El daño invisible de la radiación invernal: el enemigo silencioso de la piel

Durante los meses fríos puede incluso intensificarse por factores ambientales como la altitud y la reflexión de los rayos en superficies como la nieve

Guardar
08/04/2016 Lunares, cáncer de piel,
08/04/2016 Lunares, cáncer de piel, melanoma ESPAÑA EUROPA MADRID SALUD WAVEBREAKMEDIA LTD

Como especialista oncológico en cáncer de piel, con años de experiencia tratando a pacientes de todas las edades y condiciones, y desde mi rol como presidente de la ONG Sinchi Sonqo —dedicada a brindar apoyo integral a pacientes oncológicos sin recursos—, me enfrento a diario a una realidad poco conocida: la mayoría de las personas cree que el riesgo de daño solar se concentra en el verano, cuando el sol brilla con mayor intensidad y los días invitan a las actividades al aire libre.

Esta percepción es incompleta y peligrosa. La radiación ultravioleta (UV), responsable de gran parte de los casos de cáncer de piel, no desaparece con la llegada del invierno ni se atenúa al punto de ser inofensiva. Al contrario, durante los meses fríos puede incluso intensificarse por factores ambientales como la altitud y la reflexión de los rayos en superficies como la nieve.

Radiación todo el año: un mito que cuesta salud y vidas

Uno de los errores más extendidos es pensar que solo el verano implica peligro para la piel. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que hasta el 80% de la radiación UV atraviesa las nubes, y en zonas nevadas la exposición puede duplicarse debido al reflejo de la nieve, que incrementa la radiación recibida hasta en un 90%. Esto significa que, en días fríos y aparentemente nublados, la radiación sigue penetrando las capas de la piel, generando daños acumulativos que no percibimos de inmediato.

El cáncer de piel, particularmente el melanoma, no se desarrolla de un día para otro. Es el resultado de un daño celular progresivo que puede acumularse durante años. Las radiaciones UV generan mutaciones en el ADN de las células cutáneas, y cuando el cuerpo pierde la capacidad de repararlas correctamente, esas células pueden multiplicarse de manera descontrolada. Así se inicia un proceso silencioso, sin dolor ni signos inmediatos, que puede convertirse en una lesión cancerígena con consecuencias potencialmente fatales.

Datos de la Skin Cancer Foundation muestran que uno de cada cinco personas desarrollará cáncer de piel antes de los 70 años, y el melanoma, aunque representa solo el 1% de los cánceres de piel, es responsable de la mayoría de las muertes relacionadas con esta enfermedad. Lo más alarmante es que muchas de estas personas podrían haber prevenido el desarrollo o haber detectado la enfermedad en fases tempranas si hubieran adoptado medidas simples de cuidado durante todo el año.

Prevención: más allá del verano

La prevención del cáncer de piel no es una medida estacional, sino un compromiso diario. Utilizar protector solar de amplio espectro incluso en invierno debería ser una práctica tan rutinaria como cepillarse los dientes. Los sombreros de ala ancha, lentes con protección UV y prendas de tejido tupido son herramientas adicionales que no debemos reservar solo para la playa o la piscina. El hecho de que no sintamos el calor intenso del verano no significa que estemos exentos de la acción de los rayos UV.

En mi consulta, uno de los mensajes que repito con mayor énfasis es la importancia del autoexamen mensual de la piel. Este consiste en revisar con calma todos los lunares, manchas o lesiones cutáneas, incluyendo zonas de difícil acceso como la espalda, el cuero cabelludo y la planta de los pies. La regla del ABCDE (Asimetría, Bordes, Color, Diámetro y Evolución) sigue siendo una herramienta sencilla y efectiva para identificar posibles melanomas. Cualquier cambio en la forma, el color, el tamaño o la textura de un lunar debe motivar una consulta médica inmediata.

Adicionalmente, recomiendo de forma enfática realizar un chequeo oncológico preventivo al menos una vez al año. Estos exámenes incluyen una evaluación completa de la piel con herramientas de alta precisión, como la dermatoscopía, y, en caso necesario, la toma de biopsias de lesiones sospechosas. La detección temprana puede marcar la diferencia entre un procedimiento sencillo con alta tasa de curación y un diagnóstico tardío que requiera tratamientos agresivos y ponga en riesgo la vida del paciente.

Un cambio de cultura necesario

Estamos frente a un problema de percepción cultural. Asociamos la protección solar a la estación y la vemos como un complemento cuando nos exponemos al sol más que como una necesidad de salud. Sin embargo, el cáncer de piel no distingue estaciones. Este cambio cultural debe comenzar por la educación, incorporando desde temprana edad el concepto de protección solar todo el año, del mismo modo que enseñamos sobre la higiene dental o la alimentación saludable.

Mi opinión, basada en la experiencia y en la evidencia científica, es clara: necesitamos normalizar el uso del protector solar los 365 días del año, realizar autoexámenes mensuales y acudir al oncólogo o dermatólogo de manera preventiva una vez al año. Estas acciones, aparentemente simples, podrían salvar miles de vidas.

El cáncer de piel puede prevenirse y, si se detecta a tiempo, tiene un pronóstico muy favorable. Pero para ello, debemos abandonar la idea de que la protección solar es solo un asunto de verano. La radiación invernal es un enemigo invisible que, de no enfrentarlo con responsabilidad, puede costarnos la salud o incluso la vida. Mi recomendación es categórica: cuide su piel todos los días del año, realice autoexámenes mensuales y no omita su chequeo anual con un especialista. La prevención no es opcional, es una inversión en vida y bienestar.