
La Navidad en Huánuco es célebre por brindar un escenario único al esplendor de la danza de los Negritos, una expresión cultural distinguida que fusiona religiosidad y tradición en una festividad prolongada. Declarada Patrimonio Cultural de la Nación, esta danza destaca durante la celebración más icónica del calendario regional, donde el fervor religioso y la alegría popular convierten a Huánuco en un epicentro de identidad mestiza, tejido entre la sierra y la selva.
La festividad navideña en Huánuco, reconocida como la más extensa del mundo, se inicia el 24 de diciembre y concluye el 19 de enero, superando en duración a cualquier otra celebración semejante. Durante este período, miles de personas se congregan en la céntrica Plaza de Armas, fundada en 1539 bajo el nombre colonial de “Muy noble y leal Ciudad de los Caballeros de León de Huánuco”. Allí, numerosas cofradías de Negritos de diferentes provincias llegan para rendir homenaje frente a la imagen del niño Jesús, en un ambiente de júbilo marcado por la música y el color.
Los protagonistas de la danza son en su mayoría varones, aunque también participan mujeres y niños. Se distinguen por lucir trajes vistosos y máscaras que evocan personajes afroperuanos, desplazándose en coreografías que combinan alegría y reverencia cristiana. La vistosidad de sus atuendos, el entusiasmo del público y la devoción compartida hacen de este ritual un espectáculo que preserva el sentido original del mestizaje peruano, transmitiendo orgullo y pertenencia.

Entre las cofradías más reconocidas figuran el “Niño Jesús San Cristóbal de Rosavero”, el “Niño Rey de Andabamba”, “Jesús amigo” y el “Niño Jesús de la Capilla Cruz Verde”, entre otras. Estas agrupaciones, representantes de distintos barrios, constituyen la principal atracción de los pasacalles, que mantienen su ritmo sin pausa, aun frente a la lluvia que a menudo acompaña la temporada navideña huanuqueña, impregnando de energía la ciudad y a sus danzantes.
En la víspera de Navidad, la celebración adquiere un cariz institucional con la destacada participación de las principales autoridades de Huánuco, acompañadas de funcionarios locales y regionales. Ellos se suman a la festividad como parte de las cofradías, estableciendo un puente entre el Gobierno y la ciudadanía, que acoge con hospitalidad y fe la llegada de los Negritos. Así, la población entera se une en torno a la danza para renovar sus votos de esperanza, generosidad y unión.
Tradición, memoria e identidad social en la danza de los Negritos
La danza de los Negritos de Huánuco se caracteriza por su estructura coreográfica compleja, su música contagiosa y el uso de elaborados vestuarios y máscaras. Sus integrantes recorren las principales calles y plazas en formaciones ordenadas, siguiendo un repertorio de pasos y movimientos que alternan la solemnidad y la alegría, mientras suenan los instrumentos tradicionales como la quena, el violín y el cántaro.

El simbolismo de la máscara, elemento central de la indumentaria, remite tanto a la memoria de los afrodescendientes en el Perú colonial como a una visión mestiza de la identidad local. Los danzantes, en sincronía perfecta, se acercan a la imagen del niño Jesús para ofrecerle su homenaje a través de bailes y cánticos, generando una atmósfera de recogimiento y festividad al mismo tiempo. La interacción entre los Negritos y el “Caporal” —figura encargada de guiar la comparsa— añade dramatismo y orden al despliegue artístico.
El desarrollo de la festividad involucra una organización minuciosa, desde el diseño de los trajes hasta la preparación de los pasacalles y jornadas de convivencia comunitaria. La participación de autoridades locales, representantes religiosos y familias enteras revela el profundo arraigo de la tradición, que rebasa las fronteras de lo puramente artístico para convertirse en expresión viva de la memoria y los valores de Huánuco. El público y los danzantes comparten durante semanas un espacio de celebración que evoca el mestizaje y la resistencia cultural.
Más allá de la danza, la festividad impulsa el encuentro entre generaciones, fomenta la unidad social y permite la transmisión de saberes ancestrales. Niños y jóvenes son iniciados desde temprano en el aprendizaje de músicas, pasos y significados, asegurando la continuidad de la tradición. La celebración de los Negritos de Huánuco no solo enriquece el calendario festivo, sino que revitaliza la identidad y la cohesión de toda la región.

Origen histórico de la danza de los Negritos
El origen de la danza de los Negritos se sitúa en la confluencia de diversas fuentes históricas y culturales. Por una parte, expresa la presencia afrodescendiente llegada con el régimen colonial, cuyos integrantes fueron incorporados a la vida social andina en condiciones de esclavitud y servidumbre. Por otra, recoge influencias de danzas europeas, especialmente aquellas en las que se representaba al musulmán o “infiel” con piel oscura, figura recurrente en las coreografías españolas de moros y cristianos o turcos.
Esta compleja amalgama de referencias se tradujo en la creación de danzas en las que el personaje del “negrito”, con trajes lujosos y máscaras extravagantes, encarnaba tanto la devoción cristiana como la singularidad étnica. Con el tiempo, la representación pasó a estar integrada a celebraciones católicas, como la Navidad o las festividades marianas —tal es el caso de la Virgen de la Candelaria y la Inmaculada Concepción—, así como a fiestas ligadas a la cosmovisión andina.
La popularidad de estas danzas se expandió a lo largo del territorio andino y amazónico, fusionándose con referencias locales e imprimiendo variantes regionales que enriquecen el acervo patrimonial del país. Además de los Negritos de Huánuco, existen otras expresiones similares como el Hatajo de Negritos, Pallitas, la Morenada, Negritos de Ingenio, Negrería de Huayllay, Negros de Malvas, Negrillos de Andahuaylas, Negritos de Huayllán y Negritos de Marcas, así como Negritos del Suroeste de Huaytará, todos declarados Patrimonio Cultural de la Nación.

Las variantes de la danza reflejan las condiciones históricas y sociales de cada comunidad, adaptándose a los imaginarios, las experiencias y los recursos de sus creadores e intérpretes. Así, el sentido de la representación de los Negritos puede variar desde la rememoración de la servidumbre y la resiliencia hasta la exaltación del lujo, la diversidad y la integración de múltiples identidades en el Perú contemporáneo.
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