“Mística y épica para la batalla final”: la intimidad de la celebración en el bunker de Massa, entre la cautela y la esperanza

Cómo se vivió la remonada del candidato a presidente de Unión por la Patria. La sorpresa ante los primeros datos de las mesas testigos, el pedido de mesura de Massa y Kicillof a los militantes y el fervor de la multitud peronista: “En noviembre cueste lo que cueste tenemos que ganar”

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Massa ganó las elecciones y
Massa ganó las elecciones y competirá en segunda vuelta contra Javier Milei (REUTERS/Mariana Nedelcu)

Cerca de las 20 del domingo en el búnker de Unión por la Patria pasó lo inesperado. Fue lo que en la narrativa cinematográfica se llama punto de giro. El instante de quiebre en el que se desintegraron las nubes de pesimismo que azotaban al peronismo desde la noche de las PASO. El momento en el que el clima de incertidumbre se licuó, como cuando se despeja un cielo cargado de nubes, y empezó a correr por los diferentes espacios del refugio massista-kirchnerista una tenue brisa de optimismo que, conforme fueron pasando los minutos (y pasaron rápido) se convirtió en un vendaval de buenas noticias. De repente, los que horas antes hubieran firmado quedar segundos detrás de Milei por dos o tres puntos con tal de llegar al balotaje, ahora leían en las pantallas de sus teléfonos indicios de una distancia amplia y consolidada en favor de Sergio Tomás Massa. La remontada del último tramo de la campaña se expresaba en la frialdad de los números.

Es que desde el centro de cómputos interno de la coalición peronista un equipo de militantes de alta jerarquía monitoreaba 2.002 mesas testigo de todo el país -las mismas se repiten desde las elecciones de 2011- y la información que llegaba no dejaba dudas: seis puntos de distancia sobre el libertario Javier Milei. Una remontada contundente. Muchos repreguntaban, incrédulos, ante el dato: “¿la distancia es a favor?”. Sí, era a favor.

Y confirmaba lo que pocos habían elegido creer la semana previa, cuando algún consultor propio y muy cercano a Massa le advirtió en una confianza casi familiar que, efectivamente, iba a ganar. Y se ganó. Lo ratificó intuitivamente cerca de las 19 el candidato a vice, Agustín Rossi, el primero de los “importantes” en llegar a Chacarita, cuando vio esa misma información en ciudades puntuales de Santa Fe, su provincia. La experiencia sobre su propio territorio le permitió detectar una tendencia irreversible. “Listo, con estos números ganamos”, les dijo a sus colaboradores.

Una multitud se congregó afuera
Una multitud se congregó afuera del bunker de Unión por la Patria en el barrio de Chacarita (REUTERS/Martin Cossarini)

No se equivocó. El sistema cósmico de Unión por la Patria repetía en los pasillos: “Es todo de Sergio, hizo una campaña impecable”; “Tiene todo en la cabeza, nos venimos reuniendo con él desde que asumió en Economía y ya sabía mucho de lo que iba a pasar”. Pero había que ver para (terminar de) creer. A las 21 fueron en rol de “voceros” hasta la carpa para la prensa tres referentes bonaerenses: la senadora y candidata a revalidar la banca Juliana Di Tullio; el hombre-mano derecha de Kicillof, Carlos Bianco; y la ministra de Desarrollo Social y candidata a diputada Victoria Tolosa Paz. Todavía no habían aparecido los datos oficiales en las pantallas pero sus caras transmitían buenas nuevas para el electorado peronista. Mucho más para el bonaerense. Así como llegaban desde las mesas testigo los 36 puntos de Massa, se conocían los 45 de Kicillof.

“Les pedimos paciencia”, pidió la senadora oriunda de Morón, que además festejaba ayer domingo su cumpleaños. En su cara y la de sus compañeros se intuía el éxito. Eran rostros relajados, casi diáfanos, y, sobre todo, absolutamente distintos de lo que habían sido a esa misma hora la noche fatídica de las PASO: “Hemos dado un gran ejemplo, fue una gran campaña”, dijo Tolosa Paz, hablaba del comportamiento democrático de los partidos y los ciudadanos, pero estaba diciendo más que eso.

Los festejos en el corazón de Unión por la Patria fueron módicos pero propios de quienes se sacan una mochila cargada de plomo. La línea la bajó el propio Massa. Apenas llegó al espacio C Art Media en el barrio de Chacarita, y eso ocurrió a la trascendental “hora 20″, salió a la terraza donde se congregaban los militantes más cercanos junto al gobernador de Buenos Aires y pidió moderación en la fiesta. Advirtió que no habría triunfalismo en sus discursos. Y pidió concentración para el mes de campaña que queda hasta el balotaje del 19 de noviembre. El primer ya paso estaba dado: el peronismo había logrado organizar su estructura histórica, alinear a sus tropas y resurgir de sus presuntas cenizas.

