
Cuidar la salud de la piel es fundamental para prevenir diversas enfermedades dermatológicas que pueden afectar la calidad de vida de niños, jóvenes y adultos. La piel es el órgano más grande del cuerpo y cumple funciones esenciales como la protección frente a agentes externos, la regulación de la temperatura y la prevención de infecciones.
En el Perú, el Ministerio de Salud (Minsa) advierte que las enfermedades de la piel figuran entre las causas más frecuentes de consulta en establecimientos de salud, especialmente en zonas urbanas y costeras. Por su parte, el Seguro Social de Salud (EsSalud) señala que las dermatitis representan una parte importante de las atenciones dermatológicas, debido a factores como el clima, la exposición solar, la contaminación y la predisposición genética.
Dentro de este grupo de afecciones, la dermatitis atópica y la dermatitis actínica suelen generar confusión, ya que ambas provocan inflamación de la piel y síntomas molestos como picazón y enrojecimiento. Sin embargo, se trata de enfermedades distintas, con causas, manifestaciones y tratamientos diferentes.
La dermatitis atópica
La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que suele comenzar en la infancia, aunque también puede persistir o aparecer en la edad adulta. Se asocia principalmente a factores genéticos y a una alteración de la barrera cutánea, lo que hace que la piel sea más sensible y propensa a la irritación.

Las personas con dermatitis atópica suelen tener antecedentes personales o familiares de enfermedades alérgicas, como asma o rinitis alérgica. Los síntomas más comunes incluyen sequedad intensa de la piel, enrojecimiento, picazón persistente y la aparición de lesiones que pueden descamarse o supurar en fases agudas. La picazón puede ser tan intensa que afecta el sueño y el bienestar emocional.
Esta forma de dermatitis suele presentarse en brotes, alternando periodos de mejoría con otros de empeoramiento. Factores como el estrés, los cambios climáticos, el uso de jabones irritantes, algunas telas y ciertos alimentos pueden desencadenar o agravar los síntomas. Aunque no tiene cura definitiva, un tratamiento adecuado permite controlar la enfermedad y reducir las recaídas.
La dermatitis actínica
La dermatitis actínica, también conocida como dermatitis por fotosensibilidad, es una afección cutánea relacionada con la exposición prolongada o repetida a la radiación solar, en especial a los rayos ultravioleta. A diferencia de la dermatitis atópica, no está vinculada principalmente a la genética, sino a la reacción de la piel frente al sol.
Este tipo de dermatitis suele presentarse con mayor frecuencia en adultos y personas que trabajan o pasan muchas horas al aire libre. Se manifiesta en las zonas expuestas al sol, como el rostro, el cuello, los brazos y las manos. Los síntomas incluyen enrojecimiento, picazón, sensación de ardor, descamación e incluso engrosamiento de la piel en casos crónicos.

La dermatitis actínica puede confundirse con otras enfermedades de la piel, ya que sus lesiones aparecen de forma progresiva. La exposición solar sin protección, el uso de ciertos medicamentos o productos que aumentan la sensibilidad al sol y algunas enfermedades subyacentes pueden favorecer su aparición. El diagnóstico médico es clave para diferenciarla de otras dermatosis y evitar complicaciones.
Diferencia entre dermatitis atópica y actínica
La principal diferencia entre la dermatitis atópica y la dermatitis actínica radica en su causa. La dermatitis atópica es una enfermedad crónica de origen multifactorial, con un fuerte componente genético y alérgico, mientras que la dermatitis actínica se desencadena principalmente por la exposición a la radiación solar.
En cuanto a la edad de aparición, la dermatitis atópica suele iniciarse en la infancia, aunque puede persistir en la adultez. La dermatitis actínica es más frecuente en adultos, especialmente en quienes están expuestos al sol de manera constante. La localización de las lesiones también varía. La dermatitis atópica puede afectar diferentes partes del cuerpo, como pliegues de brazos y piernas, cuello y rostro, mientras que la actínica se limita sobre todo a áreas expuestas al sol.
Los desencadenantes son otro punto de diferencia. En la dermatitis atópica influyen el estrés, los alérgenos y los irritantes, mientras que en la dermatitis actínica el factor clave es la radiación solar. Finalmente, el enfoque del tratamiento también cambia. En la dermatitis atópica se prioriza la hidratación constante de la piel y el control de la inflamación, mientras que en la dermatitis actínica es fundamental la fotoprotección y la reducción de la exposición solar.
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