La convivencia urbana es una de las temáticas que preocupa a la mayoría de los ciudadanos. Los conflictos interpersonales, la violencia intrafamiliar, la ausencia de respuestas institucionales, la inseguridad, el caos vehicular, son algunos sólo algunos de los problemas que demandan respuestas rápidas y efectivas. La violencia explícita o simbólica con la que convivimos a diario necesita de una toma de conciencia y de respuestas a fin de mejorar y construir ciudades felices.
Un primer puntapié para abordar esta problemática podría ser trabajar con las habilidades sociales, no sólo con los niños, en la escuela, sino con todos los ciudadanos, a través de una buena campaña de concientización a través de los medios de comunicación masiva. La empatía, el compromiso, el respeto, la tolerancia y la solidaridad son algunas de las habilidades ineludibles para convivir con otros.
La escuela debe enseñar a escuchar y a hablar, a respetar las diferencias de pensamiento y a ponerse en el lugar del otro; y, fundamentalmente, debe identificar a quien descalifica, interrumpe, presiona o amenaza y, en consecuencia, tomar decisiones de intervención concretas.
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Asimismo, es necesario capacitar a los docentes en la gestión de conflictos a fin de abordar y/ o prevenir la violencia en las escuelas. Identificar los orígenes, es decir, quiénes son las partes del conflicto, las fuentes y el tipo de conflicto es fundamental para elegir correctamente las estrategias de intervención en el aula. La negociación, la mediación -la cual implica la participación de un tercero neutral que ayuda a resolver el problema- o el arbitraje, en el cual interviene alguien y toma una decisión final, son algunas de las herramientas para resolver problemas al interior de la institución educativa.
Todas las instituciones sociales podrían trabajar en la percepción y previsión de riesgos, en el autocuidado y respeto a la vida y en la valoración y respeto a las normas. Se podrían planificar proyectos consensuados entre el Estado y las ONG, algunas muy implicadas en la problemática social.
En estos días, en la ciudad de Rosario, debieron cerrar varias escuelas y no pudieron dar clases, consecuencia de las intimidaciones de delincuentes, quienes amenazaron balear las instituciones educativas. Ante esta noticia, algunos funcionarios señalaban que las dichas amenazas surgían de alguien que planifica y financia estas ideas para amedrentar a la población. Sin embargo, el Estado no reacciona, no da respuesta y, al parecer, los deja actuar libremente.
La escuela es un espacio sagrado o -al menos- debería serlo; sagrado en el sentido que merece un respeto excepcional, donde los chicos se socializan y aprenden a convivir con otros; es un espacio que repara y reconstituye los dolores personales y sociales que traen niños y adolescentes. Y, en este sentido, el maestro se convierte en un engranaje de construcción de vínculos, no sólo de aprendizajes.
Nadie puede permitir que la escuela sea violentada; para algunos niños, es lo único que los ata a la vida social y que les ofrece oportunidades de vida. No descuidemos a las infancias frágiles y, a veces, invisibles; demos la posibilidad de reparar esas heridas crueles e injustas que no merecen tener.
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