de ganglio linfático, que debe ser analizada por un hemato-patólogo para identificar la presencia de células linfomatosas y determinar el subtipo exacto.

Además, pueden solicitarse análisis de sangre, estudios por imágenes como tomografías o PET, y pruebas moleculares. En algunos casos, se extrae una muestra de médula ósea para su análisis. Este diagnóstico preciso es fundamental, ya que el tratamiento depende tanto del tipo de linfoma como de la etapa en la que se detecta la enfermedad.
Las opciones terapéuticas para el linfoma evolucionaron de manera significativa. “Un equipo de médicos especializados trabajará contigo para crear una estrategia de tratamiento para la enfermedad, la cual se basará en el tipo y la etapa del linfoma, en la agresividad del cáncer y en tu estado de salud general. Algunos linfomascrecen muy lento, por lo que no es necesario comenzar con el tratamiento de inmediato. La vigilancia activa suele ser la mejor opción. Junto con el médico, podrían decidir no tratar el linfoma hasta que comience a interferir en tu estilo de vida. A esto lo llamamos espera en observación”, planteó Ansell.
Y sumó: “Sin embargo, hasta entonces, puede que debas someterte a pruebas periódicas para controlar la enfermedad. Es posible que te administren quimioterapia, un tratamiento que incluye medicamentos fuertes para eliminar ellinfoma. En la actualidad, hay cada vez más tratamientos que permiten una terapia dirigida. Los tratamientos con medicamentos dirigidos se centran en anomalías específicas de las células cancerosas y son altamente eficaces. Otra estrategia es la inmunoterapia. Los medicamentos de inmunoterapia usan el sistema inmunitario para combatir el cáncer".

En la actualidad, existen alternativas innovadoras como las terapias dirigidas, los anticuerpos biespecíficos y la terapia con células CAR-T, que transformaron el pronóstico de muchos pacientes. “El tratamiento resulta altamente exitoso para la mayoría de los pacientes”, afirmó el Dr. Ansell. En algunos casos, especialmente cuando el linfoma crece lentamente, se opta por la vigilancia activa, posponiendo el inicio del tratamiento hasta que la enfermedad comience a afectar la calidad de vida.
Garate, por su parte, puntualizó: “En todos los casos el tratamiento es con inmunoquimioterapia o bien inmunoterapia sola o radioterapia; es decir que no son patologías que requieran tratamiento quirúrgico. Hoy en día, además, existen tratamientos muy eficaces que van desde la inmunoquimioterapia y la radioterapia hasta terapias dirigidas, anticuerpos biespecíficos e inmunoterapias avanzadas, como la terapia con células CAR-T, que han transformado la perspectiva de muchos pacientes. Gracias a estos avances, una gran parte de los linfomas son curables o controlables a largo plazo".

“Argentina cuenta con numerosos centros con experiencia en el tratamiento de linfomas y la posibilidad de acceso a terapias efectivas y protocolos de investigación, así como con recursos para acompañar a cada paciente y a su familia. Un diagnóstico correcto y acudir a centros especializados en el manejo de estas patologías aumenta las chances de obtener excelentes resultados”, precisó Garate.
El impacto de estos avances se refleja en las tasas de curación y control a largo plazo. “Gracias a estos avances, una gran parte de los linfomas son curables o controlables a largo plazo”, destacó Garate.
La clave para obtener los mejores resultados radica en un diagnóstico correcto y en el acceso a centros especializados, que cuentan con experiencia, terapias efectivas y protocolos de investigación. En países como Argentina, existen numerosos centros con recursos para acompañar tanto a los pacientes como a sus familias durante todo el proceso.
El acompañamiento emocional y la información adecuada son pilares fundamentales para quienes enfrentan un diagnóstico de linfoma.
Los especialistas recomiendan a los pacientes informarse sobre la enfermedad, consultar todas las dudas con su equipo médico y buscar recursos confiables. El apoyo de familiares, amigos y grupos de pacientes puede ser decisivo para sobrellevar el tratamiento y tomar decisiones informadas.
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