
Argentina está despertando. Todos comprendemos ya que no se puede vivir en un país cerrado, castigando exportaciones, sin importaciones básicas para producir, con problemas para turistas o estudiantes que quieran perfeccionarse. El Gobierno se queja de falta de dólares sin reconocer que sus propias medidas causan estos problemas.
Una relación madura con el resto del mundo parte de un comercio exterior pujante, para lo que hay que ordenar nuestra demencial estructura de precios de dólar, aranceles, retenciones y permisos. Las oportunidades que nos brinda la digitalización y el friend-shoring son mayúsculas y nos permitirían reducir costos.
Claro, hay que tener claro de quién queremos ser “friend”. En mi caso no quedan dudas que sería de quienes respetan los valores democráticos. Asimismo, la cuarta revolución industrial está en marcha y podemos saltar etapas, eliminando nuestras medidas primitivas.
Hasta ahora no defendemos bien nuestras fronteras ni controlamos las migraciones. No sabemos a quiénes ni cómo damos servicios. No cuidamos nuestro mar y vemos con indiferencia como lo depredan extranjeros. El mundo tiene problemas de energía y no aprovechamos ni el petróleo on y offshore ni el gas ni la bendición de tener viento y sol.
Claro, nuestro índice de riesgo país espanta. Si ordenamos la macroeconomía con un solo dólar, menos impuestos y eliminamos el déficit fiscal, no solo mejorará el bolsillo de las familias, sino que también lograremos inversiones propias y de extranjeros que cuentan con financiación y tecnología.

Mantener la ficción de “vivir con lo nuestro” para justificar el negocio de empresas protegidas nos impide liberar nuestra potencialidad. Llevará tiempo, pero algún día hay que empezar.
La Cancillería argentina tiene representación en casi cualquier país y organismo de actividad conocida, con profesionales formados y buena trayectoria más una buena cantera de jóvenes que son la envidia de otros países. Podría ayudar a la inserción comercial con agilidad.
Además, puede tener un rol destacado en organizar misiones de paz, representar al país ante organismos internacionales y fijar las pautas con las que los países colaboran en temas globales. El resto del mundo no está solamente para pedirle dinero.
Por supuesto, todo esto no debe interferir con la compleja tarea de avanzar en tratados internacionales. Sólo somos parte de un Mercosur debilitado, sin avances en las negociaciones con la Unión Europea. No miramos Asia Pacifico, ignoramos África y Australia.
No vemos que hasta el continente antártico ofrece grandes posibilidades para investigación en las que podemos colaborar con misiones de muchos países. Tratados impositivos, contra el terrorismo y el lavado de dinero nos ayudarán a desarrollarnos. Lo inverso nos condena.
No miramos las oportunidades, ni para nosotros ni para el mundo. Menos aún recordamos que somos parte de este planeta y que tenemos la posibilidad de contribuir fuertemente a los desafíos para descarbonizar el mundo.
Si en pocos años utilizar hidrocarburos será como mínimo muy caro y con rechazo por temas ambientales, nuestras praderas y la Mesopotamia son una solución extraordinaria. Implantando posturas y bosques podemos ser parte de la solución. No solo tendríamos más producción, sino que además podríamos ayudar al mundo. Es más, cobraríamos para hacer lo que de todas maneras nos conviene hacer.
Podemos dar saltos tecnológicos sin dejar de lado nuestra producción actual. Podemos entrar en la cuarta revolución industrial sin sufrir el costo de abandonar lo que de todos modos no tenemos.
Debemos entender los cambios geopolíticos y defender nuestros valores. ¡Basta de escondernos o buscar ventajas de corto plazo! Creo que es cierto que el mundo necesita a la Argentina. Lo que es seguro es que nosotros necesitamos al mundo.
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