Monólogo interior en una tarde de primavera

Pensamientos sobre a nueva realidad política, los cambios que se avecinan y la dura situación en Israel

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La argentina de hoy


(ANDREA VILCHEZ / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO)
La argentina de hoy (ANDREA VILCHEZ / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO)

Vean ustedes que el pensamiento se desmanda y nunca para. Es imposible detener el pensamiento durante la vida: un río correntoso que corre sin detenerse y de maneras distintas. Apacible, rugiente, oscuro –hay una noche del pensamiento: el expreso de medianoche no para en ninguna estación y el recorrido sorprende las claras del alba-, de manera que pensé (justo) que me permitiré poner en el desorden y de alguna manera significativa domarlo y contar en sí un tema.

No puede discutirse que existe un pensamiento disciplinado, un ejercicio ineludible para la filosofía, la política, la ciencia en desarrollo que hace una pausa, evalúa, piensa y sigue, en parte empirismo, en parte abstracción o reflexión. Pero el correr del pensamiento no sigue una pauta determinada, y un observador curioso -la curiosidad es importante- y con entrenamiento puede ser autorizado a sacar el bozal y dejarlo como viene: todos los temas, un tema. Va.

Milei. Un país advierte la afrenta de una épica inventada, larga, que va cayendo a pedazos y se prefiere cambiar el desastre de cualquier manera. El libertario detecta con una franqueza insólita lo que ocurre. Como sintetiza el brillante y veloz Andrés Malamud, no se trata de un ataque a la democracia sino un enfrentamiento con el establishment: la casta. Agrego, uno en el monólogo interior, se incluye a un negocio prebendario en modales de empresarios que se forran y comparten con el estado las ganancias sin el menor beneficio de los individuos y con verdadera destrucción de los muy desamparados que, con cruel hipocresía, simulan proteger.

La intoxicación llega a la náusea. Los enfrentamientos alcanzan la estupefacción: Juan Grabois lanza un discurso violentísimo llamando traidor, hijo de puta y vendepatria a Massa, y luego se pone en fila con obediencia a la verticalidad de apoyar al campo “nacional”. Al menos Grabois, aun con esa boquita enfurecida, sabe expresarse, tiene una formación y un contenido, pero el objetivo es militante y la colina a tomar es el poder. Un ejemplo al vuelo.

Se ve en Milei un intelectual -canté primero, aquí-, contra el clisé de que solo se admite la condición si se consigue patente a partir de un arco de izquierda. Hay en crisis de nominación a cada rato, con su resentimiento para llamar la atención en las comidas y reuniones. Es decir una cultura unidireccional -¿les gusta Marcuse, chicos?- y nada dispuesta a mirar con una lente grande lo que ocurre, asomarse al otro lado, cotejar, ver: es el clásico psicobolche argentino, que entra en sus filas desde los nacional católicos conversos, pero encantados de ser comandantes o cosas de esas hasta los reposados argumentos que huelen a viejo y a pelo sospechoso.

 Javier Milei

(DANIEL DABOVE - TÉLAM)
Javier Milei (DANIEL DABOVE - TÉLAM)

Desde mi madriguera solitaria el pensamiento corre y vuela. Hay una grieta a atender, pero al parecer no se le da bola como merece. Milei toma peso en un liderazgo y se acepta en medida mayor de lo esperaba con su gestualidad, una chispa de ingenuidad probable, la presencia personal (peinado, gestualidad, frontalidad) con personalidades de peso fuera de la Argentina de casos previsibles y pocos. Hay una imagen, sobre todo en los países centrales de Europa, como la de paracaidista fascistón y excéntrico, un ultra extravagante, peligroso, con muy mala prensa. En los reels del teléfono, que se parecen al correr del pensamiento sin bozal, se puede ver a Robbie Williams mientras habla antes de cantar sus canciones y alude al nuevo presidente como a un tipo que ha copiado (de manera graciosa, como una lupa demuestra que la Argentina siempre, por alguna razón, hace sonar la flauta) el look de Los Beatles. En portales y grandes diarios de influencia el sonido es el mismo. Hay una tarea para mejorar esa imagen.

Se avecina el crujir de dientes. El cambio en la Argentina será con fórceps. El resentimiento congregará la culpa sobre los elegidos: el pueblo ha sido engañado, dirán. Y el temor de las calles, el piquete larga como una anaconda se hará presente: los troscos –la revolución permanente, cuanto peor mejor- caminarán con los zombies del kirchnerismo. Ojo.

El gobierno remanente y sus vergüenzas apoya a Hamas y condena a Israel: a mi entender es vergonzoso y turbio. Lo de Israel no es una escaramuza. Entraron al territorio, ataron a los padres frente a los hijos, torturaron a los hijos delante de los ellos, degollaron bebés en la cuna, violaron niñas y mujeres adultas para después desnudarlas, arrastrarlas y exhibirlas como trofeos indignos, imperdonables.

A más de tres semanas, la familia de Omer Wenkert no tiene ninguna noticia sobre el joven que fue secuestrado por Hamas. (Cortesía)
A más de tres semanas, la familia de Omer Wenkert no tiene ninguna noticia sobre el joven que fue secuestrado por Hamas. (Cortesía)

No, no se trata de un episodio más: Israel juega su existencia y ejerce el derecho a la defensa. Las tropas y la dirección política hacen anunciar con sirenas, televisión y panfletos que se irá a bombardear. Los jefes de Hamás impiden la salida de manera ostensible y terrible.

El nazismo esperaba años por el sueño de un cuarto Reich, y el islamismo nazi es su vehículo. Durante la guerra mundial, el muftí de Jerusalem y tío de Arafat, fue aliado próximo de Hitler-abundan las fotos-. Vivió en Alemania, aconsejó quemar, borrar de la tierra un eje central de Occidente de donde germinan y son precedidos por los griegos, el concepto, la democracia, ¡el prójimo!, el cristianismo, Jesús, Spinoza, Maimónedes, Einstein, Sabin, nuestro compatriota Milstein. Qué se yo, es mucho para seguir con la modernidad, la ciencia y seguir con el temible rollo ardiente. Sonroja tener que aclarar algo que forma parte del genoma argentino con nuestros indios, los italianos, los españoles (gallegos en particular), los árabes.

El monólogo interior tiene que achicarse, llega la madrugada. Allí está Roger Waters, el rock nazi, pero nazi de manual. Violento, alguna vez escupió al público y ahora insta a irse a la mierda y a chupar en un bar si no están de acuerdo con su basura mental. A un tiempo surge el “curita” Olveira: el que votó a Milei no puede acercarse al comedor comunitario. Un tipo correoso.

Por la ventana entra una luz amarilla. El pensamiento sigue sin permiso. Ver “Napoleón”, Ridley Scott director magno y Joaquin Phoenix con el talento que lo empuja a la sobreactuación. En “Le Figaro”, el crítico la define como una de Barbie y Ken. A verla. Nombres de ida y vuelta en el gabinete que vendrá: demasiado, tal vez. Pero no puede haber marcha atrás.

Hasta la próxima.