
Hace unos días se publicaron los datos oficiales de nacimientos de 2023 en nuestro país y, como era esperable, siguen bajando: un 7% menos que en 2022. No es motivo de alarma, pero sí una señal que requiere respuestas inteligentes. Es necesario adaptar políticas para evitar riesgos y, al mismo tiempo, aprovechar las oportunidades que este cambio demográfico presenta.
La caída en los nacimientos se da más rápidamente en dos grupos que marcan una tendencia positiva. Primero, entre las madres adolescentes, donde los nacimientos disminuyeron un 10% en 2023. Estos embarazos suelen ser no intencionales y afectan el futuro de jóvenes que están estudiando o empezando su vida laboral. Evitarlos, es una ganancia, tanto para ellas como para la sociedad.
Además, la caída también se concentra en mujeres con menor nivel educativo. Desde 2014, los nacimientos en este grupo bajaron un 67%, mientras que entre las mujeres con mayor educación la reducción fue del 28%. El dato más significativo es que los nacimientos de hijos de madres adolescentes con baja educación cayeron más del 80%. Esto significa que hay más mujeres con mejores oportunidades para completar su educación o acceder a empleos de mayor calidad.
En términos económicos, esto se traduce en un incremento del capital humano y un bono demográfico más profundo. Si sabemos aprovechar estas oportunidades, podemos lograr un crecimiento más rápido y sostenido.
El otro lado de esta tendencia es el envejecimiento de la población, que es inevitable y ya está ocurriendo. La edad promedio hoy ronda los 40 años y seguirá aumentando lentamente, aproximadamente un año por década. Esto nos obliga a repensar políticas fundamentales, como el sistema previsional, para hacerlo más justo y sostenible. No es un problema complicado desde el punto de vista técnico, pero requiere decisiones políticas y consensos que venimos postergando hace tiempo.
¿Qué pasa con la población total? A pesar de la baja en la natalidad, la población sigue creciendo y lo hará durante las próximas décadas. Recién en 2050 podríamos ver una leve disminución. Si la fecundidad se mantiene en los niveles actuales, la población argentina oscilará entre los 45 y 50 millones en los próximos 50 años.
Por eso no tiene mucho sentido alarmarse por un posible “despoblamiento”. Ese es un escenario de muy largo plazo y con baja probabilidad. Lo que sí debemos hacer es trabajar para facilitar la vida de quienes desean tener hijos y, al mismo tiempo, hacer más productiva nuestra fuerza laboral.
El verdadero desafío: aumentar la productividad
Facilitar la vida a quienes quieren formar una familia pasa por políticas como mejorar las licencias parentales, desarrollar sistemas de cuidados accesibles y garantizar una educación gratuita y de calidad.
Pero el desafío más urgente no es aumentar la población, sino su productividad. Necesitamos aumentar el capital humano, el capital físico y el uso de tecnología. Como hemos dicho muchas veces: “tenemos que hacernos ricos antes de hacernos viejos”. Esto implica mejorar, y mucho, la educación, la inversión y la adopción de tecnología. Esa es la tarea urgente.
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