Las cuentas fiscales de enero: ¿excepción o problema para el año electoral?

Con menos ingresos genuinos, menor nivel de actividad y más presión sobre el gasto en un año electoral, hará falta más impuesto inflacionario

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Banco Central de la República Argentina
Banco Central de la República Argentina

La gran ventaja competitiva, entre otras cuestiones, de la inteligencia humana frente a la inteligencia artificial, es que la inteligencia artificial necesita procesar muchísimos datos para ser eficiente, en cambio los seres humanos podemos sacar conclusiones y tomar decisiones en base a muy poca información.

Dicho esto, también reconozco que la tentación de elaborar una teoría con una sola observación resulta muy peligrosa.

Haciendo equilibrio, entonces, entre lo que dicta la prudencia y lo que sugiere la experiencia, (en inglés sería una “educated guess”) analicemos las cuentas públicas de enero pasado, dadas a conocer en la semana desde el Ministerio de Economía.

Cuando se mira la caja del gobierno nacional de enero del 2023 y se la compara con enero del año pasado lo primero que se observa es una caída de los ingresos en términos reales y una suba del gasto por encima de la inflación y, en ese contexto, un fuerte salto del déficit primario.

Dicho de otra manera, esta vez el impuesto inflacionario no logró inflar totalmente los ingresos, ni licuar el gasto y no es porque la tasa de inflación haya bajado, todo lo contrario, si no por otras razones.

Razones que me obligan, justamente, a dilucidar si estamos frente a una cuestión meramente transitoria o, por el contrario, frente al problema que presentarán las cuentas públicas a lo largo del año.

Por el lado de los ingresos, lo que se destaca es la fuerte caída de los derechos de exportación y de los impuestos a la importación.

Los primeros, por el efecto de la sequía y el adelantamiento de liquidaciones en el marco del dólar soja dos. Los segundos, los relacionados con la importación, por las conocidas restricciones derivadas de la falta de dólares en las reservas del Banco Central.

Más allá de factores estacionales, esta trayectoria de los ingresos fiscales ligados al comercio exterior es probable que nos acompañe a lo largo del año.

La caída de la recaudación impositiva por menores exportaciones agrícolas fue estimada por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en torno a los 4.000 millones de dólares, en un escenario intermedio. En el IERAL, en una estimación más reciente, el número promedio se ubica alrededor de 2000 millones de dólares. Cualquiera sea el resultado final, queda claro que la recaudación por este rubro caerá.

A su vez, las menores exportaciones agrícolas, parcialmente compensadas por algún aumento de exportaciones de energía e industriales y menores importaciones de gas licuado, obligarán a mantener y/o profundizar las restricciones al resto de las importaciones, lo que hará caer la recaudación de derechos de importación. Con baja de importaciones, y disminución de la actividad en el campo y sus sectores de influencia, menor será la evolución del PBI, lo que implicará una baja de la recaudación de los impuestos asociados a la actividad económica.

Aún con un solo dato, puede inferirse que, sin contar con un aumento del impuesto inflacionario, los ingresos públicos nacionales y - por coparticipación- parte de los provinciales, serán menores en términos reales que los obtenidos durante el 2022.

Analizar por el lado del gasto resulta más difícil.

Dado que la información brindada es de “caja”, no queda claro, cuánto del aumento del gasto corresponde al año 2022, “pedaleado” al 2023, y cuánto del gasto de enero, se pasó para los meses siguientes.

Con esta advertencia, se registran en enero aumentos de pagos en las prestaciones sociales, por bonos varios y la movilidad jubilatoria. Incrementos y no baja de los subsidios económicos (que corren detrás de la inflación de los costos, pese a los aumentos tarifarios y la segmentación). Pagos de obra pública (¿Arrastre del año pasado? ¿Comienzo de año electoral?) y transferencias a provincias. (¿compromisos anteriores con gobernadores, compromisos actuales del oficialismo para conseguir apoyo político?).

Lo cierto es qué hay rubros del gasto -pagos sociales y casi seguramente salarios- que sólo van a bajar con más impuesto inflacionario. Ajustes tarifarios que, aún si se completan, pese a la presión en contrario de sectores del oficialismo, no alcanzarán. Y compromisos políticos en año electoral, en particular con la Provincia de Buenos Aires, que presionarán al gasto al alza.

Un dato adicional no menor, teniendo en cuenta que todo el déficit lo financia el Banco Central, es el incremento del pago de intereses de la deuda pública, no incluido en el déficit operativo.

En efecto, los pagos por este rubro casi se triplicaron contra enero del 2022.

Nuevamente, hay que considerar factores estacionales, pero es de esperar que los pagos por intereses se incrementen en términos reales a lo largo del año, dada la tendencia actual de colocar deuda “a lo que rinda más”, y la dificultad de convencer a los inversores, sin aumentos sustanciales de la tasa de interés, para estirar el perfil de vencimientos a lo largo del año.

Ahora sí, después de esta tediosa descripción, deducida con “inteligencia humana” (permítanme asignarme algo de inteligencia), podemos avanzar en algunas conclusiones.

La primera y obvia, es que con menos ingresos genuinos, menor nivel de actividad y más presión sobre el gasto en un año electoral y sin acceso al crédito, hará falta más impuesto inflacionario, o al menos al mismo del año pasado. Difícil que se cumpla, entonces, el objetivo de bajar la tasa de inflación macroeconómica al ritmo de un punto cada setenta y cinco días.

E insisto con la inflación macroeconómica, porque detrás de ella está la emisión del Banco Central para financiar directa o indirectamente el déficit, y la deuda que no renueva el sector privado, la emisión por los intereses por la colocación de más deuda remunerada (las Leliqs son emisión postergada), y la que habrá que hacer para comprarle dólares a mayor precio a los productores del agro.

Más que precios justos, tendremos emisión injusta.

La segunda, y más preocupante, es que el Gobierno, al menos con la observación de enero, está alejando la posibilidad de coordinar con la oposición una transición ordenada, recuperando el atraso cambiario, ajustando en serio las tarifas, yendo a déficit operativo cero, limitando la renovación de deuda “a cualquier costo”, y frenando, en serio, el crecimiento del gasto político en sentido amplio. Transición que, paradójicamente, no sólo sería beneficiosa para la oposición, sino para el propio oficialismo, que podría “heredarse a sí mismo” o que podría transitar un período muy complejo en el famoso “segundo semestre”.

Por supuesto, una transición ordenada sería, por sobre todas las especulaciones electorales, muy beneficiosa para la gente, que podría ir a votar con un panorama de corto plazo más tranquilo.

Pero aquí, lamentablemente, respecto a una transición coordinada, la inteligencia artificial, procesando todos los datos disponibles, deduce un resultado negativo. Ojalá se equivoque.

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