(Enviado especial a Río de Janeiro, Brasil) En apenas 15 segundos, Lula da Silva exhibió su distancia personal e ideológica con Javier Milei: le dio un saludo formal, se sacó la foto oficial y le indicó hacia adonde debía caminar para participar del primer debate de la cumbre del G20, que sesiona desde hoy en el Museo de Arte Nacional de Río de Janeiro.
El presidente argentino mantuvo idéntica postura que su par brasileño y siguió las reglas protocolares al pie de la letra.
Al final, sucedió lo que se esperaba: frío y tensión entre dos presidentes que no tienen nada que los una.
Milei arribó a la cita con Lula a las 10.45, acompañado por Karina Milei, secretaria General de la Presidencia. Los dos se bajaron del auto oficial con gesto adusto, y departieron un par de minutos con un encargado de protocolo que los escoltó hasta una rampa alfombrada de rojo. En la cima de la rampa esperaban Lula y su esposa, Rosangela da Silva. Los dos tiesos, tratando de pasar el momento.
El presidente argentino fue el último miembro del G20 que recibió Lula. Antes había llegado Joe Biden, que se está despidiendo del poder global.
Y si se comparan todas las fotos oficiales que le sacaron a Lula con los jefes de Estado e invitados especiales al G20, con el único que no se tomó de las manos fue con Milei. En el ejercicio del poder y la diplomacia, el body language es una señal obvia de cercanía o confrontación.

El conflicto político y personal entre Milei y Lula inició durante la campaña electoral de 2023. Da Silva apoyó a Sergio Massa, y Jair Bolsonaro a Milei. Y a continuación se extendió cuando el presidente electo no invitó a su asunción a Lula, que representa al socio más importante de la Argentina en el Mercosur. En cambio, Milei recibió con una sonrisa a Bolsonaro en la explanada del Congreso.
A partir de ese momento, la disputa entre Milei y Lula se extendió a los medios de comunicación y a toda la política exterior entre ambos países. Ambos mandatarios se cuestionaban mutuamente, pese a que el comercio entre Argentina y Brasil crecía todos los meses.
La distancia entre Milei y Lula se transformó en un hecho político, y las cancillerías trataban de mantener la relación bilateral de la mejor manera posible. Pero se acercaba el G20 de Brasil, y allí la Casa Rosada debía tomar una decisión de Estado.
Milei no iba a regalar ese espacio geopolítico a Lula, y confirmó que llegaría a Rio de Janeiro para participar de la cumbre de presidentes del G20.
Desde su desembarco en Rio de Janeiro, Milei está confrontando a la distancia con Lula.
El presidente no comparte la perspectiva ideológica que tiene el mandatario brasileño respecto al cambio climático, la agenda de Desarrollo Sustentable y la posibilidad de cobrar un impuesto del 2 por ciento a los denominados “super ricos”, pero instruyó que se agoten todas las instancias con los negociadores del G20 antes de anunciar que Argentina no firmará el comunicado final.
De igual modo, Milei repudia la invasión rusa a Ucrania y considera que el G20 debe hacer una condena manifiesta a la última ofensiva que ejecutó Vladimir Putin. Pero en los borradores que ayer presentó Lula, este reclamo no alcanza la medida exacta que exige Milei.
Lula comparte con Irán la pertenencia a los BRICS, y ha demostrado su apoyo sin atenuantes a Palestina cuando no es un secreto de Estado que sirve de refugio a Hamas y otras organizaciones terroristas que consumaron en territorio israelí la masacre del 7 de octubre de 2023.
Desde esta perspectiva, Milei no firmará el comunicado final del G20 si no hay una cuestionamiento explícito al accionar de Hamas y otros proxies que responden a las órdenes directas de Irán.
En este contexto, el presidente argentino se transformó en el principal crítico de las posiciones geopolíticas que impulsa Lula en el G20 de Brasil.
Como se observa, entonces, las diferencias van más allá de una momento de tensión de 15 segundos, al comienzo de la cumbre en el Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro.
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