
Muchas veces se descree del cambio climático y del calentamiento global, al entender, erróneamente, que sus consecuencias no nos llegan tan directamente.
Más allá de los asombrosos y desastrosos cambios en el clima que afectan cultivos, la propia alimentación humana y todo tipo de actividades, los cambios reales ocurridos en el clima agudizados en los últimos 30 años han hecho que en Argentina aparezcan enfermedades neotropicales emergentes generadas porque el cambio ambiental posibilitó el aumento de la población de sus vectores.
Las pulgas y las garrapatas de nuestros perros han sido en ese sentido las máximas responsables de la aparición de esas enfermedades que cada vez son más frecuentes y ameritan la particular atención de la medicina veterinaria actual.
Resulta fundamental que los perros y también los gatos tengan una desparasitación externa e interna óptima, favoreciendo la salud de los animales de compañía y la de las personas que conviven con ellos.

Más de la mitad de las enfermedades que padece el ser humano son zoonóticas, es decir derivan de los animales, de esa forma cuidando a quienes comparten nuestra vida cuidamos claramente nuestra salud.
Por otra parte, el 60% de las patologías infecciosas de los seres humanos son transmitidas a través de este contacto con los animales.
El calor y la humedad, pueden detonar la proliferación de organismos como pulgas o garrapatas, aumentando su incidencia y por ello la posibilidad de contagio de las enfermedades que transmiten.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 70% y 80% de los perros cargan con algún tipo de parásito.
Es por todo eso que debemos aplicar los métodos de prevención y control de los parásitos externos que pueden transmitir graves enfermedades a nuestros animales.

Entre esas enfermedades una de las más frecuentes, que ya tiene más de 10 años entre nosotros, es la erliquiosis, un parásito de la sangre que transmite la garrapata con su picadura.
La garrapata hembra, que es la que pica y chupa la sangre de nuestros perros, puede trasmitir esta enfermedad de un animal enfermo a otro sano.
Los signos de la enfermedad (en los animales no se habla de síntomas ya que no hablan y no pueden contarnos que les pasa) son desgano, dolor muscular y articular, tendencia a las hemorragias, vómitos, etc.
Se trata de una enfermedad muy abundante y variada en signos pero que puede llegar a confundir a la hora del diagnóstico porque ninguno de ellos es específico.

Por lo tanto ante la mínima sospecha lo indicado para llegar a un diagnóstico certero, es un análisis de sangre completo y la realización de los test diagnósticos correspondientes.
Existe uno que demora tan solo 10 minutos en arribar al resultado y se puede hacer en el consultorio, dejando libre el camino para hacer un test PCR, en laboratorio especializado, que confirmará sin dudas el diagnóstico.
El tratamiento existe y muchos animales responden a él pero debemos saber que es una enfermedad grave que compromete a todo el organismo y puede llevar, en casos extremos, a la muerte del animal.

La prevención es muy clara: combatir a las garrapatas. De los métodos existentes para ello los hay repelentes y no repelentes. Desde ya es preferible usar métodos que repelan a las garrapatas y que eviten la picadura. Estos métodos son las pipetas y los collares, que además de su mortífera acción repelen a los ectoparásitos.
Los comprimidos, cualquiera de ellos, no repelen y para que su acción sea posible la garrapata debe picar para luego morir con el riesgo de haber contagiado ya la enfermedad.
Es importante seguir los consejos del médico veterinario de confianza en la implementación de la prevención sobre el animal, complementados con métodos de control ambiental de los ectoparásitos.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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