Axel Kicillof y Sergio Massa,
Axel Kicillof y Sergio Massa, los ganadores de la jornada (REUTERS/Martin Cossarini)

“Sergio y Axel se ganaron todos los premios”, comentaban allegados. Por eso los discursos centrados en el futuro que dieron el gobernador reelecto y el ministro de Economía que jugará la segunda vuelta contra Milei y en calidad de ganador del primer round.

Afuera del bunker el clima era ciertamente más festivo que adentro. Alejo Chaves, un chico de 22 años que se hizo peronista gracias a sus abuelos, había llegado con sus padres desde San Fernando. Agarrado a la reja, en primera fija frente al escenario montado sobre avenida Corrientes, no podía más de la alegría: “Estoy muy emocionado. Se me pasan muchas cosas por la cabeza. Soy justicialista gracias a que mis dos abuelos me hicieron. Esta semana me dijeron que íbamos a ganar. Estoy muy feliz. Es lo mejor para la Argentina, vamos a salir adelante”, comentó, con una bandera de argentina como bufanda, y mucha fe para noviembre: “La juventud estaba mucho con Milei. Y mis amigos no podían explicar por qué. Ahora le tengo toda la fe a Massa para la segunda vuelta. Pienso que puede quedar en los libros de historia como un gran presidente”.

Para las 22 el faena estaba terminada. Kicillof salió a dar su discurso como gobernador reelecto. Lo hizo acompañado por Bianco, su vice Verónica Magario, el ministro de Desarrollo Social Andrés “Cuervo” Larroque y varios intendentes, a los que el jefe provincial se encargó de destacar. Pero sin Máximo Kirchner ni los senadores electos Wado De Pedro y Di Tullio, que observaban desde los monitores el segundo piso del bunker cómo la multitud agrupada adentro y afuera del C celebraba algunas frases del economista ganador, especialmente cuando dijo, con chicana directa a Milei: “La libertad solo se alcanza cuando hay igualdad de oportunidades”.

"Que en noviembre cueste lo
"Que en noviembre cueste lo que cueste, en noviembre tenemos que ganar", cantaba la multitud militante (REUTERS/Martin Cossarini)

Después apareció Massa en el escenario. Solo. Con una leyenda en la pantalla a sus espaldas: “Argentina sí”, que variaba con un “Massa presidente” con tipografía nueva. Fue muy aplaudido cuando habló de consolidar en su eventual gobierno “la unidad nacional” y cuando mencionó que pretendía fortalecer la producción industrial “sin quitar derechos”. También cuando dijo que quería recuperar el crédito hipotecario. Y más, en el momento en que sentenció: “La grieta se murió y empieza una nueva etapa”.

Abajo, a unos metros, Esteban Perie, un militante misionero, agitaba una bandera argentina y lucía una remera blanca con un “meme” impreso: una célebre foto del cantante de cumbia romántica Leo Mattioli sosteniendo una rosa pero con el rostro cambiado, en lugar de estar el del músico estaba el de Massa. “Venimos militando la remera porque buscamos que el peronismo vuelva a enamorar, volver a ser románticos”, comentó. “Estamos muy contentos porque militamos para que esto suceda. Recuperamos la mística y la épica para la batalla final. Se juega la soberanía. El pueblo peronista se recuperó, creyó y actuó voto a voto”, dijo.

Sergio Massa repitió que, de
Sergio Massa repitió que, de ganar en noviembre, llamará a un gobierno de "unidad nacional" (REUTERS/Martin Cossarini/File Photo)

Mientras tanto, Massa, abrazado a una bandera argentina, y un grupo que incluía al Vasco De Mendiguren, a Rodolfo Daer, a Matías Lammens, a Axel Kicillof, a Rossi y a varios dirigentes más saludaba al público congregado en la esquina de Corrientes y Dorrego. Después el candidato peronista regresó al segundo piso del búnker, brindó con los suyos y un rato más tarde salió a la terraza privada, donde sonaba música de fiesta y los familiares, entre los que estaba su hijo Tomás, y militantes “vip” brindaban y comían pizza.

Se subió a una silla, alguien le alcanzó un micrófono, pidió que nadie use sus celulares mientras él hablaba y, emocionado, agradeció el esfuerzo de salir a convencer al electorado. “Somos una familia ensamblada, con muchas tribus que decidieron dejar atrás las diferencias y tirar todos para el mismo lado por un país mejor. En noviembre, cueste lo que cueste”, arengó Massa, fanático de las canciones de cancha, con una sonrisa enorme y cara de cansado. Las cientos de personas que lo escuchaban le devolvieron, automáticamente: “En noviembre cueste lo que cueste en noviembre tenemos que ganar”.

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