“Estoy en una”: ¿dónde estamos cuando estamos en una?

Desde antes de la pandemia la frase viene siendo de las más usadas entre les jóvenes. Este concepto, si es que podemos llamarlo así, varía su significado dependiendo del contexto en que se lo use. Pero la verdad es un comodín para mantener a salvo nuestras emociones

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Decimos “estoy en una” para no tener que desarrollar lo que verdaderamente sentimos y pensamos. Es el mejor comodín para mantener a salvo nuestras emociones, el skip-intro, la excusa para no verbalizar lo que nos pasa (Getty)
Decimos “estoy en una” para no tener que desarrollar lo que verdaderamente sentimos y pensamos. Es el mejor comodín para mantener a salvo nuestras emociones, el skip-intro, la excusa para no verbalizar lo que nos pasa (Getty)

Mi escenario favorito de toda la vida es el classic-plan de birras y charla con mis amigues. Y si es mirando al mar, mucho mejor. Así estaba hace un mes con mi mejor amiga en vísperas de un atardecer uruguayo en pleno noviembre. Éramos las únicas en la playa cuando disfrutábamos de los últimos mates antes de que el sol se metiera en el agua. Y cuando eso pasó, sin mucho preámbulo, nos pasamos a la cerveza para darle comienzo a lo que sería una hermosa charla veraniega entre amigas. En un momento, mientras ella me contaba sobre cómo proyectaba su 2022 y tal, algo le cambió en el rostro. Una sensación pesada la invadió tanto que abandonó el relato. “En fin, estoy en una”, dijo y bebió otro sorbo.

Desde antes de la pandemia la frase “estoy en una” viene siendo casi de las más usadas entre les jóvenes. Este concepto, si es que podemos llamarlo así, varía su significado dependiendo del contexto en que se lo use; algunas veces es con connotación negativa y otras, positiva. Pero, lo más interesante de este fenómeno es que, la mayoría de las veces, su connotación es “híbrida”. Lo flashero y hasta a veces gracioso es cómo todes entendemos qué es estar-en-una sin grandes necesidades de explicar cuáles son esas “unas”. Más bien, decimos “estoy en una” para no tener que desarrollar lo que verdaderamente sentimos y pensamos. Es el mejor comodín para mantener a salvo nuestras emociones, el skip-intro, la excusa para no verbalizar lo que nos pasa.

Cuando decimos que estamos “en una”, estamos queriendo decir un montón de cosas a través de una palabra que no significa nada, pero que a la vez (por más contradictorio que suene) puede significarlo todo. Al ser un significante vacío, cada une lo completa como quiere. Esto genera entonces una suerte de “comunicación ilusoria” que nos hace creer que estamos teniendo una charla en la cual nos comunicamos, pero en realidad no es tan así porque nunca terminamos de profundizar qué es verdaderamente estar en una, qué es esa una.

Hice el ejercicio de preguntarle a varies amigues eso mismo: ¿Qué significa para vos estar en una? Y, curiosamente, todas las respuestas tuvieron algo en común: “estar en una es nada y todo a la vez”, “es la peor respuesta que existe, es insulsa”, “es una respuesta sin contenido que solo sirve para sacarte de encima una situación”, “yo la uso para evadir algo o a alguien, es una manera menos expuesta de decir no me interesás”, “yo la uso cuando estoy con la cabeza muy en algo, en la mía, en mi viaje”, “estar en una significa estar perdide, agobiade”, “estar en una es estar en alguna, literal, en algo que te ocupa y que te hace estar dándole vueltas”, “estar en otra sintonía, en una que no es la habitual”...

Por un lado creo que todas tienen en común el miedo a la exposición, a la sensación de sentirnos vulnerables al momento de exponer nuestras emociones. A veces lo usamos a modo de excusa porque no nos animamos a decirle al otre que no, que ya no, que ahora no. Con el pretexto de no herir sus sentimientos, terminamos usando este significante vacío para llenar algo que a su vez también está vacío. En vez de cuidar a ese otre, terminamos subestimándole y créanme que eso es mucho más humillante que la verdad.

“¿Y cuál es esa una?”, le pregunté a mi amiga cuando me dijo que estaba en una. Ella se quedó callada, mirando el vaivén de las olas. Ambas nos quedamos en silencio hasta que entendí que se trataba de eso; la incertidumbre de los tiempos que corren y el miedo mostrar nuestras emociones (Getty)
“¿Y cuál es esa una?”, le pregunté a mi amiga cuando me dijo que estaba en una. Ella se quedó callada, mirando el vaivén de las olas. Ambas nos quedamos en silencio hasta que entendí que se trataba de eso; la incertidumbre de los tiempos que corren y el miedo mostrar nuestras emociones (Getty)

Pienso que en algún punto siempre estamos en una, quiero decir; ¿vivir no es acaso eso?

Estar en una implica que algo está sucediendo, que algo nos está pasando, por eso es que sentimos cosas. Y vivir es exactamente eso: estar en movimiento. Cuánto más nos movemos, más gente conocemos, más cosas nos pasan y por consecuencia, más sentimos. Tal vez sea eso lo que nos da tanto terror… sentir. Y entonces nos amparamos en un escudo protector para no tener que meternos al fondo del mar porque pensamos que con mojar los pies es suficiente.

“¿Y cuál es esa una?”, le pregunté a mi amiga cuando me dijo que estaba en una. Ella se quedó callada, mirando el vaivén de las olas. Ambas nos quedamos en silencio hasta que entendí que se trataba de eso; la incertidumbre de los tiempos que corren y el miedo mostrar nuestras emociones, esas que nos aprietan la garganta. Nos llevan fuera de nosotres porque estamos pensando constantemente en el afuera, en las redes sociales, en las expectativas socioculturales y ni que hablar las familiares. Pensamos que “estamos en una” porque es tanto el estímulo exterior que duele mucho meterse en el fondo del mar.

Les jóvenes de hoy (y las personas en general) tenemos una mochila enorme que pesa, nos pesa no sentirnos a la altura de lo que se espera de nosotres (porque lo que se espera es inalcanzable). Nos pesa sentirnos responsables de un futuro incierto al cual lo avecinan, mejor dicho, ya lo están avecinando, un calentamiento global enorme, pandemias, pobreza, femicidios y guerras. Nos pesa ilusionarnos para después desilusionarnos, nos pesa la culpa heredada, el miedo a perder a nuestras amigas, el miedo al odio. Pero a veces, llegar más allá de olas azules puede ser mucho más interesante, revelador y sincero. Y, aunque duela un montón, es el camino que debemos transitar para seguir insistiendo en el mundo-mejor que merecemos.

La lucha es por el pasado, para el futuro y gracias al presente. Luchamos para mantener vivo el presente y sobre todo para mantenernos vives en “el mientras tanto”, ese purgatorio dudoso, ese estadío transitorio en el cual no contamos ni con el Estado. La realidad es que estamos más que en una; estamos en muchas. Y, si bien cada une cuenta con la suya propia, en algún punto estamos todes en la misma.

Nombrar esas “unas” en las que estamos nos puede ayudar a transitarlas de manera colectiva y eso siempre es más amable. Nombrarlas también nos puede ayudar a no quedar ensimismades y aislades de les demás. Decir lo que nos pasa nos une y nos conecta. Al explorar esas unas nos fortalecemos para que el primer chapuzón al agua no sea tan fuerte, filoso, helado. Y así poder nadar un poco más allá, porque ahí, donde las olas ya no te rompen en la cara estamos nosotres, ahí sí que estamos en una, en una misma, en une misme. Ese une, en verdad, somos nosotres.

